Fidel Castro: ese sol moral que alumbrara un año nuevo…

La noche se escurre en el cielo santaclareño, como si algún paisajista fuese aguando sus acuarelas, hasta finalmente crear espacios de luz. Casi en medio de la plaza han hecho ondear a la insignia cubana, en un tercer plano el Ché, como naciendo entre el crepúsculo, y más allá, el alba. Nunca olvidaré ese amanecer. 

Después de días de extraña inquietud, sobrecogió mi cuerpo un cuadro que en algún modo extraño superaba el duelo y sobreponía la esperanza. Debió ser porque estuvimos toda la madrugada lanzándonos reflexiones sobre la Cuba de nuestros padres, la actual y la que queremos construir. Será que ventilar inquietudes y teoremas sobre los movimientos de izquierda, las posturas políticas de hoy o el país que nos ha sido legado, alivia los corazones.

La ciudad de Santa Clara, en el centro de Cuba, fue el primer alto del recorrido de cuatro días que realizó la caravana con las cenizas del Comandante Fidel, camino de la ciudad de Santiago, donde fueron inhumados sus restos este mismo mes.

Muchos jóvenes llegaron hasta la plaza esa noche, y un buen grupo nos quedamos.  Esperábamos el mañana, tan expectantes como esa propia metáfora.  Aquella noche, mientras custodiábamos, allá dentro, al lado del Comandante Guevara y sus compañeros de guerrilla, descansaba el líder histórico de la Revolución Cubana,  y ahora que pienso el hecho, creo que él velaba por nosotros. ¿Será que nos envió el sol naciente como respuesta a tantas interrogantes?

Cada uno de los amigos que llegaron a la plaza del Ché, llevaba su agradecimiento particular al hombre, cuya presencia física no nos acompañará el próximo año. Ni siquiera celebrará otro aniversario del triunfo definitivo. Y aunque esto es apenas asimilable para una generación que nació ya con un Fidel anclado en el alma de Cuba, y se acostumbró a su eternidad; al menos en esta reportera, la experiencia del duelo suscitó la esperanza. Debe ser porque éramos muchos y estábamos unidos, silenciosamente.

Y como la noche fue larga, y como un periodista anda con su grabadora a cuestas, por lo general,  pues allí quedaron algunas opiniones de la juventud que fue a la plaza, a caminar junto a sus jinetes de la historia.

“Voy a la escuela y no tengo que pagar nada, si me enfermo tampoco, esas conquistas son un tesoro que nos corresponde preservar”, comentó una estudiante de enfermería.

“Cada vez que me levanto trato ser hacer cosas por él, por lo que nos enseñó. Trato de ser un ejemplo para los más pequeños, y ese es mi aporte a la Revolución,” dijo otra joven con las manos enfundadas en su bata blanca.

Ya entre los mambises del bravío Oriente,/sobre un mar de pueblo, resplandece un astro, ya vemos la cálida frente; el brazo pujante, la dulce sonrisa de Castro… Mientras la Marcha triunfal del Ejército Rebelde, escrita por el Indio Naborí, se materializaba en la voz de una infante, otro joven nos comentó:

“Siempre llevaremos su legado en el corazón, seguiremos luchando por lo que él hizo y para demostrarle que sus ideales no van a morir jamás.”

Estas memorias me salvan del letargo cuando se aproxima un año nuevo, porque para un joven cubano comenzar el año es más que una fiesta, significa el reiterado compromiso con las actitudes dignas que le han legado sus padres, y que estos a su vez, aprendieron de una generación aguerrida, liderada por Fidel Castro Ruz. 

Así como un nuevo día, resulta siempre motivo de jolgorio, solo por la experiencia de ver brillar al sol, los tiempos que  vendrán representan la oportunidad de cambiar lo que deba ser cambiado, de militar en el lado del deber.

“A Fidel le debemos todo, le debemos la patria en la que vivimos. Como estamos en deuda, escribiremos el futuro de Cuba por él y para él, padre de todos los cubanos,” dijo otra de las chicas que estaba ese treinta de noviembre en la plaza de Santa Clara. 

 Comenzaremos un año en el que no tendremos la guía del hombre que hizo brillar la esperanza. Esto constituye una oportunidad para demostrarle al mundo en lo que creemos lo jóvenes de Cuba. Por el momento, se me ocurre como una de las enseñanzas la voluntad de estar silenciosamente unidos cuando nos sacude la injusticia o la muerte.