De trabajo, así se califican esas visitas que los niveles de dirección superiores hacen para estrechar vínculos y recibir información de primera mano, pero hay otras que pudieran catalogarse como “de cortesía”, aunque más bien lo de la cortesía es solo la invitación.
Abundan opiniones de que las visitas de trabajo deben ser sin previo aviso para sorprender a los visitados y apreciar realmente cómo son, cómo actúan y de qué manera se comportan en el cumplimiento de las indicaciones recibidas.
No obstante, otros creen que hay maneras de conocer situaciones mediante observaciones de terceros que envían secretamente y luego ir a comprobar, pero este otro tipo de visitante es capaz de saberlo todo con un solo golpe de vista y apoderarse del lugar.
Son esas personas que no dan oportunidad al arrepentimiento, que se toman muy en serio esas expresiones de cortesía envueltas en palabras de un supuesto reproche porque no hacen la visita desde hace mucho tiempo.
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Este tipo de visitantes valoran mucho ofrecimientos como: “esta es tu casa”, y en la primera oportunidad, se instalan indefinidamente donde el anfitrión le dijo que era el mejor lugar y le brindan de la manera más formal del mundo.
Si llegó de manera inesperada, las atenciones suelen hacerse sin pensar, y en medio de la improvisación, además del café que quedaba se transita hacia una merienda, o en dependencia de la hora, pudiera ser el almuerzo o la comida nocturna.
De modo que después del alegre momento de la despedida, al hacer un balance, se llega a la conclusión de que el estrago será suficiente para padecer varios días de una drástica reducción de las provisiones.
El anfitrión queda desplomado, pero no solo por el impacto sobre víveres y licores, sino también porque para cumplimentar la visita, hubo que invertir tiempo que se restó al descanso u otras gestiones y actividades que únicamente pueden realizarse sin la presencia de alguien ajeno al hogar.
Lo peor del asunto es si al decir adiós se le dijo amablemente que volviera, o también la catástrofe puede llegar si fue aceptada la invitación que él hizo a su casa, lo cual le dará la oportunidad de que una y otra vez devolverá el gesto de cortesía de forma desmedida.
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Todo es cuestión de medida, pues hay límites que al sobrepasarse hacen que el hecho sea diferente, tan malo es no llegar como pasarse, y si bien es cierto que el encuentro personal, físico, fortalece las relaciones, su exceso hace que se pierda privacidad y se trastoquen hábitos y objetivos programados.
Si bien las visitas de trabajo exageradamente reiteradas obstaculizan las gestiones de los anfitriones, su ausencia es otro paso más a la desvinculación, y lo mismo sucede en las relaciones amistosas y familiares.
En el caso de que usted no haya encontrado cómo quitarse una molesta y reiterada visita, y tampoco haya resuelto con colocar al revés una escoba con sal detrás de la puerta (dicen que es efectivo para espantar visitas) le sugerimos que difunda discretamente esta nota.
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