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martes, 8 de octubre de 2024

Día Mundial de la Tierra: Conocer para proteger (+Infografía)

Más allá de la buena voluntad es necesario conocer a ciencia cierta cuáles son las prácticas sostenibles y amigables con la naturaleza...

José Armando Fernández Salazar en Exclusivo 22/04/2017
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Suelos 04
Es importante tomar conciencia colectiva acerca del medio ambiente y el futuro de la humanidad en la Tierra. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

Si realizáramos una encuesta mundial, más del 90 % de los siete mil millones de personas que habitamos el planeta Tierra coincidiríamos en responder afirmativamente a la pregunta sobre la necesidad de proteger el medio ambiente. Se trata de un elemental instinto de conservación.

Incluso, no pocos mostrarán una actitud proactiva. El resultado ya será diferente cuando preguntemos de qué forma pudiéramos proteger o salvar nuestro planeta. Y es que más allá de la buena voluntad es necesario conocer a ciencia cierta cuáles son las prácticas sostenibles y amigables con la naturaleza.

La ignorancia es señalada por no pocos expertos como la principal causa de los problemas ambientales del mundo. Por un lado, el ser humano aún no ha logrado discernir en toda su magnitud las leyes ocultas y maravillosas del entorno que le rodea, y, por otro, las desigualdades económicas impiden el acceso a la educación de la gran mayoría de las personas, lo que es permitido o impulsado por los grupos de poder económico y político como un instrumento para controlar a las masas.

Así, no es de extrañar que en pleno siglo XXI el presidente de la nación más poderosa sea de la opinión de que el cambio climático es una falacia de los medios de comunicación y un puñado de ambientalistas. Se da el lujo de escribirlo en Twitter mientras ordena a su asistente que suba el aire acondicionado porque siete mucho calor.

No hay que ir hasta los oscuros pasillos de la Casa Blanca o a la torre Trump, a veces encontramos una actitud semejante entre nuestros vecinos, que se empeñan en quemar basura o arrojar aceites usados por la alcantarilla sin saber que de esa forma contaminan el ambiente y nos convierten a todos en seres más propensos al cáncer.

Más de una vez he sido testigo de cómo una buena idea basada en técnicas agroecológicas choca con los años de tradición de un campesino que se empeña en arar a favor de la pendiente, con riesgo de perder para siempre su suelo; o la mente consumista de un determinado funcionario que considera más viable importar grandes cantidades de plaguicidas antes de utilizar controlares biológicos o sustancias de origen natural y atenciones culturales especiales.

Pero, precisamente en los campos cubanos esa mentalidad ha comenzado a cambiar. La culpa la han tenido desastres naturales como la sequía y los huracanes, que de golpe y porrazo han obligado a cambiar concepciones que antes veían a la naturaleza como una fuente de recursos y no como un ecosistema cuyos valores pueden resultarnos útiles, siempre y cuando le demos la oportunidad de recuperarse ante la explotación intensiva.

Allí ha sido más aplicable que nunca el proverbio de que “vista hace fe”, y algo similar ha pasado en industrias y comunidades en los que un hecho dramático ha movilizado a todos a favor de la protección ambiental y se han obtenido resultados halagüeños en la calidad de vida de las personas.

Para muchos esa es la mejor forma de ejercer la educación ambiental, una práctica que lamentablemente en no pocas ocasiones cae en el tedio y la rutina o no sobrepasa las fronteras de una determinada campaña propagandística. De esta forma resulta contradictorio que un país como Cuba, en el que a pesar de las limitaciones económicas, se destinan millones de dólares a inversiones de protección ambiental y se implementa una severa regulación jurídica, cada año se incremente la carga contaminante o se perciba en la población una indiferencia ante los problemas ambientales.

Generalmente se percibe la protección de la naturaleza como una obligación del Estado o una tarea tan gigantesca que es imposible de acometer por las fuerzas y la voluntad de una persona o un grupo.

Esa realidad no es solamente cubana. La manifestación global de este fenómeno llevó a en 2017 a la Organización de Naciones Unidas a celebrar el Día Mundial de la Tierra, este 22 de abril, con el lema: “Alfabetización ambiental y climática”, con el propósito de realizar un llamado a la comunidad internacional con vistas a establecer espacios de capacitación y educación para que la ciudadanía gane en conciencia y se acelere el desarrollo de tecnologías y empleos respetuosos de la naturaleza.

Solo a través del conocimiento es que se pueden establecer y descubrir las verdaderas conexiones entre la desigualdad económica y la destrucción del medio ambiente. Es esta una idea fundamental para transitar del enfoque conservacionista a uno más humanista y sostenible. O sea, que nuestra posición no se circunscriba a exigir la pesca responsable sino a eliminar las condiciones socioeconómicas que en determinada comunidad obligan a las personas a asumir patrones destructivos hacia las poblaciones de peces.

Esa concienciación colectiva fue uno de los móviles del senador norteamericano Gaylord Nelson para en la década de los 60 proponer la celebración del Día de la Tierra, en una época en la que la palabra ambientalista apenas aparecía en la prensa.

A partir de 1970 las tribulaciones de Nelson encontraron terreno fértil para prosperar y el 22 de abril de aquel año más de 20 millones de personas se unieron a la celebración.

Sin embargo, todo el empeño de Nelson y sus seguidores no ha bastado para lograr el cambio. Los peligros que le preocupaban en aquel entonces hoy se han acrecentado. Con siete mil millones de habitantes somos un planeta superpoblado, cuyos habitantes necesitan 1,5 veces todos los recursos del mundo para satisfacer sus necesidades de consumo. Opine lo que opine Trump, en 2100 la temperatura media de la Tierra, si no se toman medidas preventivas, será cuatro grados superior, lo que significa que en Cuba más de 100 mil personas deban abandonar sus hogares porque serán absorbidos por el mar.

En el siglo XVI la humanidad logró salir del oscurantismo de la Edad Media como resultado de un movimiento de artistas, científicos y personas de bien que confiaban en la razón como un medio para el progreso. Esa etapa se conoce actualmente como Renacimiento y tuvo un resurgir dos centurias más tarde en la Ilustración. Quizás ya va siendo hora de otro movimiento similar, pero, en vez de apostar por las artes o la filosofía, mueva los cimientos de la civilización con un mensaje ambiental. Este 22 de abril puede ser un buen día para empezar.


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José Armando Fernández Salazar

Para mí no hay nada mejor que estar con los que quiero, riendo y escuchando a los Beatles


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