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martes, 8 de octubre de 2024

Leer, más allá de la Feria

A partir de este lunes la invasión de los libros se extiende por el país y pareciera que se “viralizan” los deseos de leer...

Leticia Martínez Hernández en Exclusivo 20/02/2017
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Feria del Libro 2017
A la 26 edición de la Feria del Libro en La Habana llegaron cerca de 415 mil 519 personas. (Fernando Medina Fernández / Cubahora)

El sosiego ha vuelto a La Cabaña. Ahora en sus calles de adoquines corre solo el viento que llega desde la bahía y el silencio ha vuelto para habitarlas. La edición 26 de la Feria del Libro en la capital ha terminado y con ella el inmenso festín que las letras convidan en cada febrero. De nuevo la convocatoria excedió los predios de la añeja fortaleza y hubo días en que se hizo difícil dar un paso allí.

Apenas se cierra el evento en La Habana y sus organizadores sacan las primeras cuentas: en 10 días llegaron al recinto ferial 415 mil 519 personas; participaron 536 representantes de 46 países y alrededor de 180 escritores de todo el mundo; ocurrieron más de 900 presentaciones de libros y revistas;  y se vendieron 301 mil 500 ejemplares. 

A partir de este lunes la invasión de los libros se extiende por el país y pareciera que se “viralizan” los deseos de leer. Por un lado, la televisión muestra a niños, jóvenes, ancianos, mujeres y hombres cargados de libros; sin embargo, del otro, las encuestas ponen al descubierto los números rojos que acechan al hábito de leer en la Isla. Y  no se trata de un formato u otro, porque a estas alturas del siglo XXI da igual leer pasando hojas, que deslizando el dedo índice por una pantalla. Hablamos del hecho comprobado de que cada vez son menos los cubanos que se hacen acompañar por un libro.

En medio de estos días de ajetreo literario en La Cabaña, un periodista del diario Juventud Rebelde inquirió al ministro de Cultura, Abel Prieto, sobre la salud de la lectura en Cuba, a lo que este respondió: “Yo creo que sí ha habido retrocesos. Tenemos que preparar una estrategia para recuperar terreno”. Más adelante apuntó: “Esa obra hay que trabajarla intencionadamente para que no se pierda. Todavía está ahí, a pesar de las dificultades. Y tiene que ver con el trabajo de la familia, la escuela, las instituciones culturales de base, los bibliotecarios”.

Ahora que por todos lados aparece un libro en venta, un stand repleto, una cola persistente o un escritor leyendo su obra frente a un público fiel, es buen momento para pensar estrategias que conviertan a la lectura en un fenómeno masivo, y a la vez tan íntimo, que desborde el embullo de unos días de Feria. Solo así será posible que a ese libro que se compró en febrero no sea precisamente el olvido quien lo manche.

Qué bueno sería que los padres durmieran a sus hijos con cuentos infantiles y no con la novela brasileña de turno; que los maestros basaran sus trabajos extraclases en la lectura de una novela, en la investigación sobre un escritor o en la visita al escenario donde se desarrolló alguna trama; que si los jóvenes prefieren las lecturas digitales se construyan mecanismos para llevar hasta las escuelas terabytes y terabytes de información; que las bibliotecas florezcan y salgan de sus predios para inundar de libros la comunidad; que la Feria no ceda ante la literatura chatarra, los pósters con imágenes de futbolistas, los libritos de princesas, y en cambio diversifique sus buenas opciones.

Quizás entonces no sea raro el niño que descubre a sus héroes de toda la vida mientras lee, la joven que se entrega a un libro en espera de la guagua, el padre que regala a su hijo una novela de aventuras o el joven que enamora con poesías. No será este un empeño imposible para la Revolución que en poco más de un año logró borrar el analfabetismo de su tierra  y se declaró desde sus inicios hija de la cultura y las ideas.


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Leticia Martínez Hernández

Madre y periodista, ambas profesiones a tiempo completo...


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