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martes, 4 de febrero de 2025

Piropos a lo macho

¿Qué pasa si un hombre alaba a otro? Necesitamos una cultura del halago que no se base en violentas estrategias patriarcales, ni para decir ni para recibir…

Mileyda Menéndez Dávila
en Exclusivo 04/02/2025
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Piropos a lo macho
“Esto de acabar con el acoso es un proceso y todos deben aprender a manejarlo sin violencia” (Jorge Sánchez Armas / Cubahora)

“¿No te da miedo que un tipo de esos te piropee?”, preguntó un amigo a Jorge hace algún tiempo, cuando se cruzaron por casualidad en otra provincia en un evento de Prosalud y lo vio rodeado de homosexuales.

Jorge sonrió en la cara del prejuicioso, y con todo respeto le dijo: “¿Y eso qué tiene? Si me dicen un halago lo tomo bien… Yo acabo de decirte que estás bárbaro y a ti no te molestó porque sabes que te aprecio y estaba al tanto de tus problemas de salud”.

“¡No es lo mismo!”, se defendió el aludido: “Tú eres mi amigo… Y eres tremendo jodedor… Y yo sé que eres hombre a todo, vaya, que no me lo dices con intenciones de nada…”, y como nosotros no parábamos de reír con sus excusas, se despidió apresurado.

Luego mi alfa me confesó que al principio ese asunto de la confiancita con los gays le preocupaba un poco. Un hetero criado en entornos patriarcales desarrolla cierta urticaria hacia hombres que buscan sexo con otros hombres, y crece con la impresión de que estos son más descarados o agresivos en la conquista, y por tanto se “ganan” de vez en cuando un trompón de otros machos que no comulgan con sus gustos.

“Bienvenido a mi mundo”, le dije entonces, y se sorprendió. Luego su recorrido por talleres, charlas, lecturas y todo tipo de intercambios con mirada de género le abrió los ojos a esa realidad: la mayoría de los homosexuales y las trans piropean y conquistan con estrategias muy masculinas, esas que les enseñaron de niños para aplicarlas con las niñas, y hasta con mujeres desconocidas, y en muchos casos la familia los compulsó a ser más impositivos y osados cuanto más “flojitos” los veían.

Todavía pasa, en la crianza de hoy: basta un gesto medio raro o un temperamento pasivo para que los adultos homofóbicos apelen a esa arcaica estrategia y los obliguen a tomar la iniciativa y romper su timidez, como si hipersexualizar su mirada y su conducta fuera una “cura” al amaneramiento.

Pero la vida sigue su propio cauce, y a quien enseñaron a no respetar el espacio ajeno usa esas argucias en la adultez con personas “equivocadas” según la sociedad tradicional, y a veces lo paga caro, porque no es lo mismo acosar a mujeres hasta rayar incluso en el delito que meterse con el sacrosanto orgullo masculino, ¿no?

A pesar de su tamañazo y tierno atractivo (¿verdad, Maura?) Jojo entendió que la violencia no puede ser la primera respuesta si no nos gusta un piropo, o las mujeres viviríamos con un bate en la cartera para defendernos de tantas groserías y coqueteo forzado.

“Esto de acabar con el acoso es un proceso y todos deben aprender a manejarlo sin violencia”, insiste en cada debate sobre el tema, y siempre aplaude la relevancia lograda con la campaña Evoluciona, aunque a veces tememos que su avance en el imaginario criollo se diluya con la agresividad de los memes micro y remachistas que inundan las redes sociales.

En buena ley, nos hace falta una cultura del halago, un filtro que depure la vulgaridad ofensiva sin ahogar las buenas intenciones, la admiración sincera y las palabras de estímulo y conexión inocente, a las que no deberíamos renunciar porque sí son parte de nuestra idiosincrasia.

Como pareja, como individuos, ambos vivimos “piropeando” a personas que nos cruzamos en la vida, y también agradecemos las muestras de reconocimiento, más allá de lo profesional.

Si un gay le dice “regio”, o un amigo comenta “estás acabando”, mi hombre escucha con igual actitud porque es aprecio lo que lee, no frescura. Su heterosexualidad no se ve cuestionada con la expresión ajena porque él no es clima para depender de nubarrones ajenos, asegura.

Por eso decidió criticar ambas actitudes (en las mujeres, los hombres y paradas intermedias, como suele decir), pero hacerlo desde la reflexión y el humor, con sus trazos caricaturescos y su activismo.

De corazón confía en que el cambio operado en su mentalidad pasados los 50 años de vida también les pueda llegar a otros hombres de esta isla, y a quienes crían a los del futuro, para conjurar sus reacciones cargadas de complejos. Cada quien a su ritmo —insiste—, porque tampoco hay que pedir guayabas a los cocoteros, ¿verdad?  


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Mileyda Menéndez Dávila

Fiel defensora del sexo con sentido...


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