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domingo, 6 de octubre de 2024

En Cuba todo el mundo cuenta

A la prioridad dada por el país a sus ancianos, deberá sumarse no solo aquellos que tienen en sus manos el cuidado de los mayores, sino también las familias, la comunidad, la sociedad entera...

Rosmely Alvariño Alvarez en Exclusivo 08/09/2016
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Personas en la Tercera Edad
Cuba se ubica en el segundo lugar en la lista de países con más elevado índice de envejecimiento poblacional.

A sus 74 años Hilda Fernández camina con alguna dificultad pero mantiene la cabeza muy clara. Luego de sufrir una fractura de cadera unos meses atrás, comprendió que ya no era la misma persona, ahora utiliza un bastón para andar. La encuentro todas las tardes a la entrada de mi edificio sentada en el sillón del portal de su pequeño apartamento. Vive sola desde hace unos años, cuando quedó viuda y más tarde su único hijo decidió marcharse a otros lares con su familia.

“Pasa hija, estás en tu casa”, me recibe con ese carisma especial que envuelve a los graduados en la universidad de la vida, el mismo que continuó guiando mi conversación durante poco más de una hora con esta menuda mujer de piel frágil, pero que nunca se queda sentada si escucha un danzón.

Aunque confiesa que con la edad y los “achaques de la vida” comienza a tener temor y a sentirse sola, no da muestra alguna de ello, pues se mantiene lúcida y con un envidiable sentido del humor, lo exhibe cuando bromea con sus vecinos y a cada instante de nuestro encuentro. “Es lo que me ha querido dar Dios”, reconoce en un derroche de simpatía y vitalidad.

La idea de llegar a la vejez deviene sinónimo de abandono y desamparo, pero ese no es el caso de Hilda, quien se muestra deseosa de no perder el ritmo de vivir. Su secreto es simple: mantenerse activa porque “hay que soñar y amar, el corazón no envejece”.

Hoy en Cuba el número de ancianos es mayor que el de los niños y adolescentes, según datos del último censo de población, el cual pone sobre la mesa uno de los problemas más complejos que enfrenta la sociedad cubana. Este cuadro será cada vez más común mientras continúe aumentando la esperanza de vida, cuyo promedio supera en la actualidad los 78 años para los hombres y los 80 para las mujeres.

Resulta gratificante conocer que nuestra población cuenta con tan elevada expectativa de vida. Ello es el resultado de la amplia cobertura de salud de un país que tiene como prioridad al ser humano desde el 1.o de enero de 1959. Sin embargo, no deja de preocupar que el 18,3 % de los cubanos tienen 60 años o más 2 140 738 habitantes (dos millones ciento cuarenta mil setecientos treinta y ocho habitantes). De ahí que el acelerado proceso de envejecimiento que vive la sociedad cubana se produce con mayor rapidez en comparación con el resto de las naciones de América Latina. Entre sus causas figuran la emigración y los bajos índices de fecundidad y mortalidad.

CUANDO LA POBLACIÓN ENVEJECE

Cuba se ubica en el segundo lugar en la lista de países con más elevado índice de envejecimiento poblacional, antecedida por Canadá. Los estudios demográficos y las investigaciones apuntan a un incremento de tal situación, por lo que en nuestro caso para el 2030 el segmento poblacional de 60 años o más pudiera elevarse a más de tres millones de personas.

No se trata de una utopía, es ya un hecho comprobado, y las cifras serán aún más inquietantes a medida que los almanaques avancen. Es por ello que la preocupación por las personas de la tercera edad se enfoque más allá de la protección de la salud y la seguridad social. Se hace necesario también brindarles una mayor participación en el desarrollo socioeconómico, un entorno amistoso y solidario, y garantizarles condiciones adecuadas a sus limitaciones, atendiéndolos con el respeto, la ternura y la dignidad que merecen.

“A las personas mayores como yo la gente muchas veces no le quiere hacer caso, cuando casi siempre tenemos la razón”, me dice mi entrevistada mientras prepara el café. Y es que los nacidos en la década de los 20 y los 30 viven un tiempo de transformaciones vertiginosas, aún difíciles de comprender, que en ocasiones los fascinan y en otras los inquietan, y seguramente eran impensadas algunos años atrás. Deben adaptarse a un mundo en el que por momentos no parece importar ni el pasado ni la experiencia, donde los fuertes ideales con los que crecieron y fueron educados han caído en desuso, mientras otros valores y paradigmas ocupan una nueva escena social.

PRÁCTICAS QUE ENSEÑAN

Maestros de la negación y abrazados a la imagen de personas independientes y fuertes por siempre, les cuesta asumir el paso del tiempo. Un día se olvidan dónde dejaron las llaves, otro, tienen dificultades para levantarse de la cama o pierden a su compañero o compañera de toda la vida y se desmoronan. Y así, superados por la fuerza de los hechos, nos damos cuenta de que nuestros familiares: madre, padre, abuelas y abuelos, ya no tienen toda la capacidad de años atrás ni la misma confianza en sí mismos. Es entonces cuando debemos preguntarnos: ¿qué hacemos por nuestros mayores?, ¿les damos el respeto que se merecen?

La vejez llega con rapidez. Comprender las dificultades de este proceso que incide grandemente en la dinámica familiar, asimilarlo en aras de una mejor comprensión, debe contar con el protagonismo no solo del propio adulto, sino también de la familia y la comunidad.

“Nací un martes 13, que no me trajo mala suerte porque nací en Cuba”, dice Hilda con orgullo y brillo en los ojos. Y es que el bienestar del adulto mayor es una de las prioridades del Estado, y es una atención que ha venido perfeccionándose sistemáticamente con el objetivo de procurar una longevidad activa, productiva y feliz.

Pero más allá de los esfuerzos del gobierno cubano, depende de todos en el sistema de salud y en el resto de la sociedad asumir de manera adecuada el envejecimiento de la población cubana. Se trata de trabajar por una sociedad integradora y justa para nuestros mayores que en algún momento fueron el sostén del hogar y la fuerza impulsora del país y que hoy merecen el respeto y la atención de todos: la familia, la comunidad, Cuba entera.

De ahí que desde la familia se necesita inculcar el amor y la sensibilidad hacia las personas de la tercera edad, quienes deben ser asumidos como lo que son, seres humanos que tienen la dicha de tener una larga vida, porque la vejez no puede ser sinónimo de infortunio, sino de orgullo.

Los ancianos deben tener las mismas posibilidades de desarrollo, aprendizaje y nuevas experiencias como en cualquier otra etapa de la vida. Eso es precisamente lo que en ocasiones obviamos, y asociamos al adulto mayor la imagen de incapacidad y soledad, cuando por el contrario, son muchas las oportunidades que tienen para seguir haciendo una vida plena con nuevos y diferentes proyectos.

No podemos pensar en la vejez como una etapa productiva terminada. ¿Cómo hacer para que las personas de la tercera edad no se sientan excluidas? Consolidar su rol social, redescubrir sus capacidades y habilidades, enriquecer su autoestima al ser protagonista activo de la comunidad, pudieran ser algunas de las alternativas.

Sobre las acciones del Estado en el cuidado de sus ancianos, la situación actual de este sector de la población en Cuba y el papel de la sociedad estaremos debatiendo en próximas publicaciones de nuestra revista.


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Rosmely Alvariño Alvarez


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