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miércoles, 27 de noviembre de 2024

Máximo Gómez, el Napoleón del Caribe

Por su condición de estratega brillante y táctico genial, así le bautizó el intelectual dominicano Juan Bosch...

Pedro Antonio García Fernández en Exclusivo 17/06/2015
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Quienes le conocieron, lo describían de apuesta figura, erecto, delgado, ágil y elegante. Tenía trigueña la faz, finos los labios, los ojos negros, sedoso el cabello. Mirada viva, penetrante. Muy sobrio en las comidas, no fumaba, ni profería malas palabras ni permitía tampoco que las dijeran en su cuartel.

Aseguraban los cronistas que Máximo Gómez vestía muy sencillo. Al cinto, el machete curvo que perteneció a Martí y un revólver con cabo de nácar. No usaba distintivo militar, sus únicas insignias eran el escudo nacional y una estrella de cinco puntas, al lado izquierdo del pecho.

Sin embargo, en la memoria de casi todos los cubanos, es para siempre el viejo general de cabellos y barbas blancas, copioso bigote, esbelto sobre su corcel, tal como aparece en la fotografía del venezolano Gregorio Casañas captada en el central Narcisa en octubre de 1898.

Organizador enérgico, lo calificó Martí, “de quien solo grandezas espero (…) Donde está él, está lo sano del país, y lo que recuerda y lo que espera”. A lo que agregaba Maceo: “¿No es el más capaz de todos, y el que ahoga la ambición mezquina con su gloria y con su espada, más grande y más brillante que todos?”.

Durante treinta años, se hizo célebre en los campos de Cuba como genio de la estrategia y por su coraje y temeridad. Cuentan que en el combate de Mal Tiempo, uno de sus generales le alertó: “Solo se dispone de dos cartuchos por cada arma”.

Antonio Maceo, quien se hallaba a su lado, intervino en el diálogo y aseguró que a los cubanos les bastaba el machete para vencer. “Pues adelante, general”, precisó Gómez. “Si se avista al enemigo, un tiro y al machete”.

BREVE BIOGRAFÍA

Según la historiografía tradicional, Máximo Gómez Báez nació en Baní, República Dominicana, el 18 de noviembre de 1836, pero nunca se ha encontrado documentación alguna que lo confirme. Él mismo dudaba del año de su venida al mundo y se ha aceptado la fecha mencionada sobre la base de cálculos aproximados.

Ante la amenaza de una invasión haitiana a su país, se enroló en el ejército dominicano y tuvo su bautismo de fuego en el combate de Santomé el 12 de diciembre de 1856. Tras la anexión de su patria a España (1861), pasó a ser capitán de las fuerzas ibéricas y luego lo ascendieron a comandante.

En 1865 fue destacado en Santiago de Cuba. Lo licenciaron en 1866 y se asentó en El Dátil, finca ubicada en la jurisdicción de Bayamo. Al ver la prepotencia y las arbitrariedades del colonialismo español, se solidarizó con los cubanos y comenzó a conspirar con los independentistas.

El 16 de octubre de 1868 se incorporó a la insurrección iniciada por Carlos Manuel de Céspedes y recibió el grado de sargento. Dos días después, el propio Céspedes le confirió el grado de mayor general y lo destinó a la tropa de Donato Mármol.

El 26 de octubre de 1868 (algunos historiadores aseguran que fue el 4 de noviembre de ese mismo año), dirigió en el combate de Pinos de Baire la primera carga al machete de nuestras guerras de independencia y demostró las potencialidades de esa arma en la lucha insurrecta contra el yugo peninsular.

Gómez aconsejó a los cubanos adaptarles una guarda o cazoleta en la empuñadura del machete para transformarlo en arma de guerra. “Nadie haga fuego hasta que yo dé la orden”, dijo. La columna integrista, entretanto, avanzaba por el camino real de Santiago en correcta formación sin apercibirse de la emboscada.

Gómez gritó: “Al machete”. Los fusileros dispararon los pocos cartuchos que tenían y junto con los demás, se lanzaron detrás de su jefe sobre la tropa peninsular que retrocedió primero y luego huyó a la desbandada. Más de la mitad quedó tendida en el campo o trasladada herida en angarillas hacia Baire.

La columna española no pudo continuar su avance. Desde ese día, y por lo que hizo después, el nombre de Máximo Gómez se volvió imprescindible en la historia de Cuba.

Luego fue el vencedor de mil batallas en las invasiones a Guantánamo (1871), Las Villas (1875) y Occidente (1895), la Campaña de La Reforma (1897), las acciones de La Sacra, Las Guásimas, Mal Tiempo.

Por su condición de estratega brillante y táctico genial, el intelectual dominicano Juan Bosch le bautizó como “el Napoleón del Caribe”, pues su talento igualaba al del emperador francés, mundialmente reconocido por sus indiscutibles aportes al arte militar.

Solían decir sus ayudantes y escoltas que en los combates su voz sonaba imperativa y rápida, cuando ordenaba cargar a la tropa y levantaba su brazo armado del alfanje “de ancha y curva hoja de fino acero” y “partía como un rayo” al encuentro del enemigo.

CONTRA EL YANQUI

El cese de la dominación española en 1898 no implicó la independencia de Cuba. La intervención estadounidense frustró el anhelo de los mambises.

Gómez, con sus declaraciones y su actitud independentista, disuadió a los círculos de poder en Washington de ejecutar los proyectos de anexarse a Cuba. Definió como el objetivo fundamental del pueblo de la Isla “la constitución definitiva de la República para que Cuba sea realmente libre e independiente”.

En contra de ciertas pretensiones anexionistas, olvidó agravios y se unió a sus hasta entonces denostadores para demostrar cuanto “se engañaban los que creen que entre nosotros existen enemistades… marcharemos unidos a la consecución de nuestra amada independencia”.

Cuando Washington apeló al neocolonialismo, mediante la Enmienda Platt, impugnó fuertemente ese apéndice a nuestra soberanía, y proclamó públicamente luchar contra esa imposición.

Enfrentado al reeleccionismo de Estrada Palma y a la amenaza de la llegada al poder de elementos autonomistas y anexionistas, falleció en la Habana el 17 de junio de 1905.


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Pedro Antonio García Fernández

Periodista apasionado por la investigación histórica, abierto al debate de los comentaristas.


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