El cuentapropismo tiene sus historias. Desde la familia que renunció en pleno a su vida profesional para dedicarse a vender pizzas, hasta la del gafe que va por su decimocuarto negocio fallido. La de aquel grupo de arrendadores que reunió parte de sus ganancias para ayudar a la rehabilitación de una sala oncológica infantil o la de vendedores sin ley que lucran con la necesidad de sus paisanos.
El cuentapropismo está de moda. Siempre me encuentro con alguien que tiene un negocio en mente, que ahora va por un crédito o espera un dinerito de un primo lejano. Ya son más de 500 mil los cubanos que ponen los frijoles, o a veces algo mejor, sobre la mesa de su familia teniendo como única o principal fuente de ingresos el trabajo no estatal.
La actualización del modelo económico y social, sin renunciar a la propiedad social sobre los medios de producción, ha ampliado esta y otras formas de gestión, como las cooperativas y la inversión extranjera. Se trata de mecanismos que tienen el propósito de incentivar el desarrollo de las fuerzas productivas con el ánimo de construir un socialismo próspero y sustentable, que es como decir construir el socialismo a la cubana.
Como ha reconocido el propio Presidente de los Consejos de Estado y de Ministros, Raúl Castro, se trata de la última oportunidad histórica para salvar el proyecto alternativo cubano, cuyo concepto no aparece escrito en ningún manual y cada día parece que se descubre ante nuestros ojos como si fuera algo completamente nuevo.
En esas tribulaciones no falta la aparición de fenómenos que resultan contraproducentes con los principios de la sociedad cubana. La corrupción, el egoísmo, la enajenación y la pérdida de valores, son manifestaciones de ese costo social que provoca la recurrencia a prácticas del modo de producción capitalista para incentivar las fuerzas productivas.
Para muchos el Estado debería ceder la propiedad de más sectores de la economía y limitarse a cobrar impuestos o repartir riquezas. Otros tienden a considerar demasiado ingenuas las proposiciones que hacen hincapié en la educación, la ética y la moral de las personas como una vía para dar solución a los problemas económicos.
Son los llamados economicistas, que pretenden encontrar en el determinismo de los números y por cientos la explicación de la compleja conducta humana, y aunque en ocasiones los mueven las buenas intenciones, se sabe que de ellas está empedrado el camino del Infierno.
No es la primera vez que la sociedad cubana se enfrenta a una encrucijada como esta. En la década de 1960 se vivieron polémicas similares, pero en un contexto diferente, cuando la experiencia del socialismo real de Europa del Este y la Unión Soviética constituía una influencia muy fuerte.
En aquel entonces una voz se sumó al debate. Una voz y un brazo, porque cada letra que depositó sobre la cuartilla en blanco fue el resultado de un profundo análisis de la teoría marxista-leninista y la aplicación práctica de estas conclusiones desde su puesto del Ministerio de Industrias o el Banco Central de Cuba.
Esa conjunción entre teoría y praxis matizaron el pensamiento económico de Ernesto Che Guevara, extensamente citado pero muy pocas veces imitado. Por ser concebido desde el Tercer Mundo y para el Tercer Mundo, fue original y herético, pero en la actualidad mantiene su vigencia y es una alerta sobre los peligros de “construir el socialismo tomando prestadas las armas melladas del capitalismo”.
Uno de los principales señalamientos del Che en sus escritos y discursos era el riesgo de que prosperaran posiciones que defendían un socialismo mercantil o el uso inteligente de la ley del valor, puesto que reproducían conceptos capitalistas pero en una sociedad en la que no existía la explotación del hombre por el hombre, lo que conducía a una contradicción que a la postre limitaba el desarrollo económico.
En este sentido es revelador, por ejemplo, la explicación que brinda sobre los efectos en los precios y los salarios que se derivan de la aplicación de fórmulas capitalistas; o el peligro de convertir los incentivos materiales en la palanca del desarrollo y abandonar el estímulo moral y el trabajo político.
Precisamente uno de los ejes discursivos fundamentales del pensamiento del Che era la subordinación de lo económico a lo político y la importancia de la conciencia en la solución de las problemáticas de la realidad.
De ahí se desprende por ejemplo la importancia que daba al estímulo moral por encima del material. Ello no quiere decir que no estuviera claro de que las personas tenían que satisfacer necesidades básicas como la alimentación, pero si la sociedad se circunscribía a atender solo a estas, entraba en un círculo vicioso que conducía al consumismo, de ahí la importancia de retribuir las hambres espirituales de los seres humanos.
Estos artículos, entre los que se encuentra el paradigmático El socialismo y el Hombre en Cuba, son un valioso testamento político y económico del que murió en la Higuera. Volver a ellos en las circunstancias actuales es una experiencia completamente nueva. De ella sacaríamos como síntesis que la actualización del modelo económico y social no debe conducirnos únicamente a la sostenibilidad, prosperidad y desarrollo de las fuerzas productivas, es también, y quizás, sobre todo, la formación de un Hombre Nuevo.
artemiseño
8/10/15 15:20
Muy oportuno el artículo
Muchos han repetido la frase del Che: “construir el socialismo tomando prestadas las armas melladas del capitalismo”.
Sin embargo pocos quizá han comprendido bien el significado de armas "melladas", no es por que no sirvan en si en el nuevocontexto social, sino porque hay que "mellarlas" necesariamente para elimiarle su filo antisocial antiético (individualismo, enajenación etc). Aún así el Che no estaba de acuerdo, pensaba que el socialismo debía apelar a conecptos completmente nuevos. Estas son son sus palabras: ...El socialismo meramente como medio de distribución no me interesa.
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