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martes, 24 de diciembre de 2024

Seis visiones de humanidad y tradición (+ Fotos)

Estas son las singulares historias de diseñadores cubanos que intercambiaron con comunidades artesanales de Yucatán y Guerrero, como parte de un programa de colaboración inscrito en Design Week México...

Anneris Ivette Leyva García en Exclusivo 04/10/2019
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Nadie ha dicho que se llame así por “esa razón”. No aparece registrado en ninguna de las fuentes consultadas. Se denomina Visión y Tradición y punto. Es un programa de residencias entre artesanos y diseñadores que se desarrolla en el marco de Design Week México (DWM), evento que alcanza ya sus 11 ediciones con el ánimo de promover los aportes del diseño a la calidad de vida de las comunidades.

Pero la “razón” del porqué de este nombre se puede deducir.

Seis diseñadores cubanos participaron este año en ese espacio de colaboración junto a varios colegas de México. Su objetivo era intercambiar conocimientos con diferentes grupos de artesanos de los estados de Yucatán y Guerrero.

Cuando a estos profesionales se les entrevista, es posible llegar a afirmar que el apelativo de Visión y Tradición tiene que ver con los “efectos secundarios” que quedan del contacto con la historia, la naturaleza y las culturas de nuestros pueblos latinoamericanos en su estado más puro. Es una experiencia que marca huellas profundas en un lugar indecible, imprecisable, que solo los ojos transparentan.

Visión y tradición obliga, a quien lo vive, a mirar el mundo de otra manera.

I-LOS SUEÑOS

Cuando se conoció de la elección de Cuba como país invitado a Design Week… y la oportunidad de colaborar con su programa de residencias, varios profesionales de la Isla enviaron sus candidaturas. Entre los seis escogidos por las autoridades mexicanas, Adrian García Alvarez resultó ser el más joven.

Aunque apenas tiene un año de graduado, este diseñador cuenta con una prometedora trayectoria, entre la cual se incluye haber obtenido en 2016 un Premio ONDi (el más alto reconocimiento estatal que en materia de diseño se otorga en la Isla) en la categoría de Producto.

La localidad que visitó durante los días 29 de julio y 1ro. de agosto se nombra Yaxunah y se ubica en el municipio Yaxcabá, en Yucatán; estado en el cual residen diferentes comunidades artesanales mayas, cada una con su especialidad.

“Estábamos apenas a 25 kilómetros de Chichen Itzá”; cuenta el joven con expresión de incredulidad, todavía pletórico de asombro.

El taller al que lo vincularon estaba integrado por una docena de mujeres, cuya especialidad era el urdido de hamacas. De estas, Adrian aprendió cuanto pudo –puntos, materiales, tiempos de confección- ya que sobre el tema sus anfitrionas “lo dominaban todo”. Narra también que en esta actividad las mujeres son las que laboran, fundamentalmente.

En los pocos días que allí estuvo, al joven no le bastó con aportar al trabajo de la comunidad y ayudarles a crear un nuevo producto, sino que convivió como uno más: dejó que “lo repartieran” para cenar, cada noche en una casa diferente y durmió también en una hamaca, “justo al lado del telar”.

Su idea consistió en hacerles trascender el plano bidireccional: “Les propuse, a partir de un ejercicio creativo de prueba y error, salirse de lo conocido y emplear su propia manera de hacer en la concepción de otra estructura, que condicionara la forma que adopta el textil. Ello derivó en tres modelos distintos de luminarias con una función comunicativa importante: enaltecer las técnicas artesanales.”

Entre quienes habitaban la comunidad nunca encontró dudas a causa de su edad o recelos por su origen foráneo: “eran muy abiertos a lo que yo les proponía”.

Cuando Adrian habla de Yaxunah su mirada se llena de sueños: unos, ya cumplidos; otros, nacidos al calor de la leña encendida que allá lo abrigó y de una hamaca que pende.

II-LA PROFUNDIDAD

Lo primero que aflora en la historia de Rafael Estopiñales Pérez es su determinación: fue el primero, entre los cubanos, en lanzarse a un xenote sin conocer previamente el calibre de sus profundidades. Así lo declaran sus compañeros de viaje entre risas y algo de reproche, de susto latente.

Los xenotes (o cenotes) son depósitos de agua dulce que tienden a ser circulares y profundos; su denominación proviene del maya y significa pozo o caverna. Para esta cultura, constituían lugares sagrados donde se efectuaban rituales. La magia que de ellos emana los ha convertido hoy en objetivos turísticos y, de su poder de atracción, puede dar fe este diseñador.

Rafael es profesor del Instituto Superior de Diseño (ISDi). Como parte de Visión y Tradición, estuvo en la hacienda San Pedro Ochil, situada en Mérida, capital de Yucatán.

Su trabajo transcurrió en un taller de piedras pequeño y escasamente dotado de maquinarias. En él compartió con apenas dos artesanos, en este caso hombres.

Como diseñador joven que también es, una de las preguntas que le hacemos gira en torno a las edades de aquellos experimentados “pedreros”, con quienes intercambió conocimientos.

Antes de responder lo piensa mucho, se muestra indeciso. Afirma que, al igual que sucede con las mujeres, es muy difícil calcularles los años.

Aunque él no lo expresa, es obvio que aquí sucede como en otras regiones de nuestra geografía latinoamericana: el trabajo duro se acumula en la piel.

La producción de este taller estaba enfocada en artículos de pequeña escala, como jaboneras y portavelas, y la máxima aspiración de sus trabajadores era lograr venderlos en calidad de souvenirs, en varios puntos de la localidad.

“Nos pusimos a pensar en algo que pudiera llegar al mercado nacional; en objetos que no salieran del país, sino que pudieran quedarse. El otro propósito era trascender la escala inicial trabajada.”

El resultado fue muy bueno -afirma. En ningún caso podemos revelar detalles hasta la inauguración de la exposición, pero el público va a encontrar un producto totalmente diferente, realizado con los mismos recursos que se encontraban disponibles en el taller.

Los ojos de Rafael acompañan la seguridad de sus palabras; se muestran conformes, convencidos de la utilidad de la labor realizada; llenos de una certeza profunda y clara, como la de un xenote.

III-LA GRATITUD

Sandra de Huelbes Ocaña -cofundadora en la Mayor de las Antillas del proyecto Piscolabis- realizó su residencia en la localidad de Granada, del municipio Maxcanú, igualmente en Yucatán.

Allí encontró un “telar de cintura de henequén” donde aproximadamente seis mujeres confeccionaban unas carteras muy básicas a partir de unos planos de fibra tejidos, rectangulares, quizás de diferentes colores, pero nada más.

No usaban ningún otro material –relata la diseñadora especializada en vestuario. Mientras se me ocurría qué hacer en tan poco tiempo, con el único recurso que teníamos, les pedí que me dejaran “verlas tejer”. Y hacia el telar fueron con su sonrisa imborrable, “¡no paraban de reír!".

“Así, observando una labor tan antigua como compleja, se me ocurrió la primera pieza de las dos que elaboramos: un accesorio (collar), inspirado por la propia técnica con la intención -a modo de homenaje- de recrear el telar, las etapas del proceso, el papel vital del artesano...”

Luego –ahonda de Huelbes-, las convidé a realizar un ejercicio creativo a partir de los bolsos que ellas realizaban, pero pensando en utilizar otros recursos; de aquí salieron diferentes ideas: apareció un broche resuelto con un tronco de madera cortado; asas a partir de una fibra gruesa a la que llaman bejuco, alfileres tomados también de elementos de la naturaleza... Cuando empezaron a ver los resultados se entusiasmaron mucho.

“Finalmente les propuse hacer una cartera totalmente diferente y que buscara volumen, a partir de la unión de dos piezas de producción habitual en el taller, cuya estética se reforzaba con la adición de flecos del propio material.”

Fue muy emotivo ver cómo se les despertó la creatividad -enfatiza. Nuestra misión era convencer, nunca imponer y eso se logró. El ejemplo más tierno fue el de ‘doña Yoli’, la mayor entre las mujeres del equipo, quien de repente empezó a elaborar su propio diseño a partir de lo aprendido, con un resultado muy creativo. Al ver esto supe que habíamos cumplido nuestras expectativas y objetivos; pues mientras ellas ganaban conocimientos, nosotros nos enriquecíamos.

Este programa de residencias, destaca Sandra, contó con el apoyo de la Fundación Haciendas del Mundo Maya, organización que ha realizado una labor de rescate de las tradiciones artesanales a partir de varios proyectos. En algunos casos, se trata de saberes medio extintos, y la Fundación ha logrado que estas comunidades reaprendan las técnicas ancestrales y sepan cómo organizar mejor los procesos. Luego otra entidad, Taller Maya, apoya con una más justa comercialización de los artículos.

De Huelbes habla con agradecimiento hacia estas organizaciones, como si el trabajo que realizan le fuera de beneficio propio. Su gratitud es expresión de empatía. No son necesarios más de tres días para llegar a identificarse plenamente con las personas que, como la adorable “doña Yoli”, habitan estas comunidades; no hace falta más tiempo para reconocerse en su cultura, que es un poco también la nuestra.  

IV-LOS RECUERDOS

Muy cerca del local donde Sandra veía funcionar el telar de cintura, otro cubano compartía saberes con maestros artesanos del henequén.

“Allá las costumbres son muy diferentes de lo que nosotros conocemos, las mujeres trabajan en un sitio y los hombres en otro”; comenta Ángel R. Fornaris Cubela, líder –junto a junto a Rosa Rodríguez- del proyecto Katauro Luminarias.

Al comienzo, el diseñador admite haber encontrado un poco de escepticismo, una fina barrera de contención cultural que él logró derribar, también, a pura cultura.

“Fue difícil romper el hielo, era un reto que debíamos lograr en poco tiempo; pero nuestra idiosincrasia afable, jocosa, nos permite integrarnos muy rápido en cualquier escenario y así, enseguida, pudimos hacerles evidente nuestra intención de ayudar”.

El taller de jipijapa al que se sumó contaba con seis trabajadores y, de ellos, él colaboró directamente con dos. Entre sus producciones de modesta escala resaltaba el sombrero, por su técnica y fama.

Un artesano muy diestro –explica Fornaris- puede tardar un día completo en tejer las delgadas fibras de entre 2 y 3 milímetros, para darle forma a uno de estos sombreros. En muchos casos, dicha labor la realizan en cuevas, lugar donde encuentran las condiciones de humedad adecuadas para poder trabajar el material.

Pero cada artículo tiene su propia complejidad, su técnica específica, su tiempo.

Y en esta última variable se basó Ángel para elaborar una propuesta que beneficiara el quehacer de la comunidad. Partiendo de su experiencia con las luminarias, los convidó a hacer un producto distinto que, en su etapa de desarrollo, disminuyera procesos y facilitara, por tanto, acortar los tiempos de confección.

Esta idea, además de aportar valor desde el diseño, contenía ventajas prácticas que podían redundar en beneficios económicos; pues posibilitaba que una jornada fuera más productiva e, incluso, aprovechaba partes de la materia prima que antes eran desechadas.

Al indagar más en los matices de su estancia en Yucatán se hace evidente que, tras los recuerdos del trabajo, otras emociones reposan.

Quizás el detonante fue el corre-corre de los muchachos, “el fresco de las matas” o el sonido de la radio. Lo cierto es que Fornaris, al verse en tierras maxcanuenses, se remontó a los años de su sana niñez en Manzanillo.

La pureza de los ambientes naturales y la actitud humilde y bondadosa de quienes lo rodeaban le traían a la mente su ciudad natal.  

Cuando lo cuenta su mirada se pierde, quién sabe si en aquella latitud del Oriente cubano o en la incógnita que le surge a continuación: ¿por qué experiencias similares no pudieran realizarse en la Isla, para oxigenar con diseño nuestras valiosas artesanías?

V-LA TERNURA

Ningún taller se parece a otro, aseguran los participantes de Visión y Tradición.  Por eso la experiencia de Carilyn de la Vega Hernández con el henequén en X-Kanchakán, localidad del municipio yucateco de Tecoh, es totalmente diferente a las anteriores.

La diseñadora, reconocida en nuestro país por el proyecto Guajiro Studio, que lidera junto a Carlos Pérez, explica que la especialidad de esta comunidad es el henequén costurado. Sobre la palma de una mano indica la particularidad de esta técnica: coser la fibra a manera de una espiral plana, lo cual le otorga una apariencia circular a los objetos.

El taller estaba integrado por 7 artesanas, pero a ella le tocó trabajar directamente con cuatro: “doñas Soledad, Gloria, Elisa y Nancy”.

Sus piezas –especifica- tenían una pequeña escala: recipientes para guardar las tortillas, posaollas… Sobre la base de las habilidades manuales y la propia espiral, las invitamos a usar más la tridimensión.

“Nuestras sugerencias las asimilaron muy rápido; son artesanas muy eficientes, de una experticia abrumadora”.

Más que particularizar en el contenido del trabajo, cuyos resultados finales serán develados en Design Week México, la diseñadora hace énfasis en el “valor humano” de estas mujeres de edades imprecisas, quienes “podían tener 30 años o 60” y tejían siempre con la radio puesta, escuchando música, hablando en maya…

Las palabras de Carilyn ratifican que Visión y tradición es un programa donde se rebasa la colaboración técnica para dar paso al encuentro con seres “entrañables”, de una sencillez alentadora.

Estas cándidas mujeres compartían las sugerencias de la joven con seriedad profesional y a la vez –de la Vega sonríe, mientras recuerda- le hablaban de la importancia de casarse; la respetaban como aprendices a una maestra y al mismo tiempo le regalaban los más tiernos y sempiternos consejos, como madres ancestrales a una hija que crece.

VI-LA HISTORIA

Para Maite Duménigo Bordón casi todo fue diferente: no hubo Yucatán ni henequén, no hubo tres días ni cuatro noches; pero sí el mismo calor humano, el privilegio de una vivencia histórica. Su residencia tuvo lugar en Taxco, región del estado Guerrero, entre los días 7 y 10 de agosto (con poco más de dos jornadas en ese lapso para el trabajo directo en el taller).

Las joyas de plata y seda a las que, en su quehacer profesional habitual, ha dado vida Maite -en una etapa de creación posterior a sus múltiples años como docente del ISDi- la condujeron a participar en el intercambio con plateros que promoviera Visión y Tradición.

Particularmente, en la localidad de Taxco fue donde se radicó en 1929 William Spratling, fundador de la orfebrería contemporánea taxqueña, la cual albergaría una fuerte influencia de las culturas autóctonas. Y justamente en la otrora hacienda de esta singular figura se hospedó Duménigo.  

La diseñadora describe su admiración al hallarse en este espacio, fielmente conservado por Violante Ulrich, hija de un cercano amigo de William; quien además le ha dado continuidad, con los artesanos de la zona, a la obra legada por el precursor.

Spratling no era orfebre sino arquitecto, pero tenía una innegable sensibilidad por el oficio y abrió varios talleres de formación para los plateros taxqueños. Así, -expone la entrevistada- consiguió fusionar la visión contemporánea de la joyería con las culturas originarias.

 “Es un lugar de ensueños no solo por su belleza natural y la de sus interiores, sino por la historia que alberga y de la cual una inesperadamente se siente parte”.

El trabajo de colaboración de Duménigo consistió en ir desde la conceptualización de un novedoso producto hasta la definición de su solución técnica, incluyendo el aporte de la documentación. Adelanta que el proyecto fue realizado a cuatro manos con Andrés Alanis, uno de los artesanos del equipo de plateros convocados.

“Para la producción de la pieza se empleó una matriz original del taller de Spratling; gesto que apuntaba a “revivir su legado y sapiencia”, a rendirle homenaje.

Como en los relatos anteriores, Maite destaca que lo más importante y valioso fue la interconexión con personas de sobrada nobleza, que aman mucho a nuestro país.

Ser cubana le atrajo memorables gestos de respeto y cariño; le posibilitó ver, al desnudo, la arraigada amistad entre los pueblos de Cuba y México, la solidez de una hermandad que Visión y Tradición también ha ayudado a fortalecer.

-CONTINUIDAD

Las piezas resultantes de los intercambios aquí descritos y de los que igualmente llevaron a cabo los diseñadores mexicanos, serán expuestas en la sala Media Luna del Museo Nacional de Antropología del 10 al 27 de octubre, como parte del programa de Design Week México, evento que acaba de iniciar el pasado día 3.

Además, el registro fotográfico de cada vivencia, su documentación en imágenes, podrá apreciarse en la Galería Abierta de las Rejas del Bosque de Chapultepec.

Quienes se encuentren cerca de las sedes mencionadas, de seguro no querrán perderse el resultado de estas interacciones mágicas. Quienes estemos lejos no nos conformaremos: pista a pista seguiremos tejiendo estas historias como si fueran una hamaca, tallándolas como si se tratara de una piedra, puliéndolas como si tuviéramos entre las manos el más precioso de todos los metales.


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Anneris Ivette Leyva García

Licenciada en Periodismo (2008) y Máster en Gestión de Diseño (2021). Integrante del proyecto creativo de comunicación y diseño Estudio Formato y de su Observatorio de Comunicación Política. Colaboradora de Cubahora y de la revista cubana de diseño La Tiza.


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