No es entendible la historia de la Revolución Cubana si se desconoce la labor de los Órganos de la Seguridad del Estado. Desde los años sesenta, la actividad de estas fuerzas ha constituido un pilar en la defensa del proyecto revolucionario frente al acoso que, con singular fuerza, han sostenido las sucesivas administraciones estadounidenses, obsesionadas con destruir la herejía que encarna en la Cuba socialista.
Asumir el homenaje a los heroicos combatientes de la Seguridad puede resultar, sin embargo, el terreno idóneo para que aflore el lugar común. Por ello resulta un deber encontrar maneras de vertebrar la necesaria conmemoración. Consciente de tal dilema, quien escribe estas líneas prefiere explorar una ruta distinta.
En el imaginario de generaciones de cubanos, la actividad de la Seguridad del Estado ha quedado anclada a las exitosas plasmaciones que esta ha encontrado en la ficción audiovisual. Películas y sobre todo series televisivas han contribuido a conformar un símbolo hasta hoy vigente. El hombre de Maisinicú, En silencio ha tenido que ser, Julito el pescador, La frontera del deber y Para empezar a vivir constituyen ejemplos cimeros dentro de las producciones que han asumido como centro el tópico señalado.
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Primer Capítulo de “En silencio ha tenido que ser”, serie basada en hechos reales de la vida de un agente de la Seguridad Cubana infiltrado en los Estados Unidos
El éxito de este discurso audiovisual radicó en la capacidad para transmitir el heroísmo de sus protagonistas sin despojarlos de su condición humana. Son estas historias con gente de carne y hueso, con seres ajenos al maniqueísmo simplista. El arquetipo plano no tuvo espacio allí y por eso resultó tan eficiente la conexión con los públicos.
De manera especial, llama la atención la presentación del héroe desde su fragilidad. No asistimos aquí al despliegue de las peripecias de un James Bond tropical. Los clichés del género de espionaje fueron deconstruidos de una forma tal en la que, sin renunciar a la acción y al ritmo trepidante de la historia, se narraba de manera diferente. El héroe sigue siendo el héroe, mas su condición de hombre común inserto a conciencia en las peripecias del acontecer desde una clara toma de partido constituye el elemento central que queda explicitado frente al espectador.
Primer capítulo de la popular serie de 1980, "Julito el pescador", que narra la historia de Julito, un humilde pescador cubano que se infiltra en las filas de la CIA
Lamentablemente, las últimas tres décadas no han resultado demasiado prolíficas en el ámbito de la recreación de la actividad de los combatientes de la Seguridad del Estado. Puede decirse sin temor que aún no hemos contado la historia de estos últimos decenios, en los que defensa del país desde las sombras fecundas del trabajo de la inteligencia y la contrainteligencia ha tenido que realizarse bajo los duros efectos de la compleja situación económico-social que vive el país, escenario este vinculado –en primerísimo orden– al reforzamiento de la hostilidad estadounidense contra el país.
Las producciones de años recientes carecen de la fuerza de sus antecesoras, pues no han logrado conectar con la sensibilidad de los días que corren, al tiempo que se han mostrado incapaces de escapar a los esquemas dramatúrgicos que en el pasado fueron sorteados con galanura. Sin embargo, la inconformidad que puede desprenderse de la realidad esbozada no debe hacernos olvidar lo más importante: el trabajo creador y heroico de los hombres y mujeres de la Seguridad sigue en pie como sostén del socialismo cubano. Le toca a la ficción audiovisual volver a colocarse a la altura de nuestros combatientes; encontrar los caminos para contar la historia con esa garra que subyuga a los públicos. Ese será siempre un homenaje mayúsculo a quienes día a día trabajan con denuedo por nuestra tranquilidad.
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