La geopolítica del siglo XX se asoció a dos guerras mundiales, al crecimiento del poderío de Estados Unidos que evolucionó hacia posiciones imperialistas y al surgimiento, esplendor e insólito fin de la Unión Soviética. La II Guerra Mundial precipitó la creación de la bomba atómica, y la Guerra Fría la carrera espacial que llevó al hombre a la luna.
En la postguerra se produjo la descolonización afroasiática, surgió el Campo Socialista y los estados de bienestar, se aceleró el progreso científico y tecnológico a lo cual se sumó el despegue económico de China y el repunte de Rusia, que conserva el poderío militar heredado de la Unión Soviética. En el Medio Oriente fue decisiva la partición de Palestina y la creación del Estado de Israel; mientras que para América Latina tuvo especial relevancia la Revolución Cubana y en África el fin del apartheid.
Ningún elemento natural tuvo la relevancia del petróleo, que sostuvo el crecimiento económico mundial y devino eje de la política global; incluso los Estados Unidos, se convirtieron en adictos dependientes del crudo extranjero. El control de las reservas de esa materia prima devino obsesión imperial que ha motivado varias guerras grandes.
En el siglo XXI la geopolítica planetaria se reconstruye sobre bases enteramente nuevas: no existe la contradicción Este-Oeste, los países emergentes asumen sus cuotas de influencia sin hacer peligrar la hegemonía económica y militar norteamericana. Rusia, con enormes esfuerzos, sostiene la paridad nuclear heredada de la Unión Soviética, empeño que puede sofocarla.
Un dato de enorme significación es que la dependencia Norteamérica del petróleo y del gas importado del Medio Oriente, México y Venezuela se reduce vertiginosamente. En 2014 Estados Unidos pudiera consolidarse como primer productor mundial de petróleo y gas y en menos de 20 años alcanzar la autosuficiencia energética convirtiéndose incluso en potencial exportador.
Las luchas políticas, incluso allí donde son más intensas como ocurre en América Latina, comienzan a asumir formas que no requieren de la ruptura del orden social, incluso para establecer el socialismo. Aunque persisten remanentes del enfoque decimonónico de la lucha de clases y la oposición entre el capitalismo y el socialismo se plantea a partir de elementos ideológicos, lo cierto es que tal esquema se desactualiza.
Al ser compatible con la democracia, los derechos políticos, la competencia electoral, incluso con el mercado, la propiedad privada y el capital extranjero, el socialismo de tercera generación no sólo posee un mayor poder de convocatoria, sino que es más viable.
El progreso con inclusión, la eliminación de la pobreza, la lucha por el bienestar en las condiciones del estado de derecho, puede incluso no molestar a los centros de poder y a los capitalistas que ganan cuando el bienestar y el consumo son mayores.
En cualquier caso, en términos geopolíticos globales, el reajuste que tiene lugar no tiene que ser necesaria ni totalmente fatal. Percibir las sutilezas estratégicas requiere de un olfato más fino del que se necesitaba cuando todo era más obvio. Allá nos vemos.
Péter
29/9/14 7:31
Buenos dias! Viva la revolution!
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Juan
23/2/14 20:09
No soy ciudadano cubano. Pero soy ferviente admirador del país sus programas culturales. Su teatro su música sus películas Sus bailes y su gente. ......gracias
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