Libertad religiosa en Cuba, el camino hacia la diversidad y el respeto

En diciembre del pasado año el gobierno de los Estados Unidos (EE.UU.) a través de su Departamento de Estado incluyó de manera unilateral a Cuba en una lista de “particular preocupación” por, supuestamente, violar de forma sistemática la libertad religiosa.

La administración de Joseph R. Biden, como protagonista una vez más del deterioro de las ya maltrechas relaciones bilaterales, acusó a la Mayor de las Antillas de abusar y ejercer la violencia contra comunidades religiosas comunitarias y sus lugares de culto.

Pero, sin reparar en un primer momento en estos argumentos acusatorios, ya de por sí de extraordinaria gravedad, resulta cuanto menos interesante encontrar en el mismo listado a naciones como Nicaragua, Corea del Norte, China, Irán o Pakistán. Todos considerados de una forma u otra por el propio EE.UU. amenazas a la seguridad nacional a partir de intereses específicos de su política exterior.

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Luego, ¿qué moral o derecho avalado por la comunidad internacional le otorga al ejecutivo estadounidense la capacidad de juzgar o enjuiciar a otros países solo por el simple hecho de no compartir sus métodos de gobernanza?

Tal y como ya han denunciado en reiteradas ocasiones las autoridades cubanas, detrás de todo ello hay una marcada conveniencia política, que busca validar la postura hostil e injerencista de EE.UU. hacia la Isla a través del bloqueo económico, comercial y financiero, la permanencia entre las naciones patrocinadores del terrorismo y la imposición de las más variadas restricciones comerciales.

En medio de un escenario internacional que se distingue por la apología de la discriminación y el odio religioso, Cuba, consciente de su propia historia e identidad como nación, entiende y acepta la valiosa contribución que hacen las personas de todas las religiones o creencias para comprender mejor los valores comunes que comparte la humanidad.

La Constitución de la República aprobada en 2019 establece como responsabilidad del Estado el reconocimiento, la garantía y el respeto a la libertad religiosa. Además, reconoce que las distintas creencias y religiones gozan de igual consideración desde la absoluta separación de la Iglesia y el Estado.

Asimismo, el artículo 57 de la Carta Magna valida el derecho a profesar o no creencias religiosas, a cambiarlas y a practica la religión de su preferencia, con el debido respeto a las demás y de conformidad con la ley.  Incluso, en el nuevo Código Penal se prevén sanciones para quienes impidan o perturben la libertad de culto, o inciten a la violencia por motivo de religión o creencias.

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Nadie niega, como dijera el secretario del Consejo Mundial de Iglesias, Jerry Pilay, a su paso por el país, los desafíos que se han de confrontar tanto a escala nacional como global. Pero si la voz del representante de la agrupación ecuménica más grande del mundo no vale cuando afirma que jamás han recibido ningún tipo de reporte sobre violaciones a los derechos religiosos en Cuba, nada tiene sentido.  

Las instituciones y organizaciones religiosas desarrollan, con total independencia y autonomía, sus actividades sociales, la formación de su personal, el nombramiento de su jerarquía, y sus movimientos dentro y fuera del país. Sus necesidades y opiniones son atendidas de forma directa por la dirección del Estado y Gobierno, los cuales sostienen diálogos francos, sistemáticos y abiertos con todas las denominaciones religiosas, sin distinción alguna.

Como expresara el informe presentado por nuestra nación para contribuir al informe de Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos presentado durante el 52 periodo ordinario de sesiones del Consejo de Derechos Humanos, la Mayor de las Antillas  “honra y reafirma su compromiso a favor de la aceptación de la diversidad, del multiculturalismo, de la lucha contra la intolerancia, contra los estereotipos negativos, la estigmatización, la discriminación y la violencia contra las personas basadas en religión o creencias; tomando en cuenta la diversidad de tradiciones de los pueblos y culturas, todas ellas con igual valor”.