¿Cuál es la utilidad de un congreso de pedagogía en estos momentos en Cuba? En un mundo globalizado, donde lo que se llevó a su máxima expresión es el egoísmo, en un universo signado por el abuso del ser humano y el uso de todos los medios para agotar el medio ambiente y las potencialidades del trabajo; la enseñanza asume ribetes superiores al simple hecho metodológico. No ha sido, ni debe ser, solo un podio para dictar líneas académicas, sino la oportunidad de oro para un activismo consciente de los problemas de la gente, de las comunidades y del espíritu. Porque la educación tiene como ente central el alma de los pueblos. No ha de hacerse un congreso solo para restañar las heridas de una humanidad sufriente que requiere del conocimiento y de la sensibilidad para su andar.
En la comunidad está la sabiduría, a pesar de que por décadas hayamos padecido de una enseñanza bancaria, acumulativa, reiterativa, que privilegia el dato estático o el academicismo de las publicaciones, los coloquios y las conferencias. Se necesita de un maestro que eduque aprendiendo. En esa relación dual que posee la cultura hay aún muchas deudas. El plano de la idealidad tiene una dimensión objetiva que, a la vez que es impactada por las relaciones económicas de la base social, incide en dichas cuestiones materiales y las transforma. Por ende, las ideas son instrumentos para echar a andar la materia, tanto para bien como para mal. Y la pandemia demostró cómo, aunque estemos interconectados más que nunca, no logramos hacer lo mismo con los mejores ideales y prácticas de nuestra especie. Si los mensajes que se globalizan en segundos pudieran ser beneficiosos y no de odio, ni banales, ni comerciales; tuviera que potenciarse una hermandad universal que previniera, educara, pusiera a disposición de todos las vacunas y las fórmulas contra todo mal ya sea del cuerpo o del alma.
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Un congreso de educadores tendrá que tener en cuenta estas dimensiones axiológicas y praxiológicas de esta historia presente que se nos va de las manos y que por momentos parece un caos global en el cual nada posee un rostro definible. En esa misma línea, los profesores cubanos tienen el reto de construir un país desde las ideas para ser llevado luego a una práctica compleja y mediada por fenómenos no siempre predecibles. Educar en esta nación no es solo tener en cuenta las cuestiones de aquí, sino cómo el mundo nos impacta, nos transgrede y nos compele a ser como ese mundo. No obstante, todo lo que proviene de este universo interconectado no nos beneficia. Muchas de las ideas que pululan en las redes son invitaciones al abandono del ser y a un consumo que no posee finitud y que resulta funcional a las intenciones comerciales de un sistema mundo regido por la lógica de la mercancía. El fetiche de este proceso resulta deshumanizante en tanto se convierte en el medidor de cada persona. Se es más o menos persona en dependencia de lo que se posee. La propiedad como condición sine qua non y ontológica y no la construcción de un individuo pensante. Según dicha manera de ver las cosas, Cuba hubiera tenido que comercializar hasta el agotamiento sus vacunas y no ofrecerlas como gesto de solidaridad. El mercado aprovecha todos los picos de venta y la lógica de la bolsa sustituye las construcciones humanistas que tanto tiempo tardaron en aparecer y que son el mejor legado patrimonial de las revoluciones. Enseñar a hombres y mujeres libres, en este contexto, incluye deconstruir las diferentes acechanzas del mercado y cómo atan y entorpecen los procesos de emancipación de la mente y del cuerpo, de la producción material y espiritual y del dinamismo del ser humano como un ente con conciencia dentro de la historia.
La gente quiere conocer, pero dicha actividad se halla metamorfoseada por el ansia de consumir. Comprar sustituye a leer, a acercarse a la vida. En las redes sociales, la publicidad incide directamente sobre la capacidad de discernimiento y la disloca. Se desvía la atención de lo que interesa y es definitorio y se crean picos de mercadeo constante a partir de fenómenos domésticos e intrascendentes que no edifican un criterio sólido sobre el mundo y nuestro sitio existencial. Se ha visto recién con el affaire Shakira versus Piqué, cuando en medio de una ola de fascismo global y golpes a la democracia de los pueblos; dos personas adultas y sus escarceos recibieron toda la prensa y los titulares en las redes. Dejaron de ser noticia los asesinatos políticos o el apoyo de los grandes intereses a dichas manifestaciones de antipolítica. La gente miró hacia otro lado y la operación goebbeliana tuvo efecto. En tal sentido, el profesor debe tener en cuenta la dimensión mediática de la enseñanza en tanto elemento del mundo de la idealidad en este contexto. Mostrar, desmontar, demostrar, tendrían que ser los verbos de la metodología de cada aula a partir de que se requiere un ser humano libre y que se inserte activamente en la realidad. Pero lograrlo en la práctica es difícil. La gente no existe dentro de una campana de cristal y construye su vida a partir de lo que resulta útil para su crecimiento en la vida concreta y cotidiana. Por ende, su comportamiento en la sociedad más que una cuestión de axiología académica deviene asunto vital, de suma trascendencia en la dimensión más común y cercana. Disminuir los niveles de violencia social, los episodios de marginalidad, de miseria en general va a ser duro en un mundo donde las ideas del mercado enaltecen los antivalores.
Hoy Bad Bunny es un “profesor” mucho más seguido que la mayoría de los académicos que van a un congreso. El sistema comercial lo ha logrado pues posee toda la fuerza monetaria para legitimación de un ser humano que no promueve absolutamente nada útil, hermoso, virtuoso. Más allá de la cuestión de los gustos personales, estas maneras de vender crean paradigmas muy difíciles de desaprender y que se quedan apegados al subconsciente de los muchachos y que luego aparecen en forma de conductas. Así, en 2022 se produjo un incidente durante las celebraciones de Halloween en Cuba, cuando un grupo de muchachos creyó gracioso usar trajes de la agrupación racista del Kukuxklán. Más allá de la ingenuidad y de la ignorancia, las ideas poseen una vida en sí mismas, una capacidad de representación por encima de la propia conciencia individual y pueden concretarse en manifestaciones a veces peligrosas. Con la educación, con la idea del bien pueden enfrentarse estos procesos de aculturación globales que se derivan de la incidencia de planos de consumo en nuestro país.
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Si no poseemos influencers, profesores, periodistas, activistas capaces de ejercer la pedagogía en su dimensión política y holística, estamos abocados a un proceso de invasión y de desmontaje de los valores que pudiera dañar las bases de nuestro comportamiento, construcción de la sociedad y de los espacios existenciales de convivencia. Las ciencias sociales y las humanidades están llamadas a influenciar en las formas en que se consumen las ideas, se consuman las actitudes y se asumen las consecuencias de determinada manera de pensar. Hay mucho por hacer con las juventudes afectadas por las ideas del mercado antes de que el asunto pase a mayores. La labor preventiva y de educación precisamente comienza en edades tempranas porque los entornos agresivos van a ser mucho más fuertes que cualquier palabra o metodología bancaria. El alma crece desde tiempos casi imperceptibles.
Las manifestaciones de la antipolítica global tienen su correlato en la aculturación de los pueblos. La dominación directa de las transnacionales o de los propios ejércitos del Occidente agresor, comienzan con la guerra de las ideas que inciden en la conciencia del individuo colonizado. Ambas invasiones acontecen al mismo tiempo y se benefician mutuamente. Es un proceso orgánico de la modernidad capitalista en el cual aún no se logra una alternativa sostenible para curar a los pueblos. Lo que se lanza desde las redes sociales por parte de los centros de poder ya fue estudiado en el plano de la persona, ya partió de una recogida de datos micros. La matriz ha tenido en cuenta las variaciones de la persona y los contextos. Así se forjan las armas del tipo Bad Bunny. Nada ha sido dejado al azar, sino que el azar también está colonizado.
En la emancipación de la persona deberá haber un proceso a la inversa, que parta de los intereses de la colectividad y que incida en el individuo. La desalienación no ocurre como una epifanía local, sino que depende de la historia y esta se hace a partir de grandes y profundos cambios en las lógicas productivas y reproductivas de la materia y de la idealidad. La pedagogía política, por ende, se inserta en la creación de nuevos sentidos del mundo, en el pensamiento de un sistema mundo diferente donde no se globalice el mercado sino los valores humanos que son nuestro principal patrimonio y el ancla de la existencia. Sacar a las personas del estado de arrojo y alienación del consumo en las redes y hacerlos productores de su propio sentido de la vida, son cuestiones que conllevan que las metodologías de la enseñanza dejen de imitar y se comience a obrar colectivamente dentro de la historia real.
La educación nueva requiere una persona nueva. Enseñar va de la mano con el pensamiento crítico y el activismo más transformadores. Esa esencia no se mueve solo en los congresos o los espacios académicos, sino que hay que irla a buscar en las comunidades, donde se hace la cotidianidad más definitoria. Allí, el maestro deberá sustituir al sucedáneo del mercado. Solo así, la voz de Bad Bunny quedará por debajo de la del conocimiento y la construcción de un contexto humanista.
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