Cielo azul, mar en calma. Brisa tenue, olor salado, sonido mágico... El litoral siempre es único. Las piedras de la costa o la arena de la playa invitan al disfrute más enriquecedor, el que brinda la naturaleza eterna... el mar infinito.
Sin embargo, muchos jóvenes no pueden darse el lujo de “aprovechar” la bondad de estar tan cerca de ese tesoro. Como guardafronteras del país, saben que ni aún el éxtasis que brinda un paisaje como ese puede hacerles cerrar los ojos y confiar.
Precisamente por ese mar, tan cercano al conocido “corredor de la droga”, transitan cientos de personas que pretenden contar billetes con el tráfico de la salud de otros. Seres desalmados que insisten en burlar los controles y medidas de seguridad para vender kilogramos de dependencia y engaño.
El incremento del narcotráfico a nivel internacional y en el entorno geográfico en el que nos encontramos (paso casi obligatorio desde Jamaica y Las Bahamas hacia Estados Unidos) es una realidad que, a 49 años de fundadas las Tropas Guardafronteras, les impone desafíos permanentes a estos jóvenes —que en su mayoría cumplen el Servicio Militar Activo y luego se enamoran de la profesión—, sobre todo cuando el recalo de droga en el mar es la principal vía por la que se ocupan estos productos en el país.
Valor, decisión y excelente preparación física son los ingredientes fundamentales que según ellos mismos no debe faltarles, a la par que desarrollan una vista y hasta un olfato incuestionable. Así, no dudan cuando deben lanzarse al mar en la persecución de alguna embarcación “inescrupulosa”, pues alejarla de nuestras aguas jurisdiccionales es su objetivo principal, faena que puede desplegarse hasta los 45, 46 nudos de velocidad. No temen porque saben que su misión, de día y de noche, es evitar que los narcóticos lleguen al suelo cubano y a manos ambiciosas.
Desde ese momento es sabido que la operación culminará exitosamente, porque el apoyo de la población que forma parte del destacamento Mirando al mar, y que también vela porque esas sustancias, que son lanzadas al mar, tampoco lleguen a nuestra tierra, se une al convencimiento unánime de que el buen camino de nuestra sociedad no puede nublarse con el efecto de ningún narcótico.
Por eso están ahí, los fieles guardafronteras, los insomnes centinelas de la Patria, como los llamó Fidel, en todo el litoral costero, en los cayos, en nuestro mar interior y territorial, vigilantes y defensores de nuestra legalidad y entereza.
¿Cómo pueden hacerlo si son tan jóvenes? Desde su corazón, que el día que decidieron darlo todo de sí, latió con más fuerzas gracias al agradecimiento eterno de todo un pueblo.
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