Hojitas de almanaque para el verano

Faltan 6, faltan 5, faltan cada vez menos de las pequeñas porciones-jornadas que he ido contando a punta de dedo y vueltas de reloj, desde que mi amiga de esta y todas mis vidas posibles, anunció su regreso a Cuba. Ella, la hermanita de las buenas y las mejores aún, de las Mejunjadas más dulces y los sabinazos a corazón abierto, quien, en tiempos como estos sacrificaba sus propias holganzas para darnos unas sesiones de cafés con Barber, con Clanclini y otros teóricos más aprehendidos por ella, menos por mi lápiz de venas rotas.

Cada verano hago el mismo descongestionamiento de tachaduras en el almanaque desde que hace unos cuatro o cinco agostos Ary se fue a México, precisamente a vérselas cara a cara con los Canclinis y los Oroscos que impulsaban al estrellato de la cafeína cada partícula cerebral de esta reportera . Y mientras añoro el pase de lista por las arruguitas de turno, los novios viejos, el amor genuino, lo que escribes, lo que leo, lo que pienso, lo que sueño, qué hermoso tu pelo, que viejo tu gato, qué loca quien tu sabes, qué piruja nos salió esta y que grande resultó fulana…

Así, engullida en mi orgullo de mejor amiga en Cuba de mi amiga en México, les espanto al resto de mis mortales este conteo regresivo de etapa estival. Sin embargo, últimamente mi exclusividad de socia con socia que llega y se refunden ha sido saboteada por mis habituales, quienes también tienen uno, dos, tres almanaquitos y sus correspondientes tachaduras. Incluso, conozco una chica que por esta fecha ya se compra una docena de los calendarios estilo tarjetas, y a cada uno le asigna un amigo, de acuerdo a los más disímiles escondrijos de este planeta a donde fuera que decidieron echar suerte.

Porque “Amigos. Nadie más. El resto es selva”. Estoy de acuerdo mi querido Jorge Guillén , sobre todo si es julio y es Cuba, si el Sol te condena al mar, la ciudad al malecón y las ciudades que no tienen costas igual se las inventan para sacarse del cuerpo tanto calor de Isla. Pero, sin amigos no se vive nada de eso, más bien se ven marchar las horas preciadas. Por eso la mayoría de los jóvenes radicados en Europa, América Latina, o en los Estados Unidos de América, apuestan sus veranos a las playas de Cuba, prefieren a los amigos de toda la vida, aquellos con que nos animamos a crecer alguna vez.

Y es que los cubanos asumimos la mera existencia a sazón de camaradería y platica ¡abundante! La etapa veraniega se distingue cada vez más como la temporada escogida para el reencuentro. Tocan a nuestra puerta esos amigos que no vemos hace un montón de lunas y cestas, específicamente aquellos a quienes se nos dificulta devolverles la visita por lo que representa vivir en países distantes.

Hojeando en internet…, y sin cerrar el Messenger con el puntito verde de mi amiga residente en Guadalajara, en fin, sumerjo en las estadísticas esa añoranzas por los que no alcanzaré a tener estío ardiente del 2017. La especialista Antonio Aja Díaz advierte: “que las tendencias migratorias reforzadas en el pasado reciente se mantendrán al menos hasta 2030”. Augura la publicación La letra de Temas. ¿Cómo viene el 2017? que “El potencial migratorio de la población se moverá entre algo más de 781 000 y aproximadamente 826 000 salidas netas entre 2010 y 2030”.

Muchos de mi generación cambian de cobijo por aspiraciones económicas, de superación profesional, por un proyecto de matrimonio u otros amores filiares. Incluso, algunos van sacándoles ventajas al Sol y por esta época vienen desde la Antártida a broncearse en las arenas del Caribe. Como una madre amorosa Cuba acoge a sus hijos, alista sus playas y refulge su Sol. Se prepara para ese abrazo joven tan imprescindible si ya fue de pasada la primera mitad del almanaque lejos de aquí.