Ellos

Su jornada comenzó temprano y sabe que terminará bien tarde. La casa y el pequeño están otra vez a su cargo. Le toca una vez más multiplicarse; levantarse al amanecer; dejar  lista desde la noche anterior la mochila con lo imprescindible para el círculo; ablandar los frijoles en la madrugada; arreglar su propia bolsa para la nueva jornada; batallar para que el nene haga pipi donde debe…

Después de casi ocho horas “tirando” códigos frente al inmenso monitor de su oficina, le restan muchas más para descansar la cabeza en la almohada. Al llegar a casa tendrá que hacer él solo todos los quehaceres: dejar a punto la comida, lavar la ropa sucia, fregar, bañarse ambos y aun así dedicar tiempo a colorear con el pequeño, a construir gigantescos edificios con los bloques de juguete…

Solo después podrán ir ambos a la cama, buscando mil y una alternativas para fingir que duerme y lograr que el cansancio no lo venza. Necesita levantarse nuevamente y concluir el ciclo de alistar lo necesario para la nueva mañana.

Mamá está fuera de casa varios días —su trabajo tiene exigencias diferentes, horarios imprevistos e irregulares— pero papá no se amilana; papá mismo le demostró desde el principio que ahí estaba él para lo que fuera. Papá tiene 35 años y un título universitario a cuestas, es un tipo brillante en su trabajo… pero también lo es en casa, cuando la pequeña familia cierra la puerta de su apartamento y él, más que ayudar, hace de todo… porque es esa en definitiva su percepción de una verdadera familia, donde no hay tareas solo de mamá o solo de papá, por muy complejas que sean. Por eso papá es un papá todoterreno, Mamá lo sabe y es feliz, lo agradece.

Papá no es único, a la sociedad cubana por suerte cada vez le crecen más papás así. Pero todavía nos falta un largo trecho por recorrer en ese camino. Puedo apostar que al inicio de estas líneas muchos imaginaron otro texto más sobre proezas femeninas y sus incontables batallas cotidianas para multiplicarse y llevar juntos profesión, hogar, diversión y familia… pero ya lo he dicho, del mismo modo existen hombres estelares.

Hombres que sacrifican su éxito profesional para que la mujer de casa siga adelante con el suyo; hombres que llegan al hogar y no se sientan a esperar por la comida lista sin mover ni un dedo antes de sentarse a la mesa; hombres que planchan, cocinan friegan, lavan, tejen trenzas, bañan a los niños… pero no de vez en vez, sino diariamente, como parte de su propia jornada.

Su cansancio de igual forma pesa, y sus arrugas poco a poco se van volviendo profundas, reales, sin maquillajes. Han aprendido a no escuchar a quienes intentan cambiarles su modo de hacer y de ser, a quienes importunan la paz familiar con comentarios sexistas. Como las mujeres, tampoco necesitan un día marcado en el almanaque para internacionalmente hacer oda a sus virtudes, para llenarlos de mimos y de abrazos, para hacerles saber que también son imprescindibles.

Para esos hombres así, todoterreno, todas las palmas, porque ellos, definitivamente, también merecen todos los días del calendario.