Desde algún punto olvidado del frente de batalla, escondidas en el incierto resguardo de algún refugio subterráneo, o en el preludio de su propio paredón de fusilamiento, un grupo de personas firmaron estremecedoras cartas a sus familiares y a otros seres queridos sin la certeza de poder sobrevivir para leer las respuestas.
Estos mensajes escritos por quienes sufrieron diferentes circunstancias de la Segunda Guerra Mundial son el testimonio más desgarrador que he leído jamás. Las sentimiento tienen una fuerza impresionante, cada concepto adquiere un tono dramático, cada esperanza de sobrevivir conmueve, cada dolor sensibiliza hasta la médula, es como si las palabras alcanzaran un impulso superior en nuestra conciencia, como si trascendieran su significado, El vuelo excede al ala, diría Julio Cortázar.
“Estoy tan acostumbrado a la guerra que ya me han dejado de sorprender los bombardeos (…), me he convertido en un guerrero” le había dicho el soldado Alexánder Grúzdev a su esposa bajo un estado de indiferencia que en caso de ser verdadero demuestra uno de los límites a los que puede llegar un ser humano que sufre el lastre de la guerra: El momento en que su propia vida deja de ser importante.
Algo similar debió haber experimentado Leonid Silin cuando, horas antes de morir en un paredón de fusilamiento nazi, le escribiera a sus hijos estas palabras concebidas desde lo más profundo de su odio: “Chicos, crezcan y vénguense con dureza de todos los nazis por mí. Los beso y les paso un odio santo al maldito e infame enemigo, luchen contra él hasta el último fascista, (…) muero, pero no me rindo".
Desde las palabras de estos hombres y mujeres la historia deja de ser conjunto de cifras frías. “Esto es el puro infierno”, escribió el caporal nazi Otto Bauer ante el avance de la ofensiva soviética, su frase, al menos para mi, alcanza una relevancia superior a la de cualquier parte oficial que pudiera haberse emitido en aquella batalla.
En las misivas podemos encontrar historias innumerables. Un hombre que confiesa: “Me estoy volviendo completamente, completamente loco”; el soldado que le dice a su mujer: “Ya te escribí que me esperaras, pero no me esperes pronto. Queda mucho para el final de la guerra, y yo, por supuesto, no volveré pronto, pero lo haré, así lo quiero y así será”; y la combatiente que tranquiliza a su padre (en caso de que esto hubiera podido ser posible) y le cuenta con orgullo que ha logrado rescatar a 30 camaradas heridos en algún combate.
Esta correspondencia que ha puesto al alcance de los lectores el portal de la cadena Rusia Today es a mi juicio el verdadero espejo de la guerra. Aquí los acontecimientos, las huellas y las sensaciones llegan de forma directa desde la palabras de sus escribas. Si usted busca entenderlos, le recomiendo leerlas misivas y hacer suyas las emociones que experimentaron esos personajes casi olvidados de la historia.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.