Sin alto ni retroceso

Desde hace semanas parecería que los grandes medios de prensa hubiesen perdido el interés en la sangrienta guerra impuesta a Siria por Washington, sus aliados occidentales y sionistas, las satrapías mesorientales y los grupos terroristas de pretendida filiación islámica. Y para algunos analistas existe una razón medular y manejada en voz baja en esta “sensible caída del nivel de tratamiento público”, evidentemente relacionada —dicen las mismas fuentes— con el hecho de que para las fuerzas agresoras el plan de destruir la nación siria es ya un total fracaso imperial, al tiempo que la salvación del país se anota como un rotundo triunfo de sus legítimas autoridades y de la coalición ruso-iraní Hizbulá libanés que opera junto a Damasco.

Una ecuación, en otras palabras, que más vale silenciar y sepultar en el tiempo, antes que continuar promoviéndola a través de la profusión de informaciones por muy manipuladas y sesgadas que resulten. No obstante, si el monopolio mediático reaccionario es fuerte y extendido, lo cierto es que ya no resulta decisivo del todo en materia de difusión y dominio de la realidad.

Así, las más recientes notas de prensa, y no precisamente occidentales, relatan la acumulación de éxitos militares del Ejército Nacional sirio en el frente sur, donde sus aviones de combate y tropas terrestres dirigen sus golpes contra las posiciones terroristas de la ciudad de Daraa, en la región del mismo nombre, fronteriza con Jordania. Las citadas fuentes precisan que al menos cuarenta localidades cercanas a la urbe ya están en manos del gobierno y sus aliados, a los cuales se han sumado no menos de 1500 combatientes del titulado Ejército Libre de Siria que decidieron abandonar las filas terroristas.

Los atacantes centran sus blancos en posiciones e instalaciones del grupo Al Nusra (la Al Qaeda sirio), mientras que Washington y sus socios aceleran la retirada de efectivos extremistas para dislocarlos en Afganistán y Asia Central con el propósito de establecer renovados bastiones agresivos en tan estratégicos puntos.

Al mismo tiempo, las preocupaciones agresivas no dejan de acrecentarse con el avance oficial sirio hacia el sur, toda vez que una derrota total colocaría a las fuerzas de Damasco a las puertas de las Alturas de Golán, ocupadas por el Israel sionista a viva fuerza desde la guerra de 1967.

Por demás, el hegemonismo y sus aliados estiman necesario mantener las alianzas con el terrorismo de pretendido corte islámico más allá de la casi segura victoria Siria, con el objetivo de seguir alimentado las tensiones y la hostilidad en torno a Teherán, el Hizbulá libanés y las fuerzas rusas que quedarán operativas en sus bases militares en Siria más allá del final del conflicto.

En pocas palabras, en verdad no existe falta de novedades en el tratamiento periodístico de una criminal agresión que dura ya más de seis sangrientos años, sino el malsano interés de no admitir públicamente el rotundo fracaso estratégico de la avalancha injerencista y el papel relevante que los opositores al hegemonismo global se han ganado en el campo de batalla antiterrorista.