De blanda o suave no tiene un adarme, pero es una estrategia que funcionó exitosamente en la Europa balcánica y el espacio postsoviético a través de las también conocidas como revoluciones de colores. El Medio Oriente tiene sus versiones no menos cruentas. Todos parten de movimientos falsificados y no omiten el asedio o la invasión en guerras escudadas con recursos tan impugnables como darle beligerancia plena a los talibanes afganos o al terrorismo. Antes, para darles inicio, ahora para reflotarles.
En América Latina nunca se privaron de actuar por la fuerza. Cercenaron Panamá del resto de Colombia porque querían construir el canal interoceánico y controlarlo. En 1954 Dwight Eisenhower autorizó a la CIA acabar con el gobierno de Jacobo Arbenz, en Guatemala, por su osadía de hacer una reforma agraria que afectó a la United Fruit Company. Hasta entrados los años 80 Washington usó el golpe de Estado mondo y lirondo, con picos descomunales en los años 70 y parte de los 80, promoviendo dictaduras militares en el cono sur americano, sin alterarse por las torturas y asesinatos de miles y miles de personas o el robo de niños a sus víctimas.
Fraguan y propician los hechos que abortan la revolución de Granada y el asesinato de Maurice Bishop en 1983. Su cuerpo y el de otros revolucionarios siguen ocultos hasta ahora. Tampoco hubo miramientos al invadir Panamá para derrocar al presidente Noriega en 1989.
Poco después, en Nicaragua logran el naufragio de la revolución sandinista. (…) “La administración Ronald Reagan ideó un sistema de medios encubiertos para mantener el ejército mercenario que ataca a Nicaragua” —afirma en un estudio el politólogo Noam Chomsky— especificando: “los contras obtuvieron armas israelíes a través de una oscura red subsidiaria de la CIA y de organizaciones privadas bajo control de ex generales norteamericanos”, para destruir aquel triunfo popular. Hoy, con métodos tan fementidos como los empleados entre 1982 y 1987, promueven una segunda caída del sandinismo con “terroristas y opositores derechistas que han asesinado y herido a policías, atacan edificios, incendian emisoras de radio y alcaldías y causan múltiples estragos socioeconómicos e institucionales” (criterio de Edén Pastora, Comandante Cero).
Como aspecto no tan secundario, introdujeron por aquellas ¿fechas o fechorías? un elemento repugnante de consecuencias abominables a largo plazo, al contrabandear drogas en los mismos aviones militares usados para trasladar armas hacia Centroamérica. El uso y fomento del narcotráfico en países donde EE.UU. cuenta con bases militares no es un hecho fortuito ni ajeno al gravísimo problema que importaron hacia su propio territorio, donde radica el mayor número de consumidores de todo el orbe.
Dicen los teóricos que el golpe blando consiste en usar “estrategias conspirativas no violentas” para deponer un gobierno, pero analizando cualquiera de los casos citados y cuantos es posible añadir veremos un hilo conductor: el empleo de la conspiración para perturbar, basados en intrigas o propaganda justificativa (el coco comunista, la defensa de la democracia), junto con sanciones económicas y recursos ofensivos diversos. En la era de las redes sociales e Internet muchos medios de difusión, alineados del lado contrario a la decencia política, tienen mayores recursos para desinformar a lo interno, (confundiendo) o hacia el exterior (maquinando excusas para hechos injerencistas punibles).
En Venezuela viven más de 40 millones de colombianos integrados y recibiendo el beneficio de los programas asistenciales bolivarianos, pero para cierta prensa es normal. Lo inaudito resulta de los dos millones de venezolanos que optan por emigrar. El uso de las debilidades existentes en los aparatos judiciales o eleccionarios, para darle apariencia legal a las intentonas golpistas, están acompañados por sórdidas estratagemas económicas y la transmisión sesgada de los acontecimientos.
Ocurre contra Venezuela desde que asume Hugo Chávez. Y tiene en Brasil, con el “juicio político” inventado por una pandilla de corruptos lujuriosos para destituir a Dilma Rousseff, con cargos falsos y sin pruebas (crímenes de responsabilidad, les llamaron), un anticipo de cuanto le hacen a Lula para impedir que sea elegido presidente y reencamine al país hacia los niveles de desarrollo social que dejó establecidos.
Algo similar a lo aplicado a Dilma se lo hicieron al paraguayo Fernando Lugo en el 2014 y antes, en el 2009, derrocaron al presidente de Honduras, Manuel Zelaya, con recursos poco refinados. Eso fue después de intentar, en el 2002, un golpe clásico contra Chávez. Como ese recurso y los posteriores fracasaron, andan buscando pretextos para una “intervención humanitaria” en el mayor reservorio petrolero del planeta.
Muchísimo antes de que el filósofo estadounidense Gene Sharp enunciara el obsceno concepto de golpes blandos, esa variante era frecuentada, pero se está usando en la actualidad con perverso entusiasmo. Se aplica por distintos medios y uno es desacreditar a personalidades. Lo hicieron hasta con Michelle Bachelet, cuyos gobiernos no clasifican entre los de corte progresista avanzado registrados en la región, pero ella fue objeto de malas mañas de este corte para disminuir su aceptación y con ello las disposiciones sociales que emprendiera y son, en un ámbito como Chile, tan destacables como para provocar a sus opositores considerarla culpable de lesionar el neoliberalismo rampante entronizado por Pinochet.
A Evo Morales, con un extraordinario apoyo ciudadano, le fabricaron una campaña difamatoria para impedir su triunfo en el referéndum para habilitar un cuarto mandato, pese a ser su presidencia uno de los lapsos de mayor estabilidad y progreso a recordar en Bolivia.
Cuando Néstor Kirchner asumió mandato en el 2003, Argentina estaba en quiebra. Su administración, continuada por Cristina Fernández, permitió solventar la crisis, de nuevo hundido en los dos años por Mauricio Macri quien vuelve a colocarlo en manos del FMI. El miedo a que la expresidenta recobre el poder en un futuro, tras la nefasta experiencia actual, propulsa la cruzada para hacerle perder aceptación ciudadana a la senadora. Se llega a extremos como impedir la presencia del abogado de la exmandataria en los allanamientos a sus propiedades, diligencia de la cual participaron agentes de la Agencia Central de Inteligencia estadunidense, según reportes creíbles.
Y como nunca falta un roto para un descosido, artes parecidas se usan contra Rafael Correa y varios de sus colaboradores, en un Ecuador que, tristemente, sale de las estructuras integracionistas. “La salida de Ecuador (del ALBA) confirma el giro empresarial que en un año ha dado el gobierno de Moreno, así como la identidad que hoy tiene con las derechas políticas del Ecuador e incluso su orientación a favor del continentalismo de tipo imperialista”. (Juan Paz y Miño, historiador y analista político ecuatoriano, en comentario para el diario La Tercera).
También se desentiende de UNASUR, cuyo edificio sede pidió de vuelta para darle otro uso, gesto al parecer concordante con la suspensión de su membresía por parte de Chile, Argentina, Brasil, Paraguay, Perú y Colombia teniendo como excusa la falta de acuerdo sobre a quién entregar la secretaría general del organismo reconocido como foro de discusión política que ayudó a dilucidar crisis entre países. Enlaza, además, con la decisión del presidente colombiano, el conservador uribista Iván Duque, quien anunció su retiro de esa otra entidad por medio de la cual se lograra independencia de acción para Latinoamérica, avances en varios órdenes del desarrollo y fuerza para actuar con voz unida ante los acontecimientos mundiales. Deben esperarse otras deserciones y la aniquilación de estos engarces participativos emancipados. Y el imperio será feliz.
kvr
27/8/18 15:04
Esperemos la segunda gestación de Luis Almagro en la figura del actual presidente de Ecuador Lenin Moreno, va por ese camino, solo es cuestión de tiempo verlo arremeter contra Venezuela, Nicaragua, Bolivia y por supuesto nosotros, el Sr. Moreno esta mostrando ya los primeras señas.
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