Sin muchas esperanzas de que el expresidente Luiz Inácio Lula da Silva recobre su libertad, al menos por el momento, y pueda presentarse a los comicios del próximo 7 de octubre, el Partido de los Trabajadores (PT) insiste en que será su único candidato aunque carece, afirma, de un plan B para sustituirlo.Lula da Silva, condenado a 12 años y un mes de prisión por un sistema judicial politizado, sin pruebas concretas para iniciar siquiera un sumario en su contra, sigue desoyendo las peticiones de la Defensa a favor del —considerado— político más popular de Brasil y que, aunque encarcelado en Curitiba, sigue como líder de las intenciones de voto de cara a las próximas elecciones.
Para varios analistas, el proceso contra el ex jefe de gobierno, que sacó en dos mandatos a más de 30 millones de brasileños de la pobreza, (2003-2011) está estancado. Se estima que el Supremo Tribunal de Justicia (STJ) continuará apoyando el complot orquestado por la oligarquía brasileña, asociada a Estados Unidos, para impedir su acceso al Palacio del Planalto.
No obstante al contexto desfavorable que le rodea, Lula da Silva, un ex obrero metalúrgico de Sao Paulo, fundador del PT durante la dictadura militar, está convencido de que se impondrá la verdad en la acusación hecha por el juez federal Sergio Moro, quien radica en Curitiba, y lo condenó en primera instancia a ocho años y un mes, ratificada y elevada a 12 años y un mes en segunda instancia por recibir supuestamente un apartamento a cambio de dádivas.
Moro, vinculado al derechista partido de la Social Democracia (PSDB) aprovechó el escándalo de sobornos de la empresa constructora Odebrecht, extendido a varias naciones de América Latina y otros continentes, a cambio de favores en la licitación de obras públicas.Ese no es el caso de Lula. Al fundador del PT se le incrimina por supuestamente recibir de la compañía OAS un apartamento de lujo en la playa de Guarujá, en el litoral paulistano. Sin embargo, el inmueble aparece a nombre de esa firma, y ni el exmandatario ni ninguno de sus familiares lo habitaron ni están relacionados con el elegante triplex.
Ello bastaría para confirmar su inocencia. Pero hay más. Moro no tendría que armar un caso ni juzgarlo, pues es el investigador del millonario fraude de la estatal Petrobrás, a la que se vincula la Odebrecht en Brasilia. Nada que ver con Lula da Silva cuando era presidente y exigió una limpieza a fondo de la petrolera. La OAS figuraba como una filial de esa empresa.
La situación adversa que vive Lula no le quita el buen ánimo y la esperanza. Hasta hace dos semanas ni siquiera respetaban sus derechos inherentes a un ex presidente de la República. Llegaron sus carcelarios a prohibirle visitas, lo pusieron en solitaria en una celda, y sufrió otros abusos de la policía de Curitiba, instruida por el sistema judicial.Alrededor de la cárcel miles de personas se reunieron para brindarle su solidaridad y la confianza en su inocencia. Seguidores del PT aún se mantienen en casas de campaña vigilando para evitar cualquier atentado contra el que consideran su futuro legítimo presidente.
El apoyo del pueblo, los mensajes recibidos de los 27 estados brasileños y de mandatarios de numerosos países le dan una fortaleza espiritual muy poderosa a este hombre de 72 años, que en fecha reciente perdió a su esposa. De tal manera que, observando como se comportan los sondeos de opinión luego de dos meses en prisión, la dirección del PT decidió que él será su candidato a las presidenciales, sin escuchar las propuestas de otras agrupaciones progresistas de formar alianzas y proponer un aspirante para derrotar al segundo colocado en las encuestas, el diputado ultraderechista Jair Bolsonaro, con comprobadas relaciones en los mandos militares.
La candidatura fue presentada públicamente en Minas Gerais, uno de los bastiones del PT, y en otras 70 ciudades importantes de Brasil. Una reciente encuesta de Datafolha publicada en el diario Folha de Sao Paulo confirmó que sigue a la cabeza de la preferencia popular, aun cuando no pudiera competir. En el hipotético caso de que fuera autorizado a presentarse por el Tribunal Supremo Electoral (TSE) ganaría un 30 % de los sufragios en primera vuelta.Detrás se situaría Bolsonaro, del Partido Social Liberal (PSL), con el 17 %; la ecologista Marina Silva, de la Red Sustentabilidad (REDE), 15 %; Ciro Gomes, exgobernador del Estado de Ceará, del Partido Democrático Laborista (PDL), 9 %; y 8 % el ex gobernador de Sao Paulo Geraldo Alckmin, del Partido de la Social Democracia Brasileño (PSDB).
Según la legislación electoral brasileña (la llamada Ley de Ficha Limpia), ninguna persona condenada en segunda instancia por un órgano colegiado —como es el caso— puede ser postulado a un cargo electivo. Pero ese es un impedimento que el PT no acepta y mantiene su batalla. Sin Lula en carrera, y aunque a última hora el PT decida reemplazarlo por un político con posibilidades de ganar —la presentación ante el órgano electoral es hasta el 15 de agosto— este empezaría su campaña en desventaja para igualar a Bolsonaro, que cuenta con el apoyo, entre otros, de la prensa hegemónica del país.
Bolsonaro es un ex militar que defiende la dictadura como política. En sus declaraciones ataca a las mujeres, la comunidad LGTB, negros e indígenas, a quienes considera seres inferiores.El aspirante del presidente de facto Michel Temer, del Movimiento Democrático Brasileño (PMDB), el ex ministro de Economía Henrique Meirelles solo cuenta con un 1% de aprobación. Temer posee este mes un 3% de respaldo a su gobierno, la más baja en la historia contemporánea del país.En realidad solo tiene lo que merece, tras traicionar a la presidenta Dilma Rousseff en 2016, cuando era su vicepresidente, y darle un Golpe de Estado parlamentario que orquestó siguiendo órdenes de los grandes capitales locales. El llamado “camaleón” de la política brasileña, por su capacidad de adaptación a los vaivenes partidistas, fortaleció la política neoliberal y destruyó los programas sociales de beneficio popular implantados por Lula y Rousseff.
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