¡Esa incómoda Rusia!

Hace unos años, un periodista africano relataba que en conversación en los años 90 del pasado siglo con un diplomático ruso en Bruselas este le confesó textualmente en torno al desaforado giro de la política extranjera de su país luego del descalabro de la Unión Soviética: “los cínicos que mandan en nuestro ministerio de relaciones exteriores han conducido a Rusia a rendir culto al trasero de los estadounidenses y del resto de occidente.”

Eran los “buenos tiempos” de los desatinos de Mijail Gorbachov frente a Ronald Reagan y del posterior gobierno del “demócrata” adscrito al vodka Boris Yelsin, que tanto gusto generaron entre los “vencedores” sobre el imperio del mal destinados a decretar el “fin de la historia” y el carácter eterno del capitalismo.

Sin embargo, en unos pocos años todo cambiaría en el gigante euroasiático, entre otros importantes factores, por la propia obra agresiva  y codiciosa de quienes se plantearon sepultar por siempre jamás todo vestigio de las ciertas y muchas glorias del pueblo que estableció el primer Estado de Obreros y Campesinos de la historia, revirtió su devenir feudal con la construcción de una sociedad más moderna y equitativa, y libró al mundo de la peste nazi fascista, entre otras proezas.

Y para enfado endemoniado del hegemonismo y contento de los que defienden un universo justo, sensato y participativo, llegamos a nuestros días con un  panorama que llevó en días pasados al general Mark Milley, nominado como futuro jefe del Estado Mayor Conjunto de los Estados Unidos, a confirmar ante el Senado que para los círculos gringos de poder Rusia sigue representando “la única amenaza existencial” que debe enfrentar la primera potencia capitalista.

Lo dice, sin dudas, entre otras causales claves, porque junto a una renovada política externa que combina el respeto y la defensa de los principios que rigen la convivencia global, Moscú desarrolla un  intenso programa defensivo en la esfera militar que marca hitos con relación al aparato agresivo norteamericano y de sus socios.

Los logros son tales, que hasta algunos de los otrora aliados de la Casa Blanca han optado por zafar amarras  y establecer nexos con el Kremlin  incluso en materia de armamentos, como es el caso de Turquía, que por estos días estará recibiendo cuatro sistemas balísticos rusos S-400 pese a las amenazas de sanciones norteamericanas por una operación que, dice Donald Trump, “no es compatible con el sistema defensivo de la OTAN” y “se contradice con  las relaciones militares de Ankara y Washington.”

De hecho, los S-400 resultan un dolor de cabeza para los arsenales norteamericanos y de la OTAN, y representan un poderoso disuasivo donde quiera que están emplazados, incluida hoy Siria, donde las fuerzas armadas rusas combaten el terrorismo con éxito decisivo junto al ejército nacional y las fuerzas iraníes y del Hizbolá libanés.

El sistema S-400 es evaluado por los especialistas como el más avanzado de su tipo en el planeta, posee un alcance de 400 kilómetros, opera con efectividad contra aviones militares, misiles de crucero, misiles de medio alcance, drones y otros artilugios de vigilancia aérea, y supera ampliamente el rango de desplazamiento y la operatividad de sus similares de factura norteamericana y occidental.

Y como si la frustración fuese poca para los “calenturientos” halcones de la agresividad mundial, Rusia ya anunció oficialmente las pruebas del complejo coheteril S-500 que, según expertos, será el único en el mundo capaz de destruir misiles y otros artefactos agresivos en el espacio exterior y a una altura de hasta 100 kilómetros.

A partir de la mitad del cercano 2020, explicó la publicación rusa Sputnik, este sistema contra misiles hipersónicos, armas satelitales, y las más sofisticadas naves aéreas, incluidos los denominados “cazas furtivos” norteamericanos F-22 Raptor y el novedoso F-35,  “estará protegiendo los cielos de Rusia y de sus aliados.”

Con un alcance efectivo que ronda los 600 kilómetros, el S-500 es el único complejo coheteril con capacidad “de ver y destruir objetivos ubicados en todo su entorno.”

Según los analistas, “su rival más cercano, el norteamericano MIM-104 Patriot, puede operar y rastrear solo en una dirección preestablecida y en un ángulo de 180 grados”, y su dotación demora aproximadamente media hora en desplegar las lanzaderas y ponerlas en posición de fuego, una notoria desventaja frente a los misiles hipersónicos que ya posee Moscú.

TURQUIA Y LOS S-400

Poco después de editado este artículo llegó a nuestra Redacción la siguiente nota informativa con fecha 16 de julio que añadimos al texto por su interés.

El presidente de Turquía, Recep Tayyip Erdogan, ha declarado que el acuerdo con Rusia sobre los S-400 es "el más importante" en la historia de su país. Asimismo, el mandatario ha destacado que, con la compra de los sistemas antimisiles rusos, Ankara "no se prepara para una guerra", sino pretende "garantizar la paz y la seguridad nacional".

"Nuestras fuerzas armadas tendrán control total. El es actualmente el mejor trato en nuestra historia.”

Las entregas de los S-400 a Turquía en el marco del contrato firmado entre Moscú y Ankara comenzaron el 12 de julio, y un total de siete aviones rusos ya trasportaron las primeras partes de los sistemas a un base aérea turca.

En el marco del acuerdo, cien especialistas turcos fueron enviados a Rusia para recibir capacitación en los sistemas antimisiles, y en el futuro su número puede multiplicarse por diez, ha agregado Erdogan.