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sábado, 16 de noviembre de 2024

Cuando no hay poción mágica

Europa vive circunstancias complejas con escasas herramientas...

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 03/09/2018
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Otan Francia
¿Qué sentido tendría crear un euro- ejército, como también le llaman, si van a mantenerse bajo órdenes ajenas no siempre convenientes para los participantes?

“Me niego a ver a Francia implicada automáticamente en una guerra por decisión de otras naciones”. Esas palabras fueron dichas el 21 de febrero de 1966 y la prensa de la época recogía la determinante decisión del presidente Charles De Gaulle, quien decretó eliminar toda subordinación a una autoridad extranjera y a la presencia en el territorio galo de tropas y recursos militares, incluyendo armas atómicas ajenas. De tal suerte, devolvía al ejército su carácter nacional, deslingándose de las directrices y preeminencia norteamericanas, a las que su país estuvo sujeto a través de la OTAN.

Esta fue una posición de principios mantenida —por momentos solo a medias— por los sucesivos gobernantes. François Mitterrand y Jacques Chirac intentaron modificarla, pero fue en el 2009 cuando Nicolas Sarkozi revoca la decisión del general, cediendo otra vez un trozo de soberanía a Estados Unidos, con el regreso de Francia a las estructuras militares de la Alianza Atlántica, pese a las opiniones en contra.

Con el tiempo y el consabido ganchillo, el 11 de julio de 2013, ante el pleno de la Asamblea Nacional francesa, Laurent Fabius afirma: “Estamos obligados a poner en común, compartir, alcanzar puntos de encuentro, si queremos conservar nuestro prestigio, evitar perder capacidad estratégica y seguir siendo capaces de fortalecer la seguridad de nuestro continente y de nuestros ciudadanos”. El ex primer ministro, presidente del parlamento y canciller galo, se refería a una constante de la política sostenida por su país durante decenios con respecto a tener o no un sistema defensivo netamente europeo.

El tema se reinventa con las declaraciones más recientes del actual presidente, Emmanuel Macron, quien asegura va a impulsar un proyecto destinado a fortificar la seguridad del Viejo Continente, y asevera: “La seguridad de Europa no puede depender solamente de Estados Unidos, somos nosotros los que debemos garantizarla…”. Esa inviabilidad había sido planteada con crudeza por la canciller Ángela Merkel cuando se percata de la deriva en solitario emprendida por la administración de Donald Trump, para quien, por sus actos y dichos, solo interesa avasallar, incluso si implica desdeñar a sus aliados.

Es tradicional que formulaciones de tanto peso sean expuestas por los jefes de Estado franceses ante su cuerpo diplomático. Ese fue también el marco seleccionado para situar prioridades de política exterior en ese momento. Macron hizo amplia referencia a la necesidad de “revisitar la arquitectura de defensa y de seguridad”, y el imprescindible “diálogo restaurado sobre la ciberseguridad, armas químicas, armamento clásico, conflictos territoriales, la seguridad espacial o la protección de las zonas polares, muy particularmente con Rusia”.

La referencia a Moscú es tomada por sectores no avisados como una novedad y hasta en términos de un relativo cambio de enfoque. No es así propiamente. Considerar a la Federación Rusa como elemento participante o a considerar en los movimientos, cambios y formato de la OTAN ha sido enunciado —al menos eso— a lo largo de los años desde el fin del Tratado de Varsovia, cuando debió desaparecer también el mecanismo bélico estadounidense-europeo. En sentido opuesto a esa lógica, se amplió el número de integrantes con los antiguos antagonistas.

En los años 90 circuló esta interrogante: ¿cómo ampliar la OTAN sin frustrar a Rusia? o ¿cómo construir una defensa europea común en una Unión Europea ampliada hacia el Este, mientras los límites y ritmos de la OTAN se mantienen controlados por Estados Unidos? Esas interrogantes obedecían al empeño de sectores europeos por recobrar autoridad y no tener un vecino con gran poder nuclear de enemigo. Esas cautelas no prosperaron. Prevaleció, nuevamente, la subordinación. Desde hace varios años se están usando a los nuevos miembros de la OTAN para completar el indisimulado cerco contra Rusia. Hecho que convierte a esas naciones en blanco de ataque si Washington comete un error de gatillo fácil.

Bajo diferentes nominaciones, la idea de una política de seguridad y de defensa para Europa resurge de tarde en tarde, y en este momento pudiera estar basada en la hostilidad de la administración estadounidense, expresada sobre todo en un marcado desprecio (“la OTAN es obsoleta, tienen que pagar más o no los defendemos, etc., etc., etc.”) y en las distintas averías dirigidas a dañar la economía de sus socios. Bien pueden ser las reacciones enunciadas por Macron —tampoco las únicas— en consecuencia.

Debe aclararse que un componente importante de los viejos o actuales intentos de emancipación militar tiene pilares como: 1) lo que se ha previsto no es en antagonismo con la OTAN, pese a la candidez de suponer que puedan actuar por su cuenta en algún caso, siendo miembros de una entidad comandada por EE. UU.

¿Qué sentido tendría crear un euro-ejército, como también le llaman, si van a mantenerse bajo órdenes ajenas no siempre convenientes para los participantes? Las conjeturas hechas por De Gaulle hace más de medio siglo se cumplieron varias veces ya. En ningún caso es posible hablar de victorias u honores, pero sí de enormes, vergonzosos estragos contra terceros.

Como elemento 2) están las continuas referencias a fortificar la industria militar europea, algo de cierta ambivalencia. No se sabe dónde comienza el interés por favorecer a los propios en detrimento de las tecnologías norteamericanas y dónde o cómo está el buen afán de lograr una genuina independencia.

Otro factor está en las pronunciadas divisiones de criterio intercomunitarias, incluyendo en ellas el brexit, o las animosidades contra Moscú de algunos ex aliados de la URSS. Esto último, tal como varias posiciones pugnaces basadas en la intensa e insensata campaña antirusa, son suficientes para dinamitar el mejor empeño si alguno se llegara a concretar.

A falta de imprescindibles precisiones y sin el correspondiente marco referencial, resulta espinoso concluir si solo están enseñando un poco los dientes a quien les azota o si obran dispuestos a protegerse a fondo, atrincherados en una redimida autoridad. Quien tenga la respuesta agradeceré me la envíe.


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Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales

Se han publicado 1 comentarios


Rigoberto Rolando Moiset Haití
 3/9/18 13:32

Por ahora demasiada dependencia aún del Tío Sam por parte de la vieja europa. Falta por aunar muchas voluntades y balancear intereses de los muy fuertes, fuertes, menos débiles y débiles que forman parte del conglomerado otanista europeo. Creo que todavía les resta tiempo de seguir arrastrando cadenas.

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