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sábado, 16 de noviembre de 2024

¿Cómo le va a Pedro Sánchez?

Una agenda repleta de buenas intenciones no siempre sirve para llegar adonde se debe o desea...

Elsa Claro Madruga en Exclusivo 26/09/2018
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Pedro Sanchez
El mismo Pedro Sánchez es expresión de fracturas no suficientemente soldadas.

El presidente del gobierno español, en este momento, se estrena en el ámbito internacional sin experiencias previas. Dio inicio a esa andadura con la visita a Canadá para acomodar con Justin Trudeau algunas ideas afines. Aparte de un grupo de encuentros bilaterales (entre ellos con el jefe de Estado cubano Miguel Díaz-Canel) aprovechando su asistencia al actual periodo de sesiones de la ONU, se propone intervenir también en la cumbre ecológica bajo auspicios de Francia.

Tras de sí deja las numerosas dificultades de un mandato iniciado a media legislatura, tras la moción que causara la baja del Partido Popular, y con una bancada parlamentaria en minoría. La buena disposición de Podemos contribuye a viabilizar la gestión, pero pese al pragmatismo de la izquierda surgida en el ámbito del Movimiento Indignado, en un acompañamiento que permite aprobar e ir modificando asuntos de Estado, hay condicionantes, pues no sobre todos los temas tienen coincidencias. La postura no es cerrarse a dos bandas —parece— y mantener determinadas nociones a flote. El partido capitaneado por Pablo Iglesias —es un ejemplo— desea incluir al rey en el plan de Sánchez para eliminar los aforamientos. ¿Irá el jefe del PSOE tan lejos?

En España 250000 personas ostentan ese tipo de privilegios y ventajas ante la ley. Lo obtuvieron por el cargo desempeñado a escala de Estado o en las comunidades autonómicas. El propósito de eliminar esos aforos se dirige a dejar sin efecto o impedir la inmunidad a funcionarios corruptos, situación que facilita protección a quienes han delinquido desde sus puestos y puede animar a lo mismo en el futuro.

“Vamos a seguir acompañando y empujando al Gobierno sin olvidar los límites”, aseveran los de Podemos, listos —dicen— para una posible alianza con el PSOE, bien en los comicios municipales y autonómicos del 2019, o en las generales del siguiente año, si no antes, tomando para sí muestra de la tendencia en casi todos los gobiernos europeos a participar del poder mediante alianzas.

No por fuerza esos propósitos están en condiciones de sobrevivir a varias pruebas conocidas o en ciernes. El tema catalán es uno de los capaces de sacar el tren de sus rieles. Sánchez tuvo el buen tino de eliminar el artículo 155 impuesto por Mariano Rajoy mediante el cual se privó de autogobierno a esa autonomía. “La crisis catalana no la vamos a resolver mañana ni pasado, pero con tesón y sentido de Estado la vamos a solucionar”, ha considerado.

Esa se mantiene como una de las grandes encrucijadas por recorrer. No se puede ir atrás ni dar saltos mortales so riesgo de fricciones fatales con los implicados y con quienes están acompañando el esfuerzo por adecentar el país, inmerso en los abundantes desaguisados impuestos por los conservadores colocando de pretexto una crisis —ya remontada, aseguraron— pero según advierten economistas, los aclamados avances exhibidos como logro por la anterior administración ni son estables ni llegan a la gente común.

El tema económico, asimismo, se alza como una fuerte prueba para quienes están a cargo del país solo desde junio, atados por presupuestos que hicieron sus oponentes, ahora muy dispuestos a achacarles a los actuales dirigentes cualquier problema. Ciudadanos y el PP, compitiendo por ver quién se escora más a la derecha o es capaz de quitarle adeptos al otro dentro del electorado conservador, afirman que la disminución del crecimiento es culpa de Sánchez.

Explican los expertos que el PIB crecerá menos (entre el 2,5 % y el 2,8 % para cuando finalice el año, contra el 3 % del 2017) y se debe, ante todo, a la gran dependencia que tiene España de la adquisición de petróleo, cuyos precios aumentaron en los últimos meses, no se sabe si de modo transitorio, pero con un efecto malsano sobre muchas economías, mas o menos aclimatadas a un considerable período de descenso en las gastos por compra de combustible. Como el 70 % de las exportaciones ibéricas van hacia el resto de la Unión Europea y las afectaciones derivadas de este problema influyen en todo el Continente, sea España u otros, se entorpecen los márgenes de desarrollo.

Se añade que el desempleo es significativo en este país hace mucho tiempo. Aumenta ante cualquier dificultad y ello provoca un menor consumo de la ciudadanía. Es de los fenómenos con carácter estructural y, por ende, heredado. La administración del PSOE, con el impulso de Podemos, intenta dilucidarlo, pero la reforma laboral impuesta en el 2012, nada menos que por quienes culpan a los recién llegados de sus efectos, es un obstáculo.

Como por ahora Sánchez y los suyos carecen de una cifra de diputados suficiente para proponer la derogación de esa ley, buscan paliativos como alivio para los trabajadores, procediendo a bajarle el tono a la precariedad y la subcontratación, dos de las muy extendidas derivaciones promovidas por esa antisocial disposición legislativa.

La aprobación del presupuesto para el año entrante es una prueba especial para el presidente del gobierno y su alianza con la nueva izquierda. Puede jugar en su favor o en contra, la posición añadida de los partidos nacionalistas inconformes, se presume, si no les resultan favorables esas cuentas.

La derecha española, por separado o junta, continuará influyendo sobre los proyectos de corte progresista gracias a la cantidad de escaños con las cuales cuentan entre ambas. Estorban, por lo bajo, los intentos de reparación histórica referidos al franquismo, pero no se atrevieron a invalidar el Real Decreto para exhumar los restos del autócrata en el Valle de los Caídos, monumento que ordenó construir para sí en vida, en afrenta de sus víctimas e ignominia de otras generaciones.

Sobre el tema no es todo cuanto se necesita, según el criterio de la mayoría, pues se deben “encontrar a los desaparecidos y modificar el sistema de exhumaciones” y, además, facilitar el acceso de los investigadores a los archivos oficiales aun vedados. La decencia exige hacer fiel relato de la historia como fue. No como quisieron plasmarla por la fuerza.

Muestra muy contemporánea de lo imprescindible de tener diáfanas actas de cada etapa, recién la dio José María Aznar, quien tuvo la desfachatez de negar lo obvio al comparecer en el Congreso requerido por la conocida trama Gurtel. Según el exgobernante, ni siquiera conocía al cabecilla de la confabulación (Francisco Correa) pese a lo notorio y público de sus vínculos cercanos con quien participó de modo flagrante en “un auténtico y eficaz sistema de corrupción institucional” (así se formula en el dictamen de los jueces, añadiendo que el PP tuvo una caja B “al menos desde 1989”).

En la misma comparecencia dijo que España no participó de la invasión a Irak, como si no fuera él mismo uno en el Trío de las Azores (Bush, Blair, Aznar) y cual si no hubiera enviado tropas al país árabe. Esa mendacidad a título de inmerecidas glorias, evidencia lo forzoso de dejar bien sentado y muy claro cómo y qué ocurre, mientras están vivos testigos y dolientes, cualquiera sea el hecho y pese a la asombrosa propensión de ciertos individuos autoglorificados.

Redondeando este incompleto repaso, no debe quedar fuera lo recién recobrado en sanidad, casi privatizada por Rajoy, o los avances en cuestiones de género en favor de las mujeres, entre frentes donde trabaja bajo fuego graneado la administración Sánchez. Su formación política, no olvidarlo, tampoco es monolítica. Él mismo es expresión de fracturas no suficientemente soldadas. Por delante le esperan muy fuertes retos y más de una zancadilla.


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Elsa Claro Madruga

Analista de temas internacionales


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