Los trabajadores argentinos y una mayoría popular realizaron esta semana una huelga general en desacuerdo con los movimientos financieros del régimen de Mauricio Macri, que, se prevé, crearán una tragedia social tras el nuevo anclaje al Fondo Monetario Internacional (FMI) solo para pagarle a los bancos acreedores.
El modelo neoliberal impuesto por el derechista presidente dio varios traspiés, como el récord histórico de desequilibrio entre importaciones y exportaciones, una de las causas que hizo estallar una crisis económica con fuerte repercusión en la sociedad, en especial en los sectores más vulnerables.
Varios economistas aprecian de manera negativa la apertura del mercado a todo tipo de importaciones por el macrismo, cuando en el mundo, apuntan, hay una dura lucha por los aranceles. El resultado visible es un déficit comercial y financiero enorme, acompañado con la fuga masiva de capitales. Estas medidas y otras poco inteligentes crearon una crisis financiera de graves repercusiones que moviliza desde hace meses a los movimientos populares y sociales, y en especial a los poderosos sindicatos, impulsados por las exigencias de sus afiliados.
El pasado lunes Argentina quedó desierta por el paro nacional convocado por los gremios que rechazan el declive económico y el reciente endeudamiento del país con el FMI por 50 000 millones de dólares, con lo que el ejecutivo piensa, y está por ver, resolver los pésimos resultados de su política neoliberal. Mientras Macri festejaba con su gabinete la entrada del primer préstamo, las calles vacías del país demostraban el poder de la clase obrera, que obligó a los líderes sindicales a quebrar el entendimiento con el gobierno —como se hace desde hace décadas en democracia.
La huelga general recoge la tradición histórica de lucha del movimiento obrero y popular argentino para reflejar su descontento con el sistema. Esta fue la tercera huelga organizada por la Central General de Trabajadores (CGT) y las dos Centrales de Trabajadores de Argentina (CTA), pero resultó la más poderosa, en otro aviso al gobierno de que acabó la luna de miel. Los sindicalistas advirtieron en comunicados públicos que impedirán cualquier intento de la Casa Rosada de una reforma laboral que deprima aún más la economía social.
Para líderes como Hugo Moyano, del poderoso gremio de los camioneros, capaz de paralizar en solitario el país, el acuerdo con el FMI es similar al que derrumbó la economía nacional en 2001 y el presidente debe resolver el caos económico actual sin más consecuencias negativas para los trabajadores, ahora con su salarios reducidos al mínimo tras la devaluación del peso (más del 50 % desde enero último).
El economista Claudio Katz afirmó: “…el gobierno está festejando una desgracia, pues no se trata de un premio, ni un préstamo para la inversión o el desarrollo productivo. Es un dinero entregado para que le pague a los acreedores, es un auto-préstamo del FMI”. En opinión de Katz, “ellos mismos nos dan la plata para que le paguemos a los que dirigen el FMI, que son los bancos acreedores de Argentina. Otorgaron exactamente lo que Argentina tiene que pagar en el curso de los próximos 30 meses y el cronograma es muy estricto en relación a eso. No se puede usar la plata que nos dan para otra cosa que no sea el pago a los créditos que les debemos a ellos”.
El acuerdo con el FMI, que algunos opositores califican de brutal, conlleva el monitoreo cada trimestre del uso del crédito y eventual entrega de otras cuotas, según los vencimientos de la deuda. En el primer trimestre de este año, el desempleo alcanzó el 9,1 %, mientras quienes buscan un segundo trabajo llegó al 15,3 % y los sub-ocupados que desean regularizar su situación un 6,8 %. Cifras que no incluyen el impacto de la crisis cambiaria de mayo y este mes.
“Este 2018, el 35 % de la población se considera pobre a nivel nacional, mientras que en algunas provincias la cifra supera el 50 %. El salario mínimo actual cubre solo el 45 % de la canasta básica, y las jubilaciones son vergonzosas, pues no permiten pasar la primera quincena. Como cosa inédita en un país que siempre fue productor neto de alimentos (carne vacuna y cereales en cantidad, el “país de las vacas”), actualmente la desnutrición infantil es de más del 20 por ciento”, afirmó Marcelo Colussi en un artículo publicado en América Latina en movimiento.
Según indica el pacto con el FMI, la inflación podría llegar este año al 32 %, luego de la aplicación de las medidas represivas exigidas a Macri. Algunos medios argentinos hacen énfasis en el 0,2 % dedicado a atender las poblaciones más vulnerables, pero —expresó el diario Clarín— es un dinero que “solo sostendrá la pobreza actual”.
Desde otra mirada al conflictivo panorama, el derechista Macri se siente halagado con la asistencia del FMI y, de manera simultánea la calificación de “mercado emergente” concedida al país en estos días por Morgan Stanley Capital Internacional (MSCI), un proveedor de índices e informaciones económicas para inversiones internacionales, en especial las estadounidenses.
La esperanza de Macri —líder del partido Cambiemos, nombre que ahora resulta irónico— es que lleguen inversiones seguras, lo que prometió cuando asumió en 2016 pero no logró hasta ahora, sino la implementación de reformas y ajustes en detrimento de la población. Argentina depende ahora en absoluto de la captación de capitales que busquen un escenario seguro para depositar sus dólares. En las últimas semanas, el FMI ingresó a la nación suramericana 15 000 millones de dólares, lo que repuntó las reservas internacionales por encima de los 62 000 millones de dólares.
Sin embargo, la categoría del MSCI puede variar. Solo se mantendrá si el macrismo conserva el rumbo económico trazado por el Fondo y no hay restricciones al movimiento internacional de capitales. La lectura se traduce en que aunque le brinde respaldo político a las medidas de ajuste que intenta el régimen, es también una advertencia de que no puede dejar crecer la crítica y el descontento social, algo realmente imposible. Ante los nuevos acontecimientos y a poco más de un año de elecciones presidenciales —octubre de 2019—, la cacareada reelección de Macri parece alejarse como un espejismo.
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