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sábado, 9 de noviembre de 2024

¿A qué juega Trump?

El presidente de los Estados Unidos parece no tener un proyecto de gobierno claro y sólido que permita satisfacer las necesidades del país norteamericano...

Haroldo Miguel Luis Castro en Exclusivo 03/06/2020
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Donald Trump Twitter AFP
Los desacuerdos entre Donald Trump y Twitter se reavivó el viernes. (Olivier Douliery/AFP via Getty Images)

Luego de tomar protagonismo en el escenario político hace poco más de cuatro años, a estas alturas a nadie debiera sorprenderle las sui generis maneras de Donald Trump de llevar a cabo el arte de gobernar. Incluso, antes de alcanzar la presidencia de los Estados Unidos de América (E.U.A), el multimillonario ya se caracterizaba por su extraordinaria habilidad para derrochar sandeces y atacar rivales.

Con el rol de tipo duro incapaz de respetar lo establecido para las relaciones internacionales y con el discurso de mesías de la economía estadounidense, se ha permitido graves licencias a la hora de asumir su cuota de responsabilidad como representante de una nación que tiene una enorme influencia en el devenir de la sociedad desde mediados del pasado siglo.

Este personaje sin precedentes en el mundillo de la diplomacia pareciera perseguir el objetivo de degradar hasta límites insospechados los de por sí vapuleados principios que a día de hoy rigen las disímiles interpretaciones de democracia. Cuanto menos, se antoja interesante la capacidad camaleónica del magnate inmobiliario para tomar decisiones.

Mientras sanciona a Venezuela, a Cuba o a Irán por contar con supuestos regímenes transgresores de la libertad y el derecho individual, en su propio país luce ademanes de dictador cuando, por una u otra razón, se ven involucrados los intereses personales. Por eso, la firma del decreto que ordena al organismo regulador de la Comisión Federal de Telecomunicaciones que “clarifique” una parte de la Sección 230 de la Ley de Decencia de las Comunicaciones para que a las redes sociales le resulte más difícil retirar contenidos, vienen a confirmar las sospechas.

Dicha orden llega tras la censura por parte de Twitter de criterios violentos publicados por el mandatario y después de que se le colgara una etiqueta de verificación por engañoso a un tuit que acusaba de fraude la decisión del gobernador demócrata por el Estado de California, Gavin Newsom, de enviar papeletas de voto por correo a todos los electores registrados en calidad de alternativa ante la crisis sanitaria causada por el nuevo coronavirus.

En un contexto matizado en los últimos días por los ataques de Trump a la exsecretaria de Estado y ex candidata presidencial demócrata, Hillary Clinton, y por las amenazas de mandar a la cárcel al exdirector del Buró Federal de Investigaciones, James Comey, el Ejecutivo ha asumido la acción de Twitter con un marcado sesgo político. “Las plataformas de las redes sociales silencian totalmente las voces conservadoras. Regularemos con contundencia, o cerraremos, antes de permitir que esto suceda”, expresó el dignatario.  

Según un artículo publicado por rtve, numerosos expertos legales consideran que la medida apenas sobreviviría en caso de demanda judicial. Sin embargo, se mantiene la intención de llevar a cabo la reforma, aunque signifique luchar en los tribunales.

Paradójicamente, Twitter ha sido la plataforma por excelencia para las intimidaciones. Las declaraciones presidenciales de moda van dirigidas a la República Popular China por la supuesta propagación intencionada de la COVID-19. El titular norteamericano ha asegurado una y otra vez que el gigante asiático, además de crear el virus, tiene la culpa de haberlo propagado, aun cuando científicos estadounidenses puntualizan que no hay pruebas contundentes de ello.

Así canaliza el encono hacia quienes han sabido ganarle terreno económico y mantienen una actitud poco tolerante con el actuar de la Casa Blanca. Aprovechando la cobertura de la aprobación de una nueva Ley de Seguridad Nacional de la dirección china para controlar la Región Administrativa Especial de Hong Kong, retiró a E.U.A de la Organización Mundial de la Salud (OMS) por su supuesta cercanía con Pekín.  

De esa manera pretende eliminar el estatus comercial que mantenía con el territorio, penaliza a funcionarios que considera han afectado la autonomía de Hong Kong, inicia investigaciones contra empresas chinas radicadas en suelo norteamericano y, de paso, priva a la OMS de unos 500 millones de dólares anuales.

Identificar enemigos en todos lados constituye la estrategia empleada para promover el drama y ganar audiencia al estilo de los reality shows, pero, al menos en esta ocasión, pudiera pasarle factura. Aunque aún resulta muy temprano para dilucidar favoritos a las elecciones presidenciales de noviembre, su derrota comienza a manejarse.

Si bien en un inicio para defender la reelección se argumentaba la profunda división política y el mejoramiento de las condiciones económicas del ciudadano común, de acuerdo con estudio reciente de la empresa de análisis y asesoría con sede en Washington, Gallup, el republicano contaba con un 54 por ciento de desaprobación general y un 43 por ciento de aprobación. Asimismo, una encuesta exclusiva realizada por Ipsos para la agencia Reuters otorgó ventaja para el candidato demócrata, Joe Biden, en Michigan, Wisconsin y Pennsylvania; Estados que ganó Trump por la mínima en 2016.

La incoherencia en su proyecto de gobierno, la postura hostil y descarada hacia temas prescindibles para el progreso nacional y la incapacidad de reaccionar a tiempo ante los distintos escenarios de un pueblo complejo y abrupto, lo vuelven indescifrable e incompetente. De haberse preocupado por aquellas cuestiones que en realidad contribuyen al bienestar del estadounidense, quizás no hubiese comenzado el mes de junio escondiéndose bajo tierra.


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Haroldo Miguel Luis Castro

Periodista y podcaster

Se han publicado 1 comentarios


Javier Hernández Fernández
 29/6/20 22:17

Trump juega al juego de tronos.

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