Hace solamente alrededor de diez días, el 20 de enero, comenzó en La Habana la primera jornada del Premio Literario Casa de las Américas 2020, durante la cual se instaló el jurado internacional que incrementa su prestigio, y un encuentro literario de tal magnitud es prodigioso si tenemos en cuenta que Cuba continúa siendo “una isla rodeada de agua, de amenazas y calumnias”, según la vívida imagen que nos brindó en su discurso inaugural el actual presidente de dicha institución, el escritor cubano Abel Prieto.
Otro de los rasgos característicos del Premio Casa, posicionado entre los más importantes y respetados del mundo, es que “ha sido anticolonial, martiano, calibánico, expresión de apego innegociable a la cultura; ajeno por esencia a las operaciones de marketing de los conglomerados editoriales en que se han convertido muchos concursos de los más publicitados”, valoración de Abel Prieto.
También, señalaba el presidente de la Casa:“El Premio se concentra en el rigor y la calidad de las obras que concursan, en su calado, en los desafíos que se proponen y no en el gancho ni en los efectos baratos ni en los potenciales éxitos de venta”. Justamente por ello, los autores y autoras participantes sienten una gran satisfacción, casi siempre imperecedera, llena de agradecimiento, al obtener alguno de sus reconocimientos.
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A lo largo de las seis décadas que ya dura el Premio Literario Casa de las Américas se han ido incorporando géneros y temas convocados, nuevos aspectos de la realidad contemporánea que le aportan una renovación vivificante. No hay estancamiento del Premio Literario, muy al contrario.
En este año está incluido el tema apasionante, aún poco conocido y apropiadamente dimensionado, de las literaturas, u oraliteraturas, de los pueblos originarios de América (nombre que nos recuerda la supervivencia de lo colonial reforzado en nuestro continente).
Abel Prieto reveló la trascendencia de tal convocatoria: “El resentimiento que ha salido a flote contra símbolos y tradiciones indígenas, contra las mujeres que usan pollera, contra una bandera como la wiphala, tiene raíces muy profundas y vínculos genéticos con el fascismo. Por eso es tan significativo que la Casa haya convocado este año al Premio de Estudios sobre Culturas Originarias de América”.
El panel “Escrito en Abya Yala [tierra sangrante, madura]: emergencia y permanencia de las literaturas indígenas”, mostró cómo en efecto se restaura una manifestación cultural que nunca dejó de estar presente entre los pueblos indígenas, principalmente a través de la oralidad.
Porque la lengua indígena y la palabra estuvieron prohibidas más allá de la época colonial, en las Constituciones de las nuevas repúblicas de la América hispana de los siglos XIX y XX.
Con dolor, los panelistas Ariruma Kowii (kichua, Ecuador) y Miguel Rocha (Colombia), escritores en lenguas indígenas, que hoy día se respetan y alcanzan ediciones — en ciertos casos incluyen traducciones al español—, narraron el racismo padecido por ellos y contra sus lenguas nativas por ser y contener una visión del mundo diferente a la de la cultura occidental. Igualmente, fue despreciada por representar a los pobres explotados y humillados, aislados e ignorados por la sociedad y la cultura, creada en base a los intereses de las oligarquías nacionales. Muchos ejemplos de graves injusticias nos trasmitieron aquellos panelistas.
Por otro lado, se refirieron a la perseverante lucha que llevan a cabo para que se les conozca y aprecie, a escritores hombres y mujeres, y se les tenga en cuenta en el ámbito académico, nacional e internacional.
Las sociedades más humanas y verdaderamente civilizadas del siglo XXI tienen por delante una tarea mayor, el desafío de deshacer los peores crímenes de la explotación capitalista, del colonialismo y neocolonialismo extendido por el mundo: aprehender y aprender con mirada humanizada acerca de los pueblos y las culturas originarias, aborígenes, de sus descendientes contemporáneos. Comprender sus saberes y valores.
Coincido con el presidente de la Casa de las Américas en aquella parte de su discurso, varias veces citado por mí en este trabajo, donde declaró con clara visión: “Este mismo Premio Casa de las Américas es sin duda una victoria sobre el afán enfermizo de destruirnos. Representa otra apuesta de Cuba por la cultura, por la vida, el pensamiento, la poesía, la inteligencia, la solidaridad; ante el discurso del odio, del neofascismo, de la estupidez arrogante, de la mentira y la manipulación”.
Raúl Rico Arvelo
15/5/21 17:45
Saludos y salud, para todos, mi humilde y revolucionario comentario no es más que: Con el solo nombre de este grandioso concurso o premio a la excelencia revolucionaria, real correcta y sin enmendaduras, es el vivo ejemplo para todas las naciones del mundo y noto que todos los que han tenido la dicha iniolvidable de ser galardonados con tan reconocido y apetecido premio. Son persdonas con mucha experiencioa de vida y no diré mi Pseudónimo, pero de lograr aluno de esos premios, seré el viejo más joven, en el concepto de alegría y satisfacción del mundo...Felicitaciones y que viva Cuba libre y autónoma, desde todos los puntos de vistas, político, económico y socio-culturalmente hablando..
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