Por: Isadora Duncan
En efecto, el de ella, “el más libre de los cuerpos”, sitio donde la bailarina entalla su danzar persistente. Allí donde su cuerpo y su danza como condensado escénico en paradoja de la representación, aseguran (al decir de Corinne Enaudeau) que representar es sustituir a un ausente, darle presencia y confirmar la ausencia. Así, la corporalidad danzante de Thais Suárez sabe cómo volverse presencia siempre. En ella, en su afán poético dentro de OtroLado, avisto el borde cómplice que reanima los posibles porqués de las relaciones que suscita la danza desde el poder expresivo y movilizador de un cuerpo en resistencia. Cuerpo firme para sobrevivir al otro lado del cuerpo mismo, al otro lado de la danza y la representación; sí, en ella y fuera de sus bordes. De un lado, deslumbramiento de lo representado: ella se borra ante lo que muestra.
Gusto de su eficacia: como si “la cosa” cuerpo y la cuestión técnica estuvieran allí y solo en el poder imaginarte de la imagen múltiple e inclasificable que ellos proyectan. Pero, por otra parte, descorrimiento del velo, de la opacidad y sus sombras: la representación sólo se presenta a sí misma, se exterioriza encarnando al cuerpo y su imagen la eclipsa y la suplanta, duplica su ausencia en presencia (viva, radical, contundente). Ilusión de abandonar la presa por la prisa que la sombra pudiera aquietar o expandir; deleite por haber ganado con el cambio: la artificación del baile que supera a la naturaleza misma del cuerpo danzante, pero que, al tiempo, la completa y la realiza, la explaya y contrae, la ensancha y agrupa para volverla certera, precisa, sin melindres. Qué son las danzas de Thais hoy en OtroLado como lo fueran en su madre cuna Danza Contemporánea de Cuba; qué es sino esta pieza (cualquiera) donde su cuerpo/imagen/sombra/luz/pátina, sitúan en el poder visual de lo “no veíble” la presencia leíble del hecho, de la metáfora, de la imagen representada.
Obvio, en estas notas no me propongo una perspectiva generalizadora de las cualidades excepcionales de la intérprete; quizás, un propósito más específico sería corroborar lo que argumenta su presente danzante. Como ya anotamos, dupla fundacional de la compañía OtroLado junto a su compañero Norge Cedeño. Tal vez, una bailarina del futuro como aquellas que profetizaba Isadora, continuamente pionera de una nueva danza que está aún por venir. Sello incuestionable de la escena danzaria cubana de este minuto, quien en discreción absoluta es develación no develada de sus metodologías creativas para sustentar la práctica artística como investigación creadora de su propia materia gestual, corporal, presencial, visual y hasta etcétera. Justo donde la obra produce en su cuerpo-soporte expresivo y fuera de sus márgenes la visión artística de todo lo posible. Como Norge, ha sido Premio Ramiro Guerra de la Asociación Hermanos Saiz, diploma de oro al graduarse en el perfil Danza Contemporánea de la licenciatura en Arte Danzario de la Universidad de las Artes, ISA, donde cursara la maestría en Estudios Teóricos de la Danza y la motivara investigar desde el enfoque de género en la danza.
En OtroLado, como proyecto de creación de pequeño formato en el panorama actual de la danza contemporánea cubana, Thais ha apostado por habitar un espacio abierto a la creación y a la formación artística, al intercambio, experiencias y las buenas prácticas. Estos primeros cinco años que en estos días celebramos, son muestra de su hacer colaborativo con otras agrupaciones cubanas e internacionales. Desde un lenguaje sustentado en la mezcla disciplinar, multiplican cualidades y esfuerzos para mantener una presencia escénica elevadamente física, transgresora y clara de los alcances del tecnicismo corporal, cercana a la emocionalidad más humana (nos dijera Norge, su director); una danza lente de aumento de los tiempos actuales, capaz de redimensionar a través de una versatilidad hibridada toda la herencia o memoria cultural insular, caribeña, latinoamericana.
Y en esas coordenadas poder ubicar el saber danzar en todos lados de Thais Suárez. Del solo al dúo, al trío o a la multitud; incluso de la oscuridad misma, la imagen que zarpa, nos cautiva y hechiza. Cómo se las arregla la bailarina para que el sí-misma pase del centro al anonimato, del sitio de valor a la zona donde anula su ser sin perder el poder, sin disipar su presencia. Oscura claridad a medio camino entre el sueño y la vigilia, sueño despierto en el que su cuerpo se (nos) deja seducir por su propia representación. Acaso, “exterioridad de lo íntimo” (Levinas), “paradoja de lo imaginario” (Sartre), espontaneidad encantada o, mejor, cantidad hechizada, diría Lezama.
Cierto es que Thais Suárez sabe cómo danzar en todos los lados, sabe cómo convirtiéndose en masa, no deja de ser un algo fluido, propio de una danza libre; ella, quizás, como presagiara Duncan,… la bailarina del futuro será aquella cuyo cuerpo y alma hayan crecido tan armoniosamente juntos que el lenguaje natural del alma se habrá convertido en el movimiento del cuerpo humano… (Tomado del Periódico Cubarte)
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