El entusiasmo por vivir el terror, anualmente une a millones en celebración. Dedican la noche de Halloween a vestirse como monstruos, fantasmas y otras criaturas aterradoras a sabiendas de que al final, pueden regresar a la seguridad de su hogar. Pero, ¿qué pasa cuando el miedo es tu realidad diaria?
Violencia, desigualdad social, discriminación, injusticia, son algunos monstruos reales que acechan a cuantiosas comunidades alrededor del mundo que, no poseen los medios para extinguirlos o al menos, mandarlos un rato a guardar en el armario. Para quienes viven en pobreza extrema, la falta de acceso a educación, salud y oportunidades es una pesadilla constante. Se enfrentan al no saber si tendrán comida o un techo sobre sus cabezas.
Aun así, la fascinación humana por lo sobrenatural y lo misterioso a veces puede ocasionar perder de vista, que los “monstruos” si existen, habitan en personas reales que atacan y llevan a otras a circunstancias extremas, a menudo impulsadas por las ansias de poder y el odio.
Halloween se puede interpretar como una ocasión para enfrentar miedos. En parte, disfrazarse de algo a lo que se teme-aunque sea sobrenatural-puede simbolizar la decisión de un enfrentamiento. Sin embargo, para las personas en las zonas de conflicto, encarar el sonido de las bombas no es una elección, y es tan común como el de los fuegos artificiales de las pomposas celebraciones de Noche de Brujas en los países que la acogen como parte de su idiosincrasia.
En Palestina, Yemen y Siria, el “truco o trato” no es un juego, sino una lucha diaria por la supervivencia. Las familias no buscan dulces para regalar, sino seguridad y paz.
Las decoraciones de Halloween con sus telarañas y objetos oscuros, palidecen en comparación con las cicatrices de guerra y la destrucción que marca a miles de personas. Por supuesto, el equivalente a las casas embrujadas serían los edificios vacíos de vida.
Las historias de fantasmas y demonios nos recuerdan que el mal puede estar en cualquier lugar, pero en el mundo real, las atrocidades nos muestran que la verdadera maldad puede surgir de la injusticia, la opresión y la falta de empatía.
Quizás en el futuro, debamos repensar celebraciones que no den pie a que los indolentes traigan a la vida mediante un disfraz a enfermos mentales; miembros de regímenes genocidas, narcotraficantes, asesinos en serie, profesiones sexualizadas o características de culturas o etnias discriminadas, el dolor y el sufrimiento no son disfraces.
En última instancia, Halloween nos ofrece una oportunidad para reflexionar sobre nuestros miedos y enfrentarlos de manera simbólica. Sin embargo, los conflictos actuales nos desafían a confrontar y abordar las causas profundas de la congoja humana. Nos recuerdan la importancia de la paz, la justicia y la solidaridad global para transformar el verdadero terror en esperanza y reconstrucción.
La preservación digital de estos eventos, garantiza que el mundo no pueda mirar hacia otro lado. Nos obliga a dar cara a la realidad de que, mientras unos disfrutan de una noche de disfraces y diversión cuyo objetivo es evocar al miedo, otros viven en un estado perpetuo de terror del que no pueden escapar.
Por eso, al mirar a nuestro alrededor, se imponen preguntas sobre cómo podemos transformar nuestras celebraciones en oportunidades para generar conciencia y acción sobre estos problemas globales; o Cómo apoyar a los que viven un Halloween eterno. Debe ser terrible abrir los ojos y que la oscuridad siga allí.
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