Pasos apresurados, nervios, rezos, miradas de admiración, esfuerzo físico, calma, coordinación: los bailarines se sincronizan, dentro de unos minutos todas las butacas estarán llenas y el teatro podrá disfrutar del ballet. Son las escenas habituales detrás del telón.
Viensay Valdés, se estira y entra en escena; Maria Kochetkova, la primera bailarina del Ballet de San Francisco, me descubre y en un gesto de asombro, sonríe; Sadaise Arencibia camina con la seguridad ganada como primera bailarina del Ballet Nacional de Cuba.
El ballet es un deporte: Ginett Moncho en un día bailó Dueto, Migration y Kitri la Bella en Don Quijote. Cada salida es un reto, un desgaste, un momento único. Por eso el ballet, desde una butaca o detrás del telón, no tiene momentos únicos, el ballet todo es un instante decisivo.
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