Dinero, dinero, dinero...

Hasta un poco pasada la década de los años 70 del siglo pasado, todavía proliferaban los albergues por toda Cuba para dar alojamiento y comida de manera gratuita a quienes tenían que trasladarse grandes distancias de sus hogares para trabajar. La mayoría de los albergados dormían en literas de hasta tres niveles, y los alimentos eran servidos en bandejas de aluminio. El local podía ser alguna casona abandonada por una familia de emigrantes que en algunos casos pensaron que el viaje era “hasta que esto se caiga, porque esto no puede durar mucho en contra de lo que quieren los americanos”.

Estimulado en que becados alojados en edificaciones habaneras similares habían encontrado tesoros ocultos en pisos, paredes y techos; el colega periodista y escritor Tomás Álvarez de los Ríos invitó a explorar (sin los resultados esperados) una parte del albergue porque “sin querer di un golpecito ahí y suena hueco, y los que vivían aquí se fueron para el Norte”.

Ambos trabajábamos en Santa Clara, pero vivíamos en la provincia de Sancti Spíritus, en cuya capital una brigada de constructores, dedicada a remodelar una añeja obra a orillas de la Carretera Central, halló dinero, bastante dinero para la época, pero se trataba de billetes que no fueron canjeados en su momento.

Cuando nos enteramos, todos reímos pensando que quizás eso mismo pudo haber sucedido en nuestra aventura de buscadores de tesoros escondidos, en vez de hallar supuestas joyas... Entonces, alguien de los presentes (que no recuerdo) entonó un fragmento de la melodía “Quinto patio”, de Luis Arcaraz que en dos de sus versos dice: “El dinero no es la vida/ es tan solo vanidad”.

 Hoy, todos esos recuerdos han servido de estímulo para acudir al diccionario, donde dice que dinero es un “conjunto de monedas y billetes que se usan como medio legal de pago” y ejemplifica: “eché todo el dinero que tenía encima de la mesa”. En la segunda acepción dice: “conjunto de riquezas o valores que pueden transformarse en dinero”, significado al cual le hacemos aquí un cambio, al interpretarlo en términos opuestos al financiero, y contextualizarlo en el actual escenario cubano de un ordenamiento que, al ser estructural, puede influir determinantemente hasta en los lugares más recónditos de la sociedad.

La vida ha demostrado la existencia de una riqueza invaluable en la fuerza de trabajo cubana, altamente saludable, calificada e instruida; capaz de emprender cualquier faena por difícil que sea, pues su preparación le facilita hasta aprender sobre la marcha cuando está en una nueva labor, tanto dentro como fuera del territorio nacional.

En cuanto a los valores, si tomamos la palabra entendida como cualidades humanas, también tiene dimensiones inconmensurables, demostradas en la disposición mayoritaria a colaborar con personas necesitadas de otras naciones a cambio de la satisfacción del deber cumplido, tanto en el terreno de la salud, la educación el deporte, la cultura, la ciencia, y hasta cuando se requiere poner la vida en juego.

La llamada Tarea Ordenamiento fortalece el papel del salario en la satisfacción de las necesidades nacientes y crecientes del trabajador y sus familiares. Y aunque no son pocos los que solo miran hacia el monto del dinero que recibirán, sería bueno que también tomaran en consideración que los cambios están dirigidos a distribuir las riquezas para que se reciba según se aporta.

Si quienes han estado hoy favorecidos por la llamada “pirámide invertida” creen que podrán continuar la vida como hasta ahora, les sucederá como a quienes no canjearon y escondieron el dinero en la década de los 60, se les convertirá eternamente en algo inservible.