La Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe es un órgano subsidiario de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y constituye el principal foro intergubernamental sobre los derechos de las mujeres y la igualdad de género en la región.
América Latina y el Caribe se vislumbra como la única región del mundo en la que gobiernos, organismos internacionales y organizaciones de la sociedad civil se congregan hace más de cuatro décadas para detectar desafíos y avances en relación a la igualdad de género, autonomía y derechos de las féminas. El primero de estos eventos tuvo lugar precisamente en La Habana, en el año 1977.
Este año, la conferencia celebrada del 7 al 11 de noviembre en Buenos Aires, Argentina, puso la lupa sobre la situación de las mujeres durante y tras la crisis sanitaria y recalcó la necesidad de avanzar hacia una sociedad del cuidado.
La pandemia por Covid-19 significó un aumento de las brechas de profundas desigualdades de toda índole, incluyendo, por supuesto, la desigualdad de género. Los últimos años evidenciaron lo injusto de la organización social del cuidado y la necesidad urgente de avanzar hacia una sociedad donde los cuidados y la sostenibilidad de la vida se encuentren en el centro de atención
De acuerdo al informe del año en curso El financiamiento de los sistemas y políticas de cuidados en América Latina y el Caribe, aportes para una recuperación sostenible con igualdad de género, preparado por la División de Asuntos de Género de la CEPAL, la actual división sexual del trabajo y la organización de los cuidados generan un círculo vicioso entre cuidados, pobreza y desigualdad y limitan la autonomía de las mujeres.
Según cifras de la Organización Internacional del Trabajo en 2019, año en que estalló la pandemia, el 76.2 % del tiempo dedicado a cuidados no remunerado está a cargo de mujeres. Este número constituye un indicador claro de la desigualdad de género que media entre las personas en condiciones de brindar cuidados.
Esta sobrecarga de trabajo impide el desarrollo de las mujeres en las labores remuneradas y, por ende, limitan su posibilidad de recibir ingresos propios; así como dificulta el autocuidado y cumplimiento de sus aspiraciones personales.
El documento anterior recoge que en 13 de los países de la región para los que se cuenta con información, los hogares más pobres son categorizados como extendidos o compuestos, esta característica conduce a una confluencia de generaciones necesitadas de cuidados (infantes y adultos mayores) en el mismo sitio. En segundo lugar, se encuentran los hogares monoparentales, donde la persona que provee los cuidados y sustenta la economía familiar es la misma. En el 90% de los casos esta persona es una mujer.
La periodista Dixie Edith Trinquete, partícipe de la conferencia en representación del Servicio Especial de Noticias de la Mujer de América Latina y el Caribe SEM, comenta que la pandemia multiplicó las cargas de trabajo para las mujeres. “A nivel regional las mujeres son mayoría en el sector sanitario por lo que constituyeron la línea de enfrentamiento a la pandemia. A la par, continuaron como encargadas de garantizar y ejecutar las labores de cuidado del hogar”, afirmó.
A las responsabilidades habituales de algunas féminas se sumó el control de los procesos de educación virtual o a distancia de los niños, niñas y adolescentes. Otras se incorporaron al teletrabajo y las líneas entre el trabajo remunerado y el no remunerado del hogar se desdibujaron. El bienestar y el necesario descanso se vieron relegados ante la avalancha de quehaceres.
Para gran parte de la comunidad femenina latinoamericana y caribeña, cuyos ingresos dependían de las labores de cuidado y trabajaban como empleadas domésticas, por citar un ejemplo, la Covid-19 significó el desempleo o en otros casos, la vulneración de sus derechos.
El desconocimiento del valor económico del cuidado reproduce distinciones por razones de género, raza, étnicas, territoriales y socio-económicas. Históricamente las mujeres han permanecido en los hogares y sido responsables del cuidado, mientras el hombre fungía como única fuente de ingresos del hogar y trabajador a tiempo completo. Esta fórmula propia del sistema patriarcal se modifica en los últimos tiempos gracias a las transformaciones económicas, sociales y culturales que han impulsado la participación activa de la mujer en el mercado laboral remunerado. La dinámica familiar también ha cambiado, sin embargo, la incorporación masculina a las tareas de cuidado deja aún muchísimo que desear.
El documento La sociedad del cuidado: horizonte para una recuperación sostenible con igualdad de género, elaborado también por la División de Asuntos de Género de la CEPAL para la conferencia recoge la necesidad de un cambio de paradigma y constituye una propuesta para avanzar hacia una sociedad del cuidado más justa. Pero, ¿qué se entiende por sociedad del cuidado y por qué resulta imprescindible para la sostenibilidad de las naciones?
De acuerdo al documento, tanto la provisión de cuidados a otras personas, como el autocuidado y el cuidado del planeta requieren la disponibilidad de tiempo, de una serie de bienes, recursos y servicios y de condiciones básicas para ello, incluido el bienestar subjetivo que permita realizar esta labor.
La sostenibilidad del planeta requiere un estilo de desarrollo que coloque al cuidado en el centro de prioridades, que reconozca la interdependencia entre las personas y de estas con el ambiente, y que distinga las múltiples interdependencias con lo económico, lo cultural y lo socioambiental.
El informe esclarece que para llegar a una sociedad del cuidado se requiere una transformación de las relaciones de poder que están en la base de la división sexual del trabajo, terminar con la cultura del privilegio y garantizar la autonomía económica, física y política de las mujeres.
La Agenda 2030 ostenta como su objetivo número 10 para el desarrollo sostenible la reducción de las desigualdades y el quinto se propone poner fin a toda forma de discriminación contra las mujeres y las niñas. Este escenario puede construirse únicamente desde la colectividad, donde avancemos hacia una nueva forma de organización social que supere problemas estructurales y lógicas arcaicas.
Cecilia Alemany, directora regional adjunta de ONU Mujeres para las Américas y el Caribe durante su intervención en la sesión dedicada al financiamiento de las políticas de cuidado explicó que “invertir en sistemas de cuidado genera un círculo virtuoso. Es una visión inteligente y sostenible”.
Al respecto, Mayra Jiménez, ministra de la Mujer de la República Dominicana, consideró que el fortalecimiento del sistema financiero con enfoque de género pasa por un proceso de rendición de cuentas y seguimiento de inversiones.
De acuerdo a lo expuesto La sociedad del cuidado: horizonte… los vínculos entre cuidados, autonomía de las mujeres, igualdad de género y desarrollo han sido ampliamente estudiados por el sector académico feminista, tanto desde la economía como desde la sociología, la salud y las ciencias políticas.
Estas realidades sumadas a las necesidades regionales y globales evidencian la necesidad de generar políticas integrales de cuidado que garanticen tanto los derechos de quienes demandan cuidado, como de quienes lo proporcionan.
Para Dixie Edith Trinquete hablar de una sociedad del cuidado se traduce en el reconocimiento de este como derecho humano y, por tanto, se admite que la responsabilidad de los cuidados no resulta privativa de las familias y comunidades; sino que atañe al Estado, los gobiernos e instituciones, al sector privado y a la sociedad civil en general.
Cuba en el escenario latinoamericano
Las vulnerabilidades a la igualdad de género demostradas durante la pandemia, no exceptúan a Cuba. A pesar de la tradición de la Isla en el desarrollo de políticas que promuevan y garanticen los derechos de las mujeres, la crisis sanitaria y económica afectó también a esta parte de la población.
La secretaria general de la Federación de Mujeres Cubanas, Teresa Amarelle durante su intervención en un panel de alto novel sobre Cuidado del Planeta destacó la importancia de crear y fortalecer alianzas entre instituciones del Estado y las organizaciones sociales y civiles para elevar la percepción del peligro a todos los niveles, particularmente en las comunidades.
Explicó, además, que en Cuba existen buenas prácticas y medidas con efectos conciliatorios basados en la corresponsabilidad, entre los que pueden contarse los círculos infantiles, el programa Educa a tu hijo, el Decreto ley de la maternidad, la atención a personas en situación de discapacidad y al adulto mayor. En una sociedad con bajas tasas de fecundidad y mortalidad y un envejecimiento demográfico avanzado resulta prioritario el trabajo continuo en esta dirección.
Amarelle, destacó al recientemente aprobado Código de las Familias como una normativa de amor, que coloca al cuidado de la vida como un deber y derecho de extrema relevancia, como condición necesaria para el bienestar y el desarrollo.
Los estados miembros de la CEPAL participantes en la conferencia aprobaron el Compromiso de Buenos Aires, el cual recoge en 54 puntos los acuerdos tomados durante el evento. Entre dichos convenios se concertó adoptar marcos normativos que garanticen el derecho al cuidado a través de la implementación de políticas y sistemas integrales de cuidado desde la perspectiva de género, interseccionalidad, interculturalidad y derechos humanos y que incluyan políticas articuladas sobre el tiempo, los recursos, las prestaciones y los recursos públicos universales y de calidad en el territorio.
Otro aspecto a destacar resulta la promoción de masculinidades responsables y no violentas para transformar roles y estereotipos de género; así como aplicar políticas de Estado que favorezcan la corresponsabilidad de género.
La XVI Conferencia Regional sobre la Mujer de América Latina y el Caribe, próxima a celebrarse en el año 2025, tendrá como anfitrión al gobierno de México
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