Hay que subir una escalera larga, fatigosa, oscura… Pero cuando se abre la puerta, todo es luz. Las tonalidades son casi doradas. El caballito de madera resalta, infantil, entre los pocos objetos.
La aparente desnudez del espacio habla de que allí trabaja una artista que lo llena con su creatividad, una que no para, pero que a la vez se va reconciliando con el hecho de que ahora sus ritmos son otros, quizá más lentos, quizá más concentrados, dependiendo de la perspectiva con que se mire.
Porque May Reguera es actriz, fotógrafa, madre de Milán…y no quiere atomizarse para asumir cada uno de esos roles por separado según el lugar, el momento del día, o las exigencias externas; ella quiere ser todo eso siempre, y sentirse cómoda en el proceso.
De su búsqueda de una maternidad diferente, de su necesidad de compartir todo lo impactante que estaba viviendo, surgió Vida, la tribu; un grupo que reúne a alrededor de 60 madres, una red de apoyo.
Cuatro de ellas, incluyendo a May, hablaron en esa tarde de luces amarillas sobre los desafíos de criar a otros seres humanos, esa experiencia raigal, tremenda, y lo hicieron mientras uno de los niños jugaba con su carrito, alborotaba, hacía ruido.
Nadie se molestó por eso que otros podrían interpretar como un inconveniente para el trabajo, nadie le pidió silencio, nadie se revolvió incómodo cuando la madre sacó su seno para alimentarlo; más bien, todas estuvieron pendientes a que no se tropezara, a que no se fuera a escapar hacia la escalera.
Esa es la actitud para ellas, y creen que debería serlo para la sociedad: empatía hacia las madres, sostén, y no falso paternalismo.
EMPODERARSE EN EL EJERCICIO DE COMPARTIR
“Nos hicimos exámenes, pruebas de compatibilidad, me retiré el DIU… La maternidad llegó más rápido de lo que habíamos pensado, pero de forma planificada”, confiesa May.
“Yo tenía una visión totalmente romantizada, y aunque te dicen que la vida te va a cambiar (esa frase célebre), realmente uno no tiene conciencia real de todo lo que va a cambiar.
“Cuando Milán llegó a nuestras vidas fue impactante, yo no estaba preparada en absoluto, pensé que todo iba a ser fluido, que nuestro cuerpo estaba preparado para absolutamente todo y me sorprendieron muchos de los obstáculos”.
May no se cohíbe para calificar todo lo que vivió después del nacimiento de su hijo con un adjetivo que a algunas personas les podría parecer impropio: terrorífico.
“Cuando tuve esa cosa pequeña en mis manos, me dije: qué hago, no entiendo nada. El asesoramiento en ese primer momento es prácticamente nulo. Lo primero que me dijeron fue que no tenía pezón y que debía habérmelo formado.
“Así entré a la lactancia sintiendo que ya había hecho algo mal”. Cuenta que experimentó “de todo”: sobreproducción de leche, pezones rotos, mastitis, y ello en medio de la pandemia de Covid-19, que intensificó los miedos.
“Experimenté muchas emociones contradictorias. Recuerdo que lloraba por todo. Llegó el momento en que me fui de los grupos en redes, porque me asustaba leer sobre las posibles enfermedades.
“Luego canalicé compartiendo mis experiencias en redes sociales, y eso de cierta forma me salvó. Empezaron a comentar muchas madres que se sentían igual, que experimentaban situaciones similares.
“Entendí que no era la peor madre del mundo ni una mujer incapaz de ser madre, sino que la maternidad real tiene muchas aristas y matices. Por eso creí necesario establecer una red y crear un espacio donde se hablara más de esos temas.
“Llegué a Vida desde mi necesidad de expresarme y desde el descubrimiento de una comunidad que necesita lo mismo: empoderarnos en el ejercicio de compartir”.
LAS MADRUGADAS FUERON MENOS TERRIBLES
Se dicen así mismas “las mamis”, es tal vez una forma de reconocerse, desde el cariño, en la compleja extensión de lo que viven, siendo madres, mujeres, profesionales, amigas.
Adriana Marcelo es productora y editora, y una de las piezas de esa red de apoyo que a través de Whatsapp se mantiene unida, presta a reaccionar con la velocidad de un puesto de mando ante cada urgencia que les nazca, y donde ninguna preocupación se desvaloriza jamás.
“Me pasé casi todo el embarazo de reposo, leyendo, investigando. Asumí que iba a empezar la lactancia lista, segura, pero la práctica dijo totalmente lo contrario.
“Se piensa que los cambios van a ser logísticos, y aunque sí, los cambios sicológicos, de percepción del mundo, de preocupaciones, conforman otra persona, quiero creer que una mejor persona.
“En plena pandemia, con la variante Delta, tuve mi primer ataque de pánico en el hospital materno, cuando se empezaba a llenar la habitación de personas sin nasobuco.
“Tengo el apoyo familiar, que es importantísimo, pero mis padres me criaron de una manera diferente. El apoyo de las madres me ha salvado, me digo: si me ingresan en Mazorra que sea en el ala de las mamis”.
Todas ríen, pero saben que desbordarse, pensar: “no puedo más” es también una constante de maternar.
Por eso, Adriana se pone seria y añade: “Las madrugadas eran menos terribles gracias a las madres que me decían: lo estás haciendo bien, o prueba esto. Esa red de apoyo para mí fue salvadora”.
Cesia González, modelo y madre de Liam, el niño hermoso y feliz que se adueña del espacio mientras las adultas conversan, asegura que Vida, la tribu la ha ayudado a sentirse más segura con la maternidad que defiende.
“Yo voy a todos los castings con mi niño, y he tenido que enfrentarme a esa ‘sobreprotección’ que cuestiona que lo lleve conmigo, esa que espera que te quedes en casa, y no hagas otras cosas.
“Me siento feliz de que mi hijo esté siempre junto a mí y de ser parte de esta red que abarca casi todo el país, con madres que quieren cambiar estigmas”.
Claudia Calderón es dependiente, tiene dos hijas, y reconoce que en el grupo ha “aprendido mucho, lo más importante: que todos los niños no son iguales, y a tener paciencia”. Dice que no es de hablar mucho, que lee a las demás y aprende, y que se lamenta de haber llegado tarde a “la tribu”.
Enseguida las otras la corrigen, y afirman que todas llegaron tarde, cuando ya sus bebés estaban nacidos.
Y ese quizá sea el principal valor de la plataforma que han creado: un espacio hecho a sus medidas, forjado no sobre expectativas, sino sobre realidades, las dolorosas y las alegres.
TANTA TAPADERA, ¿PARA QUÉ?
Claudia cuenta de la lactancia y de sus complejidades, y afirma que ya está libre de falsos pudores.”Tanta tapadera, ¿para qué?, en un país con este calor”.
Precisamente, esa visión de dar el pecho con naturalidad, de defender que es un acto complejo, de amor, y que necesita despojarse de mitos, por el bien de madres e hijos, es la que defiende el grupo.
De ahí surgió Vida, una exposición fotográfica de May, para la cual sirvieron de modelos varias madres del grupo, junto a sus hijos.
“Estamos rodeadas de personas que no creen en la lactancia, que repiten mitos constantemente –explica May–. Me había estado tomando fotos durante el embarazo, registrando los cambios, comenzando una relación nueva con este nuevo cuerpo, con esta nueva yo. Lo compartí en mis redes sociales y se sumaron muchas madres”.
Son un grupo, añade, que apuesta por que todas se acepten tal y como son, y respaldan la belleza de los distintos tipos de cuerpos, los procesos naturales, una vida más saludable.
“Se ha creado una comunidad. Somos prolactancia, pero queremos acompañarnos cuando decidamos destetar, y hacerlo en todos los procesos de las crianzas respetuosas”, agrega.
“No es que todas seamos iguales ni pasemos por lo mismo, es que hay una disposición a comprender, a apoyar. Sientes que hay alguien ahí que está dispuesto a oírte, a ayudarte y aconsejarte sin prejuicios”.
Adriana cree que hay dos visiones de la maternidad: la romantizada, que defiende que todo es maravilloso, y la de quienes asumen que después de parir se acaba la vida profesional y social. “Normalizar otras experiencias, todas las experiencias, es una de las cosas positivas del grupo”.
May defender que “la maternidad es un proceso en el cual te vas modificando con cada experiencia, por eso aspira a que ‘la tribu’ sea un espacio abierto, seguro, un espacio para contar y preguntar sin miedo, donde se entienda que la historia de todas nosotras es importante”.
“Hacer catarsis es liberador, y enseña a otras madres que es normal y que está bien hacerlo”.
PERO EL MUNDO…
Fuera de la red de apoyo, el mundo no es aún esa tribu que todas las madres necesitan para poder realizarse.
May reconoce que como profesional siente que debe esforzarse el doble que antes. “Estoy más cansada, más sensible, duermo menos. Soy otra persona. Estoy conociéndome de nuevo, eso implica ir más lento, no puedo ir al ritmo de antes.
“Yo tuve ese sentimiento de ‘mi vida profesional acabó’, cuando las personas comenzaron a salir después de la pandemia, y yo no podía. Me dio tristeza, entras en un túnel desconocido, todo es nuevo, no encuentras respuestas, te haces ideas.
“Pero en el fondo también soy esa sociedad que no me permite ir más pausado, todavía estoy gestionándome y haciendo las paces con el hecho de que esta es una etapa de menor rendimiento y está bien, porque estoy acompañando a un ser humano a crecer, a formarse”.
Para Adriana, ella ha ganado muchas cualidades que la hacen mejor profesional; sin embargo “la disponibilidad de tiempo ya no es ciento por ciento para nada, ni nunca estás ciento por ciento pendiente del trabajo, porque te mantienes atenta a si te llaman, a si lo dejaste con tos…
“Esas nuevas dinámicas no todo el mundo las entiende, incluso a veces personas que han sido madres, o supuestamente son pro madres, feministas.
“Cualquier inconveniente laboral lo achacan a que eres madre, como si fuera una enfermedad, te vuelves el eslabón más débil. También he sentido el falso paternalismo, con el que te apartan de determinada oportunidad supuestamente por tu bien, porque eres mamá”.
May es categórica al afirmar que las madres están discriminadas, en lugares de trabajo estatales y particulares. “No hay real conciencia de lo que implica apoyar a una madre. No estamos preparadas para asumir a la mujer madre. Hay incluso madres con bebés pequeños que no quieren trabajadoras madres”.
No están conformadas las estructuras para sostener a las madres, consideran, y por ello creen que es esencial crearlas y, también, lograr la empatía entre las madres que trabajan, que son las que mejor se pueden entender y apoyar.
Madres sin etiquetas, madres que son bonitas porque no se quedan “calladitas”, madres felices y capaces de decirlo cuando así no lo sienten, madres cómodas con sus senos desnudos, sus tatuajes, sus pelos rizos, anaranjados; con sus canas y sus vientres marcados por la gestación, así andan las de Vida, la tribu. Libertad es lo que defienden, y lo que ejercen.
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