El próximo domingo tendremos en Cuba otra fiesta democrática. Entre las siete de la mañana y la seis de la tarde, las cubanas y los cubanos con derecho al voto estamos convocados a responder a la pregunta: ¿Está usted de acuerdo con el Código de las Familias? De aprobarse el Sí se reemplazará la Ley vigente desde 1975, se revolucionará el concepto de familia y se concretará un sueño postergado y refrendado ya en la Constitución del 2019, la que establece que no es admisible la discriminación por condición humana o circunstancia personal, ni por género u orientación sexual, al ser lesiva a la dignidad de la persona. Se dará, otro importante paso en el camino de la concreción del “reino de la justicia” en este archipiélago de libertad.
De aprobarse por la mayoría, se daría un nuevo salto hacia otra forma de emancipación superior, la humana. El nuevo Código de las familias va en el camino de conquistar toda la justicia social posible. Propulsa la igualdad y la verdadera equiparación entre los cubanos; considerados como seres humanos, sin distingos, sin estigmas ni privilegios por cuestiones de orientación sexual o de género. Va en el sentido emancipador enunciado por el joven Marx en La cuestión judía, en el que el ser humano real y comunitario reabsorba al ciudadano abstracto, en el que se reconozca en todas sus potencialidades, como “ser genérico”, con todas sus “fuerzas propias”; sin que separe u oculte alguna expresión de su naturaleza (individual y social), por razones arbitrarias, por prejuicios o normas conservadoras que lo incompleten, que le resten libertad al Amor.
- Consulte además: Código de las Familias: inclusivo, democrático y de avanzada
Como apuntó hace unas horas el intelectual Luis Todelo Sande: “El nuevo Código no es revolucionario por representar a un gobierno que lo es, sino porque revoluciona conciencias, costumbres, valores, y cultiva justicia y equidad. Nos hace mejores, incluso a ese gobierno”.
El proyecto legislativo resuelve de una manera revolucionaria dicotomías heredadas desde la Ilustración, como la escisión entre las cosas del cuerpo y las de la mente, entre el individuo neutro y el individuo sexuado, entre el individuo racional (y libre) y el sujeto constituido por las “fuerzas de la costumbre”. Lo hace, elevando los afectos - hasta ahora constreñidos al espacio de lo privado y personal- , a instancia de lo público, de lo regulado por ley. Se le da impulso jurídico a lo que debió ser un impulso natural, de no haber estado amaestrados por las lógicas tribales. Esas que nos han privado hasta ahora de saber qué seríamos capaces de construir, individual y colectivamente, con y en los otros. El nuevo código nos pone en camino de descubrir, lo que seriamos capaces de ser si no fuéramos lo que somos; lo que podríamos co-crear si fuéramos, por voluntad cotidiana, un “tilín mejores”, con nuestros familiares y conciudadanos.
No es como dicen esos que atacaron a la Asamblea Nacional porque decidió postergar para este referendo legislativo el matrimonio entre dos personas, y ahora exhortan a desaprobarlo. No son capaces de sortear sus odios y resentimientos frente a un proyecto que consagra la dignidad como la esencia de los derechos y que suprime los criterios heteronormativos como reguladores de las relaciones familiares. Que refrenda el libre desarrollo de la personalidad, la protección a la vida familiar y a la igualdad. Lo que implica que cada persona decide el sentido de su propia existencia, de acuerdo a sus valores, ideas, expectativas y gustos.
El nuevo Código de las familias no le dará más derechos a algunos quitándoselo a los otros; mas bien añadirá derechos que faltaban. La solución de los excluidos no pasa por la toma de las casas de los hasta ahora incluidos. No impone modelos, cada cual seguirá cultivando la familia que quiere, siempre que no abuse, no maltrate, no desatienda y no vulnere la dignidad de los que le corresponde proteger y cuidar. Solo podría sentirse afectado quien pretendiese prolongar discriminaciones e injusticias.
- Consulte además: Código de familias, principales derechos y novedades
El ciudadano que, agobiado por los apagones y las colas, intente castigar al Gobierno en el acto democrático del Domingo, que piense que no es un texto impuesto por el Estado o el Partido, sino que ha sido construido por el pueblo, que ha sido enriquecido con sus aportes, que fue aprobado ya en la Asamblea Nacional por sus representantes. Que reflexione, antes de reaccionar por lo contingente, que es un proyecto legal para el futuro, que su voto negativo y de los que no participen, impactará en la vida doméstica de muchos de sus compatriotas marcados por el dolor y sin ley que los ampare, como en la vida que se darán las futuras generaciones. Que valore cuánto puede tronchar los sueños de miles de conciudadanos que han sido infelices hasta ahora y para los que el Código significa una esperanza.
“Quien no es libre él mismo, tampoco puede elevar a los otros a la libertad”, apuntó el Prometeo de Tréveris. Quien no se libere de sus prejuicios, quien a estas alturas, con tantos argumentos compartidos en nuestros medios, no se convenció de lo justo y beneficioso un documento que contiene las aspiraciones más elevadas de una Cuba futura, sus hijos y nietos les “ajustarán” las cuentas. Quien se disponga a vetar, por sus rezagos y prejuicios, por un asunto puntual, por no estar de acuerdo con uno o dos artículos entre los 474 artículos del proyecto, que valore el impacto de ese acto. Por no liberarse del pasado conservador y retrógrado, por desaprobar un texto superior e integrador, construido con visión de futuro, plural e inclusiva. Pondrá en riesgo el curso de una ley que de aprobarse por la mayoría nos situará en la lista de las naciones más avanzadas del mundo en cuanto al respeto los derechos humanos.
Vale seguir el ejemplo de la líder religiosa y diputada por de Mayarí María Armenia Yi Reina, la que reconoció el nuevo código como un salto en la construcción de una sociedad inclusiva y más justa y, aunque no apruebe algunos de los temas contenidos, por sus principios cristianos y su fe, le dio un Sí al proyecto y exhortó a que se lleve a la consulta popular y a que se participe para ejercer el derecho constitucional.
Los que no buscaron el texto que se llevará a consulta popular el próximo 25 de septiembre, quienes no pudieron estudiarse este proyecto de ley erigido desde los afectos, sobre la base del respeto a la diferencia y la visibilización de los sectores más vulnerables en el orden familiar, pueden optar por la confianza en los expertos de varias disciplinas del saber que se entregaron y articularon esta joya de nuestra historia jurídica, que concibieron estas normas con un profundo sentido ético, con vocación de pluralidad e inclusión. Pueden confiar en los Diputados que el pasado 22 de julio aprobaron la versión 25 del proyecto, luego de “un necesario, intenso y enriquecedor proceso de consulta.
Y pueden, además, confiar, en las bondad y el espíritu justiciero de Vilma Espín, quien “estuvo hasta el último momento trabajando en el código”, como asegura su ayudante personal Alicia Martínez, y la que “consagró su vida a hacer realidad el elevado propósito martiano del mejoramiento humano, al objetivo de lograr una sociedad sin discriminación alguna”, al decir de su compañera de batallas la diputada Yolanda Ferrer.
Lo mejor será un voto consciente, pero para los militantes quedará también la opción de la disciplina. Saber que el nuevo Código de las Familias va por la continuidad de la “revolución dentro de la Revolución”, que se convoca a expandir las esencias emancipadoras del Socialismo, por una familia y una Patria más justas y unidas.
En pocas horas, protagonizaremos un nuevo acto de democracia directa y participación popular; frente a las boletas nos quedará manifestar nuestra virtud ciudadana y solidaridad social,; como nuestra vocación de justicia, si le damos luz verde a los afectos.
Términos y condiciones
Este sitio se reserva el derecho de la publicación de los comentarios. No se harán visibles aquellos que sean denigrantes, ofensivos, difamatorios, que estén fuera de contexto o atenten contra la dignidad de una persona o grupo social. Recomendamos brevedad en sus planteamientos.