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jueves, 28 de noviembre de 2024

Lagomasino: "Estoy vivo y haciendo caminos"

"Sigo en el Cardiocentro como siempre y estoy de profesor consultante. Cuando las condiciones lo permiten, entro al salón", afirma Lagomasino...

Lagomasino
El profesor Álvaro Lagomasino reconoce que, para ganar el respeto de los demás, lo principal es la ética y la consideración a lo que hace cada quien (Foto: Ricardo R. González).

Es toda una cátedra en la cirugía cardiovascular de Cuba. Con solo mencionar su apellido se le reconoce porque ha sabido quedar entre esos corazones «reparados» por él que agradecen sus acciones para devolverles la vida, y también en los que desde lejos del quirófano admiran su intelecto y pasión por el prójimo.

En las andanzas cotidianas muchos preguntan: ¿qué es del profesor Álvaro Lagomasino Hidalgo? Y aquí está, con los bríos de siempre, permeado del humor cubano que lo acompaña, campechano alejado de la vulgaridad, sencillo como el más humilde de los caballeros, y conversador por excelencia quizás por esa cualidad heredada del ejercicio periodístico desplegado por su abuelo y seguido en cierta medida por su progenitor.

"Sigo en el Cardiocentro como siempre y estoy de profesor consultante. Cuando las condiciones lo permiten, entro al salón, aunque la pandemia nos alejó casi dos años de la cirugía, sumado a las limitaciones de insumos, y a la oportunidad que debemos darles a quienes desarrollan su destreza para continuar el dinamismo de la especialidad".

Cirujano al fin, extraña esa cotidianidad de vestirse de verde, de sentir la tensión de cada caso, de esperar que el experto en anestesia y reanimación indique la orden de listo para comenzar las acciones, ya sea ante una prestigiosa personalidad, que las ha tenido, como con la más sencilla de las personas, porque no admite las diferencias.

—¿Pudiéramos decir que aquel sueño de conquistar las nubes piloteando un avión lo cumplió en la vida desde otra altura con la cirugía cardiovascular?

—Es una historia complicada. Te confieso que la cirugía vascular llegó como un capricho, porque no era mi objetivo y nunca lo fue, como tampoco llegar a la Medicina. Todavía veo películas de aviación y me fascinan, los veo (a los aviones) por el aire y los sigo, y si estoy en un aeropuerto mucho más.

—Un día llegó desde La Habana para convertirse en el villaclareño por adopción que ha recibido las mayores distinciones gubernamentales, del sector y, sobre todo, de este pueblo…

—Me he sentido muy bien, aquí constituí mi familia, a pesar de que mi mamá, a la que extraño mucho, venía solo por unos días y regresaba a la capital.

Mis compañeros del Cardiocentro me dieron apego, desde los contemporáneos, los mayores, hasta los más jóvenes. Siento que ofrecen admiración y respeto, yo por ellos también. Existen muy buenas relaciones y a todos los escucho, incluso, a profesionales de otras especialidades.

—¿Cuáles considera que han sido las bases para ganar esa afinidad respetuosa entre los demás?

—Lo principal es la ética y la consideración a lo que hace cada quien, y admirarlo porque todo tiene su impronta y su valor en la vida.

—La existencia humana tiene momentos felices y otros que no se desean recordar, como aquel del 20 de octubre de 2013, en que la arteria coronaria jugó una mala pasada.

—Algo muy duro, podía ocurrir cualquier desenlace, pero era impostergable la cirugía, una especie de límite entre la vida y la muerte, aunque íbamos con la seguridad de que todo saldría bien, a pesar de que siempre queda la interrogante por algún lugar. Entré al salón con una sonrisa. Iba mi esposa, Loló, muy seria y yo, riéndome, mientras el camillero Ariel Silva estaba con lágrimas e, increíblemente, le di consuelo; luego se preocupaba a diario y quedó una buena amistad entre los dos; pero fuimos, salimos y aquí estamos.

—Un pueblo entero dio votos por su vida, se le pidió a Dios, hubo oraciones, creyentes o no deseaban el bien de un hombre salvador; también, velas encendidas en muchas partes del mundo, e incluso en Sagua la Grande sonaron los tambores por una feliz recuperación. 

—A pesar del tiempo pienso en todo eso. Tengo un gran agradecimiento hacia todas las personas, con los más cercanos y con los muchos que no conozco. Esos detalles no encuentran palabras, decir gracias es mínimo, pero sepan que cada gesto lo llevo dentro, los de aquí, los de allá, algo sin fronteras. Es como asomarte a un balcón y contemplar un infinito incalculable ofrecido por la humanidad.

—A pesar de tantos años de graduado, ¿nunca ha dejado de estudiar?

—Desde 1971 hasta este minuto. Busco siempre las novedades y considero que el profesional que no lo haga, en cualquier disciplina, va quedando en el camino.

—¿Sigue admirando a los grandes de la literatura, la poesía, la plástica y la música?

—Imposible sustraerme. Da Vinci, para mí, el uno, agrega todos los pintores del Renacimiento, sobre todo, del italiano. Me gusta la pintura rusa, alguna americana y el impresionismo francés. La música en general, con énfasis en la instrumental y la clásica: Vivaldi, Bach…

—El 29 de septiembre está declarado el Día del Corazón, ¿qué le recomienda un paciente-médico a los pobladores con vistas a que ese músculo mantenga la vitalidad?

—Todos los días se habla de los factores de riesgo cardiovasculares, por lo que me detendré en otros aspectos. Recordarles a las personas lo necesario de tener mucha paciencia, relajar lo más posible, que mantengan la ecuanimidad entre todos, que lean o aprecien el buen arte y se instruyan lo que puedan, porque son formas de aportarle beneficios a la salud.

Como el ágil jugador que en sus tiempos se desplazaba por el tabloncillo de básquet para tratar de llegar al aro y hacer canasta, no le pide nada en especial a la vida, simplemente seguirla disfrutando con sus amistades y la familia. Por eso es que está vivo y haciendo caminos, a pesar de que no pudo cumplir aquel anhelo de alcanzar el cielo piloteando un avión, pero lo conquistó con su talento.


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