Comienza un nuevo año, a las expectativas que se viven en la mayor parte del Mundo, a las emociones de varios días de fiestas compartiendo entre amigos y familiares, los cubanos le sumamos la celebración por el Triunfo auroral de los barbudos sobre la dictadura, de la vergüenza contra el dinero, de los humildes en su “carga para matar bribones”.
Nuestros parques se colman de actividades infantiles y en estas noches bailaremos al ritmo de nuestras orquestas. Porque sobra belleza en este paisaje físico y espiritual. Porque si el año pasado pereció al acabose, los agradecidos e informados encontramos motivos para celebrar. Por el hecho mismo de vivir y en el archipiélago en que aprendimos a suspirar, a sortear obstáculos y a vencer. Somos los hijos rebeldes de un pueblo mambí, no se nos doblan las rodillas, ni renunciamos a ser libres y prósperos.
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Cuba no está sola. No somos un país paria, los gobiernos soberanos nos respetan y acompañan, los movimientos sociales y partidos de izquierda admiran nuestra hidalguía, seguimos siendo la esperanza para los pueblos del Mundo. Nos agradecen nuestros sistemáticos actos de solidaridad, ni aun en las condiciones más difíciles hemos dejado de ser hermanos.
A veces pasa que nos dejamos enmarañar con el pesimismo, ese que enflaquece nuestro entusiasmo por concretar nuevos sueños y que engorda el bolsillo de los odiadores, de esos que viven vendiendo la matriz de Cuba “Estado fallido” y “régimen dictatorial”.
No permitamos que nos agobien con sus inventarios de desastres y calamidades; o que bajo esa pesadumbre enterremos nuestros logros, esos pequeños avances que le arrancamos a los imposibles históricos y geopolíticos, que conseguimos “a mano y sin permiso”, bajo la agresión sistemáticas del histórico enemigo, frente a esa guerra que llamamos bloqueo y que en secuelas se desborda, ya con cara de apagones o de desabastecimientos, ya en la desesperanza de los que se nos van del Socialismo y de la posibilidad de ser patriotas dignos aquí.
En mi caso, puedo listar conquistas personales y sucesos que hacen más feliz a mi Familia, la que comparte mi suerte en la Casa Cuba y en el nuevo apartamento que mereció mi esposa por su trabajo. Reforzamos nuestra inmunidad contra COVID, gracias a las vacunas creadas por nuestros científicos, otra muestra fehaciente de que “sí se puede”. Mis mulaticas tuvieron un curso escolar más normal que los anteriores distorsionados por una Pandemia que aun causa estragos entre los más pobres del planeta. Con la llegada de un nuevo director disfrutan de una escuela más linda y organizada, de la revitalización del trabajo pioneril y hasta de un mejor almuerzo.
No será suficiente, pero se hizo mucho en los barrios desfavorecidos, lo he constatado en La Timba que atravieso, en el camino a mi centro laboral. Nos regalamos un Código de los afectos, y para los que vivimos de crear, se publicó en la Gaceta una nueva Ley de Derechos de Autor. Se restablecieron los vuelos de las aerolíneas extranjeras y se incrementó paulatinamente la llegada de turistas. Aun no se concretan los resultados, pero se implementaron varas medidas y actualizaron varias leyes en el camino de desatar nuestras fuerzas productivas y hacer más eficientes nuestras empresas. Recuperamos en un 2 % el Producto Interno Bruto.
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Celebramos los triunfos de Petro y de Lula, como gozamos el gesto de Maduro a Macron. Recordamos a Juárez, ante cada acto valiente y solidario de López Obrador. Evocamos a Martí cuando varios presidentes de Nuestra América se levantaron por Cuba, Nicaragua y Venezuela, por su exclusión de la Cumbre de las Américas. Este diciembre, pude por fin ponerme, sobre el orgullo de latinoamericano, la camiseta de Argentina de Messi, lo que había anhelado desde 1986.
En el 2022, no golpearon muy duro las subidas de los precios y los apagones. No se manifestaron soluciones halagüeñas contra la inflación y la especulación, condicionadas por la confluencia de causas externas, eventos epidemiológicos y meteorológicos, más las desviaciones en la implementación de la Tarea Ordenamiento. Sin embargo, hemos tenido un diciembre más iluminado y esperanzador. Superamos la etapa de los grandes déficits de generación eléctrica causados por la obsolescencia del sistema energético nacional y la gravísima escasez de recursos financieros para renovarlo.
Nuestra resistencia le da la oportunidad a Biden de librarse de Miami y cumplir con sus promesas electorales de restablecer lo que su antecesor tiró a la borda. Ya debió convencerse de que aquella aventura de parecer más el vice de Trump que el de Obama, no tenía posibilidades de triunfar. Que su Dios lo guíe y que lo respalden los millones de ciudadanos buenos que residen en ese inmenso país, más libres que los radicados en ese pantano donde mandan el odio y el resentimiento; que lo persuadan los congresistas que nos visitaron estas últimas semanas y los empresarios que desean invertir o hacer negocios en Cuba: sin Bloqueo siempre sería mejor.
No lo haremos quedar mal, aquí hay reserva de vergüenza y de heroísmos cotidianos para seguirles demostrando que a la mala, ¡no va! Asumiremos los riesgos que haya que asumir.
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Tenemos un plan de ordenamiento legislativo y un plan de desarrollo económico para un país mejor. Con una voluntad de avanzar, pese al cerco y a la guerra híbrida que se nos hace. Ya sabemos que no se atreverían a dejarnos tranquilos, no lo hicieron la URSS, ni tampoco con Venezuela.
La prosperidad no cae del cielo. Nos daremos el avance que seamos capaces de guapear, con nuestro arrojo y creatividad, más unidos y cordiales, confiados en nuestros propios esfuerzos y en nuestra capacidad de sumar e integrar voluntades y talentos. Somos los responsables de resolver nuestros propios errores, de incomodar y enfrentar a los burócratas y a los insensibles, a los desvergonzados que abusan de nuestras necesidades y lucran un billete sucio y unas infames cadenotas.
Sigamos siendo un pueblo virtuoso, en cada milímetro y segundo. Que nos inunde ese humanismo que se mostró vital en los oscuros días de los desastres en el Saratoga o en los supertanqueros de Matanzas, como después del paso del ciclón Ian por el extremo occidental del país. Aquí solo ha de ver espacios para estallidos fraternales y amorosas tormentas.
Para un futuro mejor, tendremos que luchar por otra la cualidad de ser exitosos, que inunden nuestras calles la solidaridad y no el oprobioso individualismo. Hagamos que se entienda que nuestra normalidad es otra y ha de ser otra la noción de prosperidad y los caminos para concretarla. Acompañemos a nuestro Presidente para socializar “un enfoque descolonizador de bienestar y felicidad”. Que en el año nuevo, le pangamos límites a la ambición y al egoísmo, activando los resortes morales y legales que hagan falta.
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