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miércoles, 27 de noviembre de 2024

Junto al árbol de la vida plantado en una escuelita cubana

Los círculos infantiles nos interpelan, son nuestra porción íntima que nos indaga el alma...

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 10/04/2023
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Casita infantil en el hospital pediátrico Pepe Portilla
Casita infantil en el hospital pediátrico Pepe Portilla

Los círculos infantiles surgen cuando la mujer se incorpora de pleno derecho a la vida laboral en nuestro país. Eran tiempos distintos en los cuales la familia atravesaba un conjunto de transformaciones y los derechos de los niños alcanzaron un máximo nivel de atención. Estas instituciones fueron la primera escuela de millones de ciudadanos que desde la más tierna edad recibieron herramientas para iniciar una existencia colaborativa, de bien común y búsqueda de la solidaridad. Era vital que, para que mamá trabajara y ejerciera su vida con plenitud, el Estado crease instituciones de corte social como es el caso de estas casas en las cuales los pequeños contaban con todo tipo de condiciones. Cuba ha sido un ejemplo por décadas en estos programas dedicados a los niños, desde los hogares para aquellos que carecen de amparo filial hasta los centros de reeducación y los de la enseñanza especial para quienes nacen con problemas cognitivos.

Si un sistema quiere ser justo debe garantizar la existencia en igualdad de oportunidades. Muchos hemos crecido en medio de ejemplos sobrados en los cuales el país ha dado todo, hasta casi desangrarse, por los niños. En medio de la pandemia, fui testigo de cómo se aseguraba la alimentación del círculo infantil de mi ciudad. Cuando no había casi nada, se convocó a los campesinos, se organizó un sistema de donaciones de hortalizas, viandas y carne que demostró su eficacia en esa etapa tan dura. Recuerdo cómo un amigo, dirigente partidista en Remedios, me hablaba de que tales medidas se correspondían con la filosofía del comunismo de guerra de Lenin. Sobre su mesa de trabajo estaban varios volúmenes de las obras completas del líder ruso. Tales son las enseñanzas del círculo infantil. La colaboración, el colectivo, la solidaridad. Establecer un sistema de prioridades pasa por poseer el peso humanista necesario en el pensamiento y en la praxis.

El círculo infantil de Remedios lleva el nombre de una mártir de los hechos de terrorismo en la tienda El Encanto: Lula del Valle. La mujer, originaria de dicha ciudad, se había inmolado tratando de salvar los bienes que hacía poco tiempo se declararon propiedad del pueblo. Curiosa metáfora que servía para que los niños se inspirasen en el ejemplo de quien pensó en el colectivo al punto de tener un fatal desenlace. Enfrente del círculo en la urbe remediana vivía hasta hace unos años el insigne poeta y dramaturgo para niños Fidel Galbán. Recuerdo cómo muchas veces el Teatro Guiñol que él dirigía daba funciones en la institución. Entonces la cultura y la colaboración comunitaria alcanzaban su punto más alto. Hay que cuidar estos logros que a veces nos parecen obvios, simples, cotidianos, pero que entrañan una lucha histórica en pos de los derechos de las mayorías. Y aunque no me crie en el círculo Lula del Valle, siempre que paso por el lugar sueño con volver a mi infancia, corretear por los arbustos del sitio, jugar en el parque de diversiones o con los juguetes que prestan las maestras.

Los círculos infantiles no son una enseñanza menor, sino que sientan las bases de la personalidad, forjan valores, crean la posibilidad de que ese hombre y esa mujer nuevos no cometan los errores de sus antepasados. Cada niño que entra a una de estas escuelitas es la oportunidad que tenemos de formar un ser de amor. Y así hay que seguirlo viendo, aunque los tiempos no sean los mismos y estas instituciones, como tantas otras, hoy tengan carencias y no posean la pujanza de antaño. Lo que sí no podemos permitir es que un día cierren o se les reste el protagonismo que poseen. Quizás por eso en Remedios casi todos los actos de inicio de curso se realizan en Lula del Valle, porque nada como los pequeños para generar alegría, optimismo, deseos de crecer. Cada niño es una metáfora viviente de la esperanza, la fe y el decoro. Sin importar cuán negro esté el horizonte.

Y así en los tiempos que corren, quizás los más difíciles de los últimos treinta años, los pequeños nos llevan a soñar con que podremos salir adelante, porque en los círculos infantiles hemos resguardado su inocencia y sus sonrisas. ¿Podrá haber un privilegio mayor, una belleza que se le compare, un suceso más trascendente? Los círculos no solo nos transformaron para siempre, sino que nos siguen dando una lección a pesar de que haya quien crea que es una enseñanza menor, en la cual no se imparten los contenidos por ejemplo de una universidad. Allí, en los juegos y entre la candidez de los alumnos, se va a definir lo que seremos en unos años. ¿País de sombras o nación de oportunidades? Creo en el ser humano y su capacidad de cambiar la angustia en luz.

Los círculos nos interpelan y son nuestra porción íntima que nos indaga el alma y nos dice que debemos tomar una decisión entre el amor y la indiferencia, entre lo individual y la colaboración, entre la igualdad y la desigualdad. Esa es la educación que hemos de darnos, la que construye un espíritu crítico que no solo va hacia las zonas acumulativas del conocimiento, sino a las regiones más emocionales de la existencia, en las cuales hoy se define el ser y se libra la verdadera batalla cultural.

Un país con futuro se ocupa de la infancia de los suyos, no hay de otra. Dejar de la mano este asunto es caer en cuestiones que nos ponen en peligro como entes existenciales en la isla que nos vio nacer. Perder la inocencia o no protegerla, no darle la sombra necesaria para que crezca, el agua, el alimento; todo ello atrae otros tantos dolores de cabeza que en el futuro pudieran ser insolubles. En el círculo infantil comienza todo, allí estamos en condiciones de hacer las cosas con el esmero que requieren, sin que por ello digamos que no afrontaremos problemas mañana, pero siempre en mejores condiciones si contamos con seres humanos que crecieron en igualdad y sin el oportunismo tan galopante.

No fue solo mamá la que se benefició de la existencia de esa escuelita tan temprana, sino papá, abuela, tíos, amigos…En ese rayo del sol tomamos la fuerza necesaria. Pasar por delante del círculo infantil Lula del Valle me llena de dicha energía. Siempre que lo hago, entro en esa máquina del tiempo que me lleva a reflexionar y tener conciencia de la importancia de lo sencillo y lo profundo. Desde lo pequeño, desde la infancia más inocente, el árbol de la vida echa raíces y crece.

Esa es la línea que existe entre los libros de Lenin sobre un buró y la sonrisa de un niño, que corretea por el parquecito de diversiones.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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