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lunes, 25 de noviembre de 2024

Aquello que en el movimiento persiste…

Sobre el espectáculo de las ruedas de casino hay mucho que decir…

Mauricio Escuela Orozco en Exclusivo 07/05/2024
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Rueda de casino en Cuba

La danza es uno de los lenguajes per se más inclusivos de la historia de la humanidad. Las personas expresaban con su cuerpo la vida que anhelaban en medio de las peores condiciones de existencia. Por eso, se trata de una de las manifestaciones del arte que ha trascendido hasta nuestros días en la forma de gestualidades que conforman una fisonomía popular, culta o cotidiana.

 

En Cuba hubo siempre sucesos de la cultura que implicaron a la danza, todas las maneras en que se expresaba la identidad criolla de los siglos ya pasados tenían en los salones y las reuniones sociales una expresión. Por eso, hay que tener en cuenta que convocar a los cubanos para bailar una rueda de casino o cualquier otra derivación de lo que somos, constituye un acto cultural, identitario, que puede restañar momentáneamente heridas profundas.

 

No se trata de un suceso baladí que quiera tapar las cuestiones más duras de la realidad cubana aquejada por la inflación, el impacto del mercado informal de divisas, la especulación con los precios y la caída del valor de la moneda nacional; sino del derecho legítimo de la gente a no estar todo el tiempo triste.

 

La cultura posee vericuetos que curan y que sirven como acicate para seguir en una lucha cotidiana en la cual a veces todo parece imposible o muy oscuro. Pero para eso surgieron las manifestaciones de la danza, en esa cuerda se estaban construyendo desde entonces los resortes para la resistencia humana.

 

Los que trabajaban lo hacían con canciones que expresaban su realidad, de allí se conservan algunas de las crónicas más completas sobre las épocas. Y es que la danza y la música van de la mano y junto al teatro conforman un todo en el magma identitario de la gente.

 

Las ruedas de casino por toda Cuba pudieran generalizarse como una manera de hacer un evento en el cual no solo se impulse el acto de bailar, sino el de reflexionar en torno a la identidad nacional y la criollidad. Se trata de un suceso que precisamente por su carácter masivo y por involucrar a personas tan diversas, pudiera servir como espacio para aglutinar a los seres humanos y darles la oportunidad de expresar sus entornos, sus vacíos, sus deseos.

 

No es solo el hecho de la danza, es lo que la acompaña o sea esa metafísica, ese decoro de la cultura, ese ingente esfuerzo que no destruye jamás, sino que se ciñe a una luz que lo define y lo impulsa.

 

Quizás no estamos entendiendo lo que el país nos quiere decir con esto de las grandes ruedas de casino, quizás nos hemos alejado de la masa y su forma diáfana de hablarnos. Bailar es ejercer un derecho a la expresión, es hacerlo además con buen gusto.

 

Hay que enaltecer la parte buena de nuestra gente, construir un horizonte en el cual quepamos todos y que se destierre todo aquello que nos daña. Ese es el mensaje de las ruedas de casino, uno donde hay alegría, pero también la nostalgia por los tiempos de una realización mucho más constante, perenne y real.

 

Las preocupaciones no deben ser olvidadas, sino puestas en medio del debate. Y bailar no fue nunca un sinónimo de enajenación. Entonces, cuando se producen aún en medio de la escasez de la isla, las manifestaciones de la cultura, no hay que verlo como algo que evade los grandes debates, sino que los colocan en la centralidad y les otorgan el valor que llevan.

 

Precisamente a eso uno se refiere cuando pondera el valor identitario de la danza y los retornos a lo que fuera en los tiempos antiguos. Quizás porque es una forma de recordarnos que no hemos dejado de ser humanidad y que en todo tiempo compartimos las mismas esencias, aunque nos extrapolemos por geografías o por épocas o por pensamientos diversos.

 

Bailar casino es un acto de afirmación de lo que somos y nos da la oportunidad de ir más allá de la crisis y de soñar con las soluciones o con el placer de los cuerpos, aunque se trate de un instante hedonista y hasta quizás superficial. La danza nos expresa, nos guía, nos toma.


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Mauricio Escuela Orozco

Periodista de profesión, escritor por instinto, defensor de la cultura por vocación


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