miércoles, 25 de septiembre de 2024

A propósito de un aniversario

Hallar un sitio que te permita ser libre, que te visibilice el ir descubriendo con las propias manos todo lo que cabe, o no, en el periodismo, un sitio que no te diga que tal tipo de trabajos es mejor escribirlos cuando se pasa de los cuarenta años y que a tu edad lo que le corresponde es “esto”, resulta, nadie lo dude, invaluable.

Mario Ernesto Almeida Bacallao en Exclusivo 15/02/2022
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Cartel Aniversario CIP
Treinta y cinco años al servicio de la prensa y la información. (Alejandro Fabregas Pombo / Cubahora)

Quizás no haya algo más preciado para un estudiante de Periodismo que la libertad. Incluso antes de entrar en el “mundillo”, uno siempre escucha que el Periodismo es esto o lo otro; “hacer periodismo”, te dicen, como si se tratara de entelequia.

Ciertamente, más o menos distorsionada, más o menos realista, todos nos vamos construyendo una idea del “sacrosanto” periodismo, al cual nos encomendamos desde los púberes tiempos de prejuicios y ansias de los que parte todo aprendiz.

Hay dilemas sustanciosos y sustanciales en torno a la idea del periodismo ¿Qué es? ¿Para qué? ¿Por y para quién? ¿Es uno? ¿Son varios? ¿Es liberal? ¿Puede ser revolucionario? ¿Cómo relacionarse con el poder, con los públicos? ¿Dónde estar? ¿Qué decir?

Pero también existen dilemas sobre cómo transmitir, enseñar… la dichosa “arte de pesca”. Y ya decía… desde muy temprano se nos va conduciendo por determinados senderos, que no dejan de estar simultáneamente en línea y en contradicción con las posibles respuestas a las interrogantes precedentes.

En medio de tal complejidad, hallar un sitio que te permita ser libre, que te viabilice el ir descubriendo con las propias manos todo lo que cabe, o no, en el periodismo, un sitio que no te diga que tal tipo de trabajos es mejor escribirlos cuando se pasa de los cuarenta años y que a tu edad lo que le corresponde es “esto”, resulta, nadie lo dude, invaluable.

Cubahora y, por supuesto, el Centro de Información para la Prensa, han sido eso para muchos jóvenes machucadores de teclados. ¿Cómo se aprende capar? Preguntaremos, tendenciosos, algunos, conscientes de que no resulta nada sencillo, y sí riesgoso, mucho, poner en manos de la inexperiencia ejercicios que, definitivamente, más que requerir, exigen maestría.

Mucho se juega Cuba, día a día, en lo que escribe, en cómo se cuenta, en cómo comunica, aunque estamos claros de que ningún país se hace o se deshace solo desde la prensa o la comunicación en general. Uno para todos y todos para uno.

Y hay que ser responsables, sí, y no menos que valientes y más que astutos y sensibles, porque los tiempos que corren lo suplican y en los tiempos, los que corren, va la vida.

Entonces, ¿cómo construirse periodista en momentos tan convulsos en los que, anotaba Carpentier, hasta los poetas tienen que transformarse en políticos? Hace falta la oportunidad, el beneficio de la duda y del error, el espacio para que la pluma torpe de hoy se afile, trastazos mediante, para ser un tanto mejor a la semana siguiente y a la otra.

Cuando escucho decir a jóvenes periodistas y estudiantes, a mi generación, en pocas palabras, que el periodismo cubano es mediocre, me pregunto cuánto hacemos cada uno de nosotros para enfrentar la presunta mediocridad referenciada.

¿Cuántas veces nos habremos dejado vencer por débiles molinos de papel, alegando luego que eran gigantes de piedra como los que vio el Quijote? ¿Cuántas veces hemos evitado la bronca necesaria, la reflexión imprescindible, la construcción colectiva que no parte solo del que “me inviten a construir”, porque se precisa reclamar, (em)pujar, imponer nuestro derecho a ser parte, a ser sujetos y no meros objetos de algo más, en este caso nuestra prensa?

Ese derecho a “ser parte”, cuando no esté servido en bandeja, habrá que conquistarlo a mordidas y a letras, a voluntad de titanio, porque más que un derecho se trata de un deber mientras Cuba y su prensa tengan el apellido, precioso apellido, que tienen.

Cubahora y el Centro de Información para la Prensa, del que forma parte, han entendido muy bien esto desde hace mucho y han emitido vía libre a nosotros, lo imberbes, para hablar de lo que se nos antoje: deporte, política, cultura, de la GENTE… sin descuidar nuestra responsabilidad profesional.

Esa vía libre es la que posibilita encontrarse a uno mismo, explotar y desarrollar sin miedos nuestras armas, almas; ser plenos y útiles al mismo tiempo. Cuando esto ocurre, uno siente que ha encontrado casa; no sabe exactamente si en la que dormirá todos los días, pero sí una a la que llegará sin mucho aviso y en la que, dando algo, recibirá…

Los resultados están ahí, pero son insuficientes. No hablo de flores y banderas: lo más difícil queda por delante y de cada uno de nosotros depende. El mejor Centro de Información para la Prensa y la mejor revista siempre estarán por construirse, porque nunca sobrará la necesidad de más organización y cohesión entre todos los trabajadores, nunca estará de más el compromiso, el sacrificio por profundizar y perfeccionar una obra que a todos nos supera, pero que a todos nos exige.

No nos referimos, cuando mentamos al Centro… de un mero espacio de trabajo con horario de oficina, por el cual se cobrará un salario cuando el mes caduque. Nos referimos, más bien, a un grupo de personas cuya función resulta indispensable para la organización que nos agrupa, para la salud de nuestra prensa y de la Revolución: concreta, mortal, única y sagrada. Eso es… nuestra labor en el Centro en general y en la revista es sagrada y como tal hemos de sentirla y ejercerla.

Abierta está la casa… el resto va por nosotros. Que vengan muchos y mejores años más.


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Mario Ernesto Almeida Bacallao

Periodista y profesor de la Facultad de Comunicación de la Universidad de La Habana


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