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martes, 5 de noviembre de 2024

La OEA camina a la inversa de la historia

La necesidad de refundar la Organización de Estados Americanos, en consonancia con la nueva realidad de la región, se puso de manifiesto en la 42 Asamblea General, donde se demostró que, en las nuevas condiciones hemisféricas, está condenada a la desaparición...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 09/06/2012
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Asamblea General de la OEA
Tiquipaya, en Cochabamba, fue escenario de la 42 Asamblea General de la OEA.

La acogedora localidad boliviana de Tiquipaya, en Cochabamba, fue escenario de la 42 Asamblea General de la cuestionada Organización de Estados Americanos (OEA), a nivel de Cancilleres, en la que una vez más las más preclaras voces de la región latinoamericana exigieron cambios en esa institución que, durante su historia, ha servido a los intereses de Estados Unidos y no a la de los pueblos a los que debe defender.

Notable en ese escenario fue la ausencia de la secretaria de Estado norteamericana, Hillary Clinton, quien adujo problemas de agenda, pero que evidentemente envió una sustituta para evitar nuevas confrontaciones políticas con los representantes de los gobiernos progresistas y de izquierda presentes en, en momentos en que su país intenta un nuevo y fuerte acercamiento con América Latina, mientras mueve sus tentáculos para iniciar una guerra en Siria y amenaza a Irán.

De hecho, la señora Clinton no parecía dispuesta a escuchar otra vez los reclamos de pueblos -reunidos de manera paralela en la Cumbre Social de Cochabamba- sobre el levantamiento del bloqueo económico, financiero y comercial que los sucesivos gobiernos norteamericanos mantienen contra Cuba, la libertad de los cinco antiterroristas cubanos presos y condenados de manera arbitraria en Miami, la salida de las bases del país norteño de Latinoamérica.

Ella, ahora, está más ocupada con destruir a Siria, buscar la manera de hacer lo mismo con Irán, mantenerse en Afganistán y controlar a Iraq.

REFUNDAR LA OEA

Aunque era una reunión de los Cancilleres de la OEA, a esta cita de Tiquipaya asistieron dos presidentes: el anfitrión, Evo Morales, y el ecuatoriano, Rafael Correa, quien por voluntad propia no asistió a la Cumbre de las Américas en solidaridad con Cuba, pero que pidió estar presente en esta reunión paralela para expresar sus criterios en torno a la entidad hemisférica.

Correa fue claro, como siempre, en sus apreciaciones políticas sobre esta institución, llamada con justicia por el fallecido canciller cubano Raúl Roa “Ministerio de colonias”.

Para el mandatario ecuatoriano, las transformaciones de carácter político, económico y social existentes en la actualidad en América Latina carecen de correspondencia en una organización que aún mantiene un modelo de gestión manipulado por Estados Unidos -no podemos olvidar que su sede es Washington, inclusive-.

“No vamos a aceptar doble moral ni inconsistencia; vamos a ir con prioridades aquí, en nuestra América, se acabó el neocolonialismo en nuestra Patria Grande”, afirmó el líder de la Revolución Ciudadana.

El debate caracterizó esta cita en la que salió a flote la necesidad  -aunque no fuera adoptada como acuerdo, pero que quedó como una reflexión colectiva-  de refundar la OEA a tono con las nuevas realidades nacionales, o desaparecerla, ya que existen otras organizaciones regionales con mayor prestigio que cumplen funciones a tono con los nuevos aires políticos latinoamericanos.

Entre ellas está la Comunidad de Estados Latinoamericanos (Celac), la Unión de Naciones Suramericanas (Unasur), la Alianza de los pueblos de América (ALBA), las cuales no solo trazan un nuevo modelo de desarrollo integracionista -más allá de las diferencias ideológicas de sus miembros-, sino que son también centro de debate de los temas pendientes entre naciones del área y protegen a sus miembros de las arremetidas de la derecha continental y foránea.

La política de gendarme que históricamente se arrogó Estados Unidos para Latinoamericana y sus casi 600 millones de habitantes tiene su eco en la OEA, que siempre apoyó a ese país en sus intervenciones militares y políticas, el saqueo de los recursos naturales del área, la sustitución de presidentes -uno de los más casos más frescos, el de Manuel Zelaya en Honduras-, los supuestos planes contra el narcotráfico para destruir los focos guerrilleros y un rosario de hechos injerencistas.

Ahora es diferente. Correa lo ha dicho: esta es una era nueva para América Latina. Y aunque todavía Estados Unidos cuenta con importantes aliados en esta zona, existe consenso sobre determinados temas –con respecto a Cuba, por ejemplo-, lo que se ha demostrado en previas reuniones, como la Cumbre de las Américas,  en la que ya Washington está en desventaja absoluta.

UNA ASAMBLEA GENERAL CALIENTE

Si un mérito tuvo la reciente Asamblea de la OEA en Cochabamba es que puso de nuevo sobre el tapete, en voz de Morales, Correa y un buen número de cancilleres, que esa entidad ha sido sobrepasada por la historia y que, o cambia -lo cual es muy difícil, teniendo en cuenta los intereses norteamericanos- y se refunda o su lugar será tomado por las nuevas organizaciones regionales, como la Celac, una interlocutora política de los gobiernos latinoamericanos.

En un somero análisis, ¿qué ha hecho la OEA cuando Zelaya fue sacado del gobierno por la fuerza en un complot orquestado por la Casa Blanca?, ¿Se pronunció cuando la oligarquía venezolana trató de sacar del gobierno al presidente venezolano Hugo Chávez?; ¿quién salvó la soberanía boliviana cuando varios jefes estaduales intentaron dar un golpe de Estado al presidente Evo Morales?; ¿acaso lucha o se pronuncia por la devolución a Argentina de las Islas Malvinas por el Reino Unido?, ¿Interviene de alguna manera para que Chile facilite una salida al mar a Bolivia?, ¿ Se pronuncia en el diferendo entre Nicaragua y Costa Rica por el río San Juan?

¿Ha tenido una posición respecto a la distribución de las riquezas en América Latina, y la nacionalización de sus recursos, la pobreza, el analfabetismo, la prostitución, el desempleo?

¿Defiende acaso la causa de los emigrantes en Estados Unidos? ¿Se preocupa por la lucha de los estudiantes chilenos, mexicanos, colombianos, canadienses, por una educación gratuita y de calidad?

En los dos últimos años, ¿ha ayudado a Haití en su lucha por sobrevivir y desarrollarse?

Además de ser un títere de los gobiernos de Estados Unidos, ¿para qué y a quien sirve la OEA en estos momentos?

Es imprescindible crear una nueva arquitectura continental, pues los obsoletos modelos de integración defendidos por el “ministerio de colonias” carecen de propósitos, y mucho menos los creados por la Casa Blanca, con sus tramposos Tratados de Libre Comercio.

Los nuevos organismos surgidos desde el 2004, cuando nació el ALBA por un acuerdo entre Cuba y Venezuela, después la UNASUR, CELAC, son representantes de una nueva línea política de pensamiento que no queda en papeles, sino que tiene una activa participación en el desarrollo nacional, la distribución equitativa de las riquezas y la lucha por una mejor calidad de vida de los ciudadanos de Sudamérica, Centroamérica y el Caribe.

A pesar de sus recientes creaciones, estos nuevos entes económicos y políticos, con representatividad internacional, son parte de la nueva integración latinoamericana, sin la presencia de Estados Unidos, que ahora busca otros mecanismos con sus tradicionales aliados en el área para tratar de contrarrestar la nueva pujanza sociopolítica en marcha.

La nueva dimensión política latinoamericana, que tuvo expresiones importantes en la Cumbre de los pueblos celebrada de manera simultánea en Cochabamba -a la que asistieron Morales y Correa-,  contrapone y pone en duda la continuidad de la OEA, cuya esencia era la de servir de apoyo a la filosofía estadounidense de la guerra fría contra la extinta Unión Soviética y China y el comunismo.

Es bueno recordar a quienes aún defienden a esa organización que está colaboró y apañó la creación de las dictaduras militares en Sur y Centroamérica, y brindó su colaboración incondicional a los golpes de estado o las intervenciones militares en Cuba, Panamá, Puerto Rico, Guatemala y Nicaragua, sólo por visibilizar algunos ejemplos. A ello se une el papel injerencista y de dirección jugado por la Agencia Central de Inteligencia a través de las embajadas norteamericanas, y sus organizaciones no gubernamentales en la desestabilización de gabinetes democráticos, todo ello con el apoyo de una institución que debe proteger a los gobiernos y no aprobar tales rejuegos con su silencio y omisión.

La OEA recibió nuevos golpes -y no precisamente bajos- en Cochabamba.

El canciller venezolano, Nicolás Maduro, recordó en su intervención que los Estados miembros pueden “ejercer el poder otorgado en el artículo 76 de la Carta Interamericana, para corregir los entuertos de un conjunto de funcionarios, de diplomáticos, de la burocracia internacional, que han tomado esta institución para someter y perseguir gobiernos”. Los abusos y la actuación extralimitada de los funcionarios de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), que violan la soberanía de los Estados miembros, ha desprestigiado el funcionamiento de esa Comisión en esta hora, en este momento histórico”.

Y agregó Maduro: “Con esa doctrina de que la autonomía y la independencia de esos organismos están por encima de los Estados, cosa que no aceptamos, entonces se pretende que los Estados nos sentemos de tú a tú con un grupo de funcionarios que nosotros mismos hemos designado y que el Gobierno de la República Bolivariana de Venezuela ha respetado”.

MÁS CLARO NI EL AGUA

Al finalizar el evento, cuatro naciones del ALBA —Ecuador, Venezuela, Bolivia y Nicaragua- anunciaron su retiro del Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca (TIAR), en tanto hubo fuertes críticas por parte de miembros de la Alianza sobre la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH), la que está, según denuncias, al servicio de los emporios de los medios de comunicación masiva privados.

PALABRAS Y MÁS PALABRAS

Lo cierto es que las conclusiones de esta 42 Asamblea General de la ONU fueron palabras y más palabras contenidas en un documento oficial que tiene mucho de promesas y nada de cumplimiento obligatorio por parte de los Estados Miembros. Una Carta Social para las Américas, plagada de compromisos para promover el desarrollo y la equidad como una forma de alcanzar la democracia.

Este texto fue contrarrestado por las Resoluciones de la Cumbre de los Movimientos Sociales -entregadas al secretario general de la OEA, Miguel Insulza- en las que se demandan una mayor corresponsabilidad de los Estados en la producción de alimentos -hay más de 45 millones de personas pobres o en miseria en América Latina y El Caribe-, respaldo a la despenalización de la hoja de coca, ya que es una planta milenaria de Bolivia no utilizada allí como droga; promover cultivos orgánicos sin contaminación; refundar la OEA, y apoyar a las naciones en diferendo con otras extranjeras, o fronterizas.

Mientras, durante los debates, Insulza se defendió como pudo, sabiendo que de antemano, en sus actuales condiciones, su liderazgo es inexistente, debido a la baja autoestima política de la institución y su dependencia de Estados Unidos.

Ese es el clima en que se desarrolló esta Asamblea General, en la que, otra vez -y ojalá pudiera haberlo visto ese caballero de la diplomacia que fue el cubano Roa- Estados Unidos, Canadá y sus aliados en esa entidad cada vez están más debilitados. En buen cubano, salieron con el rabo entre las piernas.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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