Hace más de 13 años que Antonio Guerrero no está en Cuba para celebrar el cumpleaños de su madre, Mirta, cada 22 de mayo. Desde el cumpleaños 66 de ella le ha tocado felicitarla, desearle lo mejor del mundo, desde la distancia, como también sucede cuando llegan los 16 de octubre y Tony estrena un nuevo año de vida. No han podido volver a cantar juntos, en su casa de la Habana, la versión de Bésame mucho de la brasileña Simona, que tanto le gusta a los dos.
Lo mismo le sucede a Gerardo Hernández, otro cubano que desde que estrenaba la treintena no ha podido pasar el día de su cumpleaños con Adriana, la mujer que escogió para vivir la vida para siempre. Este 4 de junio cumplió 47 años y seguramente le llegaron felicitaciones de muchos lugares del mundo, pero no tuvo el abrazo más importante: el de su esposa.
Dentro de unos días, justo el 9 de junio, Ramón Labañino cumplirá 49 años. Desde hace más de 13 años cada noveno día de junio no le llenan la mirada a este cubano jaranero las risas alborozadas de las mujeres que le dan sentido a su vida: su esposa y sus hijas; las niñas que se han convertido en mujeres de bien sin la compañía bienhechora de su padre, pero con él guiando cada uno de sus pasos más importantes, aunque suene contradictorio, son los milagros del amor.
Cuando avance el calendario y llegue agosto estarán esperando las felicitaciones de aquellos que los quieren y los extrañan otros dos hombres hermanados por la vida, el amor a su país y a los suyos: René y Fernando González. El primero, con el cariño desbordando de sus manos para la familia, que en Cuba cuenta los días que faltan para recibirlo nuevamente en su casa de la Habana. El segundo, ansioso por que la vida le permita fundar la familia que sueña junto a su esposa Aurora desde hace más de una década, un sueño viejo y bueno de los que merece la pena cumplir.
Son sus cumpleaños. Días que importa celebrar porque se está vivo, y la vida vale cada segundo, por insignificante que parezca, aún en las más difíciles condiciones. Días que se celebran con “tu gente”, la que te sabe de una sola mirada. Pero este es otro año en que todos ellos y sus familias apelan, desde cada una de las geografías en las que se encuentran, a los más increíbles recursos para mantenerse contentos, saludables, vivos; para esperar el regreso del hijo, del esposo, del papá, del hermano cuya separación ya dura demasiado.
Y no es que a Antonio Guerrero, Gerardo Hernández, René González, Ramón Labañino, Fernando González, los mantengan lejos de su país impostergables compromisos de trabajo o no tengan el dinero necesario para regresar algunos días a Cuba. Están presos en Estados Unidos desde 1998, hace 5000 días exactamente. De ellos René, quién ya cumplió su absurda condena, se encuentra bajo “libertad supervisada”.
No están encarcelados por haber cometido homicidio o asalto a mano armada. Los tienen detenidos porque estaban en ese país recopilando información valiosa para Cuba, y para el mismo Estados Unidos; sobre la colmada agenda de trabajo de los terroristas que viven a la vista de todos en Miami, entre ellos Luis Posada Carriles -autor confeso del atentado terrorista al avión de Cubana que en 1976 explotara con 73 personas a bordo en Barbados.
Por increíble o absurdo que parezca las autoridades estadounidenses no apresaron a los criminales cuando recibieron las pruebas proporcionadas por Antonio, Gerardo, Ramón, Fernando y René. Los encarcelaron a ellos, hace ya más de 13 años, después de un juicio fraudulento y obcecado en Miami, donde primó la animadversión hacia Cuba y no el derecho de estos hombres a ser juzgados con justicia e imparcialmente.
Por eso no están en Cuba junto a los suyos para celebrar todo lo que de bueno y valioso han hecho a lo largo de sus vidas. Sin embargo, el amañado proceso judicial que viven, con el contubernio de los grandes medios de comunicación, no ha sido suficientemente fuerte para impedir que la gente justa y solidaria del mundo les brinde su abrazo y se una en la lucha por su liberación inmediata.
Aunque son 13 largos años de ausencia, ellos, como cantara el poeta Fayad Jamís, siguen dándole a la vida sueños, porque son hombres que no se cansan de abrir ventanas y sembrar luceros.
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