Tras aplacarse los disturbios de aquel 5 de agosto de 1994, conocido como el Maleconazo, pero que en realidad constituyó una victoria más de la Revolución, cuando Fidel, con su sola presencia, aplacó a la multitud que gritaba consignas contrarrevolucionarias, para de inmediato, comenzar a corear ¡Viva Fidel!, el Comandante en Jefe realizó una conferencia televisiva en horas de la noche.
Allí, ante las cámaras de televisión, el líder de la Revolución Cubana esclareció los hechos y denunció de manera diáfana y contundente a sus orquestadores, los mismos que ahora atizan los más bajos sentimientos a costa de las carencias y necesidades que atravesamos.
La estrategia de entonces, de 1994, es la misma de ahora, aunque esta de hoy mucho más peligrosa por la existencia de las redes sociales, con su propaganda tóxica y un bloqueo recrudecido que ha incrementado nuestras dificultades, a lo que se suma la pandemia y la crisis global del mundo capitalista.
Fidel, con esa clarividencia política, cuyos argumentos son válidos para los días que corren, afirmaba aquella noche del 5 de agosto: «Ellos, naturalmente, quieren que se produzcan escenas sangrientas, quieren que haya una balacera, que haya muertos, para utilizarlos como instrumento de propaganda, en primer lugar; como instrumento de subversión, y, finalmente, como instrumento de intervención en nuestro país. La estrategia imperialista es crear una situación, crear el máximo de descontento dentro de nuestro país, dividir a la población, crear las condiciones más difíciles posibles y conducir a nuestro país a un conflicto, a un baño de sangre. ¡Sueñan con eso, añoran eso!, y naturalmente que nosotros tenemos que contrarrestar esa estrategia».
Copia y calco de lo que pretenden ahora. Por eso, el Comandante en Jefe, en la propia comparecencia, alertaba: «El imperialismo creía que la Revolución se derrumbaba (…), y no se resigna a que la Revolución resista, a que la Revolución no se derrumbe y quiere hacerla derrumbar a toda costa, quiere aprovechar las condiciones difíciles que estamos atravesando para crear las circunstancias propicias a sus objetivos».
Aquel día, Fidel puso su pecho de martianas estrellas y exigió a su escolta personal que nadie disparara bajo ningún concepto. Verlo desembocar por Galiano y San Lázaro fue, al decir de la periodista Arleen Rodríguez Derivet, presente aquella tarde, «(…) volver a vivir lo que nuestros padres vivieron en Girón».
El propio Fidel fundamentaba su decisión, similar a la Díaz-Canel aquel domingo del 11 de julio, cuando recorrió las calles de San Antonio de los Baños, sin más armas que su moral de patriota: «Se lo dije a los compañeros de la escolta que iban conmigo: "Ni un solo disparo. Ustedes no pueden tomar ninguna decisión si no les doy una orden." Desde luego, yo no iba a dar órdenes a la escolta de disparar, tengan la completa seguridad, y se lo digo a mis enemigos, no tienen problemas. Mis armas más poderosas son morales».
Estos sucesos del 5 de agosto de 1994 derivaron, días más tarde, en la llamada Crisis de los Balseros y el posterior acuerdo migratorio con el gobierno de los Estados Unidos.
Para Fidel, aquel 5 de agosto de 1994, le llenó de orgullo ver al pueblo enfrentar con valentía a los elementos subversivos, pues fue una respuesta contundente y espontánea de las masas: «Tú dices que les emocionó a ustedes verme a mí por allí, yo les digo que me emocionó más todavía al verlos a muchos de ustedes por allí. Recordaba los momentos más gloriosos de esta Revolución, recordaba el Granma, recordaba los combatientes de Girón, del Moncada, porque allí eran combatientes, combatientes de ideas; soldados de las ideas y desarmados, porque nosotros con nuestras ideas, desarmados, le ganamos la batalla a todo ese lumpen».
Finalmente, el líder histórico de la Revolución Cubana nos dejaba una lección para la posteridad, aplicable a los días de hoy y para lo de mañana, que tampoco nos serán fáciles: «Considero que tenemos muchos deberes todos nosotros, y que el primero es luchar junto al pueblo, morir junto al pueblo; pero, además, dirigir al pueblo para que actúe de la forma más inteligente en cada una de estas circunstancias, porque sabemos cómo es el pueblo de enérgico, de combativo, de valiente, y, claro, nosotros tenemos que tratar de evitar que lo provoquen».
El 5 de agosto de 1994 fue una victoria de la Revolución. También lo fue el 11 de julio de 2021. En ambas ocasiones los planes del enemigo fueron derrotados y la Revolución siguió su rumbo.
Corresponde, en las circunstancias actuales, beber en el ejemplo y las ideas de Fidel, seguir el ¡Si se puede! de Raúl y aplicar lo dicho por el primer secretario del Partido y presidente de la República, Miguel Díaz-Canel Bermúdez en la clausura del 9no Período de Sesiones de la Asamblea Nacional del Poder Popular, cuando al referirse a las medidas económicas a adoptar, no exentas de riesgos, afirmó: «Urge enfrentarlos, revolucionando la Revolución».
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