Cada enero, desde que en el año 2004 la Sociedad Cultural José Martí —en ocasión del V aniversario de la constitución de su filial en La Habana- acordó establecer la entrega del Tabaco Libertador, como su más alto galardón, las manos ágiles del joven torcedor Abel Sebila tienen la misión de materializar el encargo.
Son solo cinco habanos de altísima calidad, que se tuercen en similares condiciones a los que, a finales del siglo XIX, tuvieron la misión de traer a Cuba la Orden de Alzamiento, para continuar la lucha contra el colonialismo español.
¿Cuál es el significado histórico de este tradicional producto? ¿Por qué se ha instituido como reconocimiento a personalidades y organismos destacados, que con su trayectoria y talento han realizado importantes aportes a la cultura y a la salvaguarda de la identidad nacional?
Bárbara Oliva Caraballo, presidenta de la Filial La Habana de la Sociedad Cultural José Martí, habla de la fundamentación histórica del hecho:
“Recuperado totalmente del revés de la expedición de La Fernandina, el 29 de enero de 1985, José Julián Martí Pérez, Delegado del Partido Revolucionario Cubano, cursa la Orden de Alzamiento. Junto a él la firman el mayor general José María —Mayía- Rodríguez y Rodríguez, en quien el generalísimo Máximo Gómez Báez había confiado su ‘autoridad y poder expresos’, y el comandante Enrique Collazo Tejeda, en representación de los grupos revolucionarios de la Isla.”
Era preciso que la Orden llegara de inmediato a manos de Juan Gualberto Gómez, en La Habana, pero con extrema seguridad. Por eso, se adoptaron las medidas pertinentes para que Gonzalo de Quesada y Aróstegui saliera, como potador del documente, desde Nueva York rumbo a Tampa para enviarlo a la Patria, de forma completamente enmascarada.
“Dos días después, precisa Bárbara, en la fábrica de tabacos O’Hallorans, de Cayo Hueso, Blas Fernández O’Hallorans torcía cinco tabacos exactamente iguales. Uno de ellos, identificado por dos manchas amarillas en su capa superior, llevaba el mensaje de Martí. En manos de Juan de Dios Barrios pasó a Cayo Hueso y de aquí, a La Habana.”
El destinatario era Juan Gualberto Gómez Ferrer y, por mediación suya, a todos los grupos, con copias a Gullermón Moncada, Bartolomé Masó, Francisco Carrillo Morales y Salvador Cisneros Betancourt. Fue Quintín Banderas quien propuso que el Alzamiento se realizara el 24 de febrero de ese mismo año. “Giros aceptados”. Fue el mensaje en clave enviado por Juan Gualberto a Martí, para el reinicio de la contienda libertaria que Carlos Manuel de Céspedes había comenzado el 10 de octubre de 1868.
Aseguran los especialistas que “aquella sorprendente y novedosa manera de burlar a la inteligencia enemiga comenzó a convertirse en historia para unos, y en leyenda para otros. Al tabaco comenzaron a llamarle “Libertador’, porque trajo en su centro la chispa productora del incendio que no se apagó hasta el primero de enero de 1959.
Esa es la razón por la que, cada enero, trabajadores de la Empresa de Envases ARCA, perteneciente a TABACUBA, conforman con sus finas láminas de ocume —madera muy parecida al cedro, traída de África-, envases de los espacialísimos habanos. Mientras, Abel Sebila, escoge entre las mejores hojas de tabaco de su mesa de torcer aquellas con las que ha de crear los cinco próximos Libertadores -llevan en su interior un facsimil de la Orden de Alzamiento emitida en 1895-, destinados a honrar la trayectoria de hombres, mujeres e instituciones consagrados a perpetuar, con su ejemplo la obra del más universal de los cubanos, José Martí.
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