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jueves, 21 de noviembre de 2024

La tanta fuerza en la mente de Maceo

The New York Times entrevista al “Titán de Bronce”...

Guillermo Suárez Borges en Exclusivo 13/06/2024
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Antonio Maceo
El General Antonio dedicaría importantes energías a contraatacar, esta vez, no militarmente, sino en el campo de las ideas

El titular haría perder de inmediato la paciencia al gobierno colonial de Valeriano Weyler y es que Maceo era sin duda alguna la peor pesadilla de España en Cuba.

A solo cinco días de aquella sonada primera plana del 5 de febrero de 1896, ya el entrevistador, William F. Mannix enfrentaba un posible destierro a Fernando Poo.

Mannix trabajaba entonces como corresponsal en Cuba para The New York Times, el ya trascendente diario estadounidense, fundado en 1851, y que había logrado abrirse importantes espacios entre los más ilustrados lectores norteños.

The new york times
Primera Plana del diario The New York Times del 2 de febrero de 1896 (Times Machine)

En nota publicada en la edición del 12 de febrero de 1896 el rotativo fustigaba a las autoridades españolas que ya habían retirado el beneplácito al corresponsal. Se quejaban de su intención de dar tribuna internacional a insurgentes cubanos como Salvador Cisneros, Máximo Gómez y el propio Maceo.

Aquella, sin embargo, no era la primera entrevista publicada por Mannix sobre la guerra en Cuba ¿Tanto molestaba a España aquel texto? Sí. Y es que Maceo volvía a demostrar su gran genio intelectual y político  con claros reclamos a una audiencia ávida de colaborar desde el exilio, proyección que haría años antes afirmar a Martí: “Y hay que poner asunto a lo que dice, porque Maceo tiene en la mente tanta fuerza como en el brazo. (…) Firme es su pensamiento y armonioso, como las líneas de su cráneo (…)

¿Quién mejor que los españoles para conocer la proverbial fuerza del brazo de Maceo?, pero, ¿También su mente?, pues el Titán aprovechó muy bien aquella oportunidad para llegar a sus más pudientes admiradores, violentar la trocha informativa de Madrid y demostrar su mayoría de edad como potencial estadista.

Una gran motivación compelía a Maceo a interrumpir sus exigentes deberes militares para comunicarse con los medios. A partir de informaciones recibidas por el mando español sobre los nefastos resultados de la entrevista en el ingenio La Mejorana un año antes, y muerto Martí, los excelentes servicios de guerra psicológica ibéricos habían logrado imponer una tendencia de opinión: “Entre Gómez y Maceo había una clara ruptura y el caudillismo se imponía con nuevos bríos entre las fuerzas cubanas, como en el 68”.

El General Antonio dedicaría importantes energías a contraatacar, esta vez, no militarmente, sino en el campo de las ideas: “Él es el Comandante en Jefe, y como tal, sus disposiciones son leyes para mí  (…) no es nuestro ejército aquel de la chusma donde el que más alto hable toma las decisiones, está organizado como una fuerza militar moderna donde se mantienen el orden, la disciplina, y el respeto por los superiores, es invariablemente exigido”, sentenciaba en los primeros compases de sus respuestas a Mannix desde Las Cañas, Pinar del Rio.

Maceo junto a Gómez
Maceo junto a Gómez en la manigua cubana

“Más allá de las leyes militares, no hay un solo soldado cubano que consideraría por un instante desconocer o contradecir las órdenes de Máximo Gómez, El ejército en pleno confía en su patriotismo y en su habilidad militar”, sentenciaba el Titán.

Y agrega, “Sobre la separación en el terreno, mía y de Gómez, claro que España quisiera saber porque lo hacemos. ¿Porque el regresa a la frontera con Matanzas y yo voy a Pinar del Rio?, claro que quisieran saber porque hacemos algunas cosas y otras no (…) pero cualquier declaración que apunte a una separación de nuestras fuerzas, o una deserción de mis huestes del Ejercito Libertador es algo que ninguna persona seria tomaría en consideración”

 “Las fuerzas rebeldes serían muchas más si tuviéramos la posibilidad de armar a todos los dispuestos a luchar por Cuba”, sentenciaba Maceo en claro reclamo por mayor apoyo, en un momento que sabía trascendental para la definición de la Guerra Necesaria.

Cual mazazos de acero caían sobre Weyler las palabras escritas por Mannix y como latigazos retumbaban en las galerías del Palacio de Tacón. Desde la estatua de Colón, hasta las cocheras, no se hablaba de otra cosa que de Maceo.

Al zanjar con maestría las preocupaciones sobre la salud de su relación con el Generalísimo y sin dar tregua, actualiza a Mannix sobre los logros de su ejército magnífico: “Si Ud. lee los despachos militares españoles pensará que la revolución es un problema pigmeo, pero un día más tarde, aparece la nota de que más hombres se embarcan de España a Cuba para reforzar el ejército, ¿Cuántos hombres hay aquí ya? ¿100 mil?

“Mi ejercito de 8 mil 500 hombres ha marchado dentro de Pinar del Rio sin grandes dificultades, a pesar que de que, según se me informa, más de 80 mil soldados españoles custodian estas zonas (…) desde que entramos aquí casi 10 mil nuevos reclutas se han incorporado a nuestro ejército, hoy repartidos en las tropas de Gómez, Núñez y Delgado” detalló el General Antonio.

Con la salida de Mannix de Cuba comenzaron a actuar las campañas de España para desacreditarlo, en juicio su profesionalidad y entereza, desconocer y poner en duda todo o casi todo lo dicho, el objetivo.

El corresponsal ha dicho la verdad. Las autoridades españolas no quieren la verdad, así que no lo tolerarán (…) se muestra claramente lo correcto en los despachos de Mannix, una gran parte de Cuba está en manos de los cubanos, el gobierno es respetado y querido por el pueblo” sentenciaba a propósito de la expulsión del corresponsal, Fidel G. Piedra, vocero de la delegación patriótica cubana en Nueva York..

Los supuestos “desmanes” de Mannix comenzaron a ser estudiados y difundidos. Veterano de mil batallas, comenzó a ser desdibujado como un falseador, mentiroso, timador, que escribía sus elaborados despachos a pesar de un pronunciado aliento etílico, desde la barra de un bar habanero.

Nunca sabremos realmente sobre la cuota de integridad de este periodista, lo que resulta difícil de creer es que los aguzados servicios españoles le hayan apartado tan drásticamente, sin pruebas, al tiempo que sus detallados despachos, aun hoy ajustados a la realidad de entonces, hubieran requerido de una imaginación similar a la de Julio Verne, quien es ese mismo momento, vertía sus notables creaciones futuristas en “20 Mil leguas de viaje submarino”.

Diez meses después de la entrevista, el General Antonio caería en combate en San Pedro. El exilio cubano en Estados Unidos lloraría tremendamente su pérdida. La revolución perdía a uno de sus más preclaros líderes, pero más que eso,  a su soldado más valiente.


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Guillermo Suárez Borges

Soy funcionario de más de 30 años de experiencia del servicio exterior cubano con misiones diplomáticas cumplidas en Guyana, Líbano, y la misión permanente de Cuba ante las Naciones Unidas. Mis últimos años de trabajo han transcurrido como especialista en medios estadounidenses para la dirección general de Estados Unidos del Ministerio de Relaciones Exteriores.


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