En los Mangos de Baraguá, el 15 de mayo de 1878, se encuentran, tal como se había pactado para discutir acerca del Pacto del Zanjón -y tras haberse frustrado por el propio Maceo, en el campamento mambí, un atentado al jefe español- el capitán general Arsenio Martínez Campos y su Estado Mayor y los mambises seguidores del hombre que tendrá una postura inolvidable para la historia de Cuba.
Participan por las filas rebeldes además de Maceo, Calvar, Moncada, Figueredo, Crombet, Rius Rivera, Rabí, Leyte Vidal, Quintín Banderas, Lacret, Martínez Freyre, José Maceo, Feria, Cebreco, Silverio del Prado...
Relata José L. Franco en su libro Antonio Maceo, apuntes para una historia de su vida:
“La entrevista correcta y fría, después de los saludos de rigor, está dominada por la noble reserva de Maceo, que corta a tiempo el gesto de Polavieja, quien -por indicaciones de Martínez Campos- pretendió sacar de la voluminosa cartera las bases firmadas de la capitulación del Zanjón y con su característica simplicidad lleva el debate, que ha cobrado animación, al punto central: él y sus compañeros no estaban dispuestos a aceptar las bases del Pacto del Zanjón. No pueden creer en la sinceridad de las reformas que promete Martínez Campos, porque estas deben ir precedidas de la abolición inmediata de la esclavitud. Además, la independencia de Cuba es la declaración esencial para discutir los condiciones de paz.
“A las disculpas de Martínez Campos sobre el tráfico negrero, defendiendo los intereses esclavistas, hubieron de replicar Calvar y Figueredo en apoyo de Maceo. Quiere Maceo, y es natural que no lo confiese al enemigo en ese momento, la tregua de algunos meses para rehacer los cuadros del Ejército Libertador, y con una victoriosa campaña instaurar el gobierno republicano que arranque de raíz los últimos vestigios de la vil explotación humana.
Martínez Campos, que había ido a Baraguá confiado en un fácil arreglo, pronosticado por sus confidentes, hubo de retirarse moralmente derrotado ante la actitud resuelta y serena de Maceo, líder del pueblo y de la Revolución, dispuesto a seguir luchando hasta vencer o morir.”
“No habiendo sido posible conseguir la referida tregua -dice Maceo en carta a Vicente García de 18 de marzo- ni proposiciones de paz más honrosas que las aceptadas por el Comité Central del Camagüey, se dio por terminada la entrevista conviniendo romper las hostilidades el 23 del corriente, lo que tengo el honor de comunicar a usted.”
La Protesta de Baraguá fue un hecho político trascendental, por lo valiente, oportuno y firme, pues consolidó el pensamiento revolucionario cubano en momentos de profunda crisis moral pues reafirmó los objetivos básicos de la rebeldía nacional: la independencia de Cuba y la libertad de los esclavos.
Baraguá tuvo resonancia continental. La Verdad, periódico cubano de Nueva York, en su edición del 6 de abril de 1878, insertaba una carta comentando la Protesta: “El héroe del día es Maceo, parece que está reservado a él volver a levantar a Cuba al pináculo de su gloria...”
Y el 4 de mayo, reproducía el siguiente mensaje de la Sociedad Antiesclavista Americana y Extranjera, firmado por R. Scrotton, secretario, dirigido a Antonio Maceo:
“Mi sociedad ha leído con infinito placer las honrosas y justas peticiones hechas por usted en su reciente conferencia con el general Martínez Campos. Usted ha exigido como precio de su adhesión la inmediata abolición de la esclavitud. Pocos hombres en la historia del mundo han tenido la fortuna de hallarse en una posición tan honrosa como la de usted y ninguno ha ocupado una más noble... Los amigos de la libertad, tanto en América como en Europa, tienen con anhelante ansiedad fijas sus miradas en usted, como que tal vez sea usted el último de ese noble ejército cubano que sostenga con éxito la bandera de la libertad.”
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