Uno de los hechos de la Historia de Cuba sobre los que se concentran más incógnitas y especulaciones es la reunión de La Mejorana. Este encuentro tuvo lugar en una finca del Oriente cubano el 5 de mayo de 1895, entre José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo, los principales líderes de la recién iniciada Guerra Necesaria.
De fuertes discrepancias existen referencias. Las hipótesis más negativas cobran fuerza en el hecho de que el último diario de Martí tiene páginas perdidas. El máster Luis Fidel Acosta Machado, profesor de la Facultad de Filosofía, Historia y Sociología de la Universidad de La Habana, reflexionó en una ocasión: “¿Fue sustraída por el Generalísimo Máximo Gómez una vez muerto Martí, y ya en poder del Diario? ¿De haber sido así, por qué lo hizo? ¿Qué había escrito el Apóstol en aquella o aquellas páginas? ¿A quién comprometían? ¿Fueron escritas realmente? ¿Por qué retirar las del día 6 y no las del 5, demostración de las desavenencias y resentimientos entre el Delegado y el Lugarteniente General?”
El ensayista José Luis Toledo, profuso investigador sobre la vida del Apóstol, ha escrito que esa ausencia de contenido “ha dado pábulo a especulaciones, y se ha soslayado que ese texto no está escrito en un cuaderno, sino en pequeños pliegos sueltos, sencillos o doblados al medio. Por tanto, era fácil que algunos de ellos se extraviaran o alguien los sacara de su sitio, máxime tras la muerte del autor”.
Pero, ¿cuáles fueron las principales ideas sostenidas en La Mejorana por cada uno de los próceres y en qué se contradecían?
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Uno de los temas de debate fue el rol de Martí en la guerra. Aunque todo parece indicar que Gómez y Maceo reconocían en él al principal líder político, este último lo incitaba a salir para Estados Unidos. Afirmó que sería de mayor utilidad en el extranjero, organizando los recursos y representando la beligerancia de los cubanos en la esfera política y diplomática. En esa ocasión le propuso que se trasladara a un sitio en el que el patriota Joaquín Castillo Duany lo ayudaría a embarcar.
Martí no accedió a esa propuesta. Al menos no con tal inmediatez. Defendió su determinación de estar en Cuba durante los primeros tiempos de la contienda. Pretendía recibir el bautismo de fuego. Además de su sentido ético y patriótico, lo compulsaba la intención de dejar limpio su honor, pues en la fase preparativa de la guerra fue objeto de cuestionamientos por ser un ideólogo que nunca había escuchado el sonido de las balas en el campo de batalla. A su vez, aspiraba a dejar organizada institucionalmente la revolución; para ello debía estar en el territorio. De tal modo, se acordó que Martí permaneciera por un tiempo en la manigua, tras lo cual asumiría funciones en el exterior.
A La Mejorana Martí, Gómez y Maceo llegaron con evidentes diferencias de criterios.(Tomada de Granma)
En La Mejorana se discutió fuertemente qué estructura de gobierno sería adoptada. Hubo incomprensiones mutuas. Mientras Maceo abogaba por que el gobierno lo ejerciera una junta de generales con mando, Martí defendía la existencia de una representación civil para la república.
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El Hombre de Baraguá no estaba dispuesto a revivir las funestas concesiones que en 1878 hiciera el aparato civil ante las ofertas de España de paz sin independencia. Tenía más confianza en la rectitud de los mandos militares, quienes, en la práctica, eran quienes sostenían la guerra.
Sin embargo, no debe pensarse en el Apóstol como un civilista utópico, al estilo de los que hicieron prevalecer sus criterios en Guáimaro en 1869. “El ejército, libre; y el país, como país, y con toda su dignidad representado”, planteó Martí. Para el delegado del Partido Revolucionario Cubano era necesario dotar al movimiento independentista de una autoridad civil siempre que esta fuera coherente con el contexto de guerra; es decir, que existiera, pero sin entorpecer las funciones del Ejército Libertador.
Al parecer, fue Gómez el conciliador en este aspecto. Siendo él un militar, uno de los más férreos de las guerras libertadoras en Cuba, supo comprender la propuesta de Martí. No era partidario, sostienen diversos historiadores, de poner en una sola mano el poder civil y el militar.
Martí, Gómez y Maceo reconocieron algunos cargos importantes en aquella reunión. Además de ratificar a Gómez como general en jefe, determinaron que el Titán de Bronce fungiría como jefe de Oriente y su hermano José, al frente de la demarcación de Santiago de Cuba. También aceptó la iniciativa de Maceo de proponer a Bartolomé Masó como presidente de la futura República en Armas. Este había sido la principal figura mambí en el terreno de operaciones desde el alzamiento el 24 de febrero hasta el arribo de ellos tres.
De sus desavenencias con Maceo, Martí plasmó en su diario: “lo quiero ─me dice─ menos de lo que lo quería”. Es aceptado que al término de la reunión el Titán de Bronce no estaba convencido a cabalidad de los postulados de Martí, apoyados en gran medida por El Generalísimo. No obstante, preponderó el esfuerzo de todos por el bien mayor y el respeto entre hermanos de causa. Poco después, Maceo los recibiría a ambos en su campamento, con afecto y honores militares.
Así escribió Gómez en su diario: “Al marchar rumbo hacia Bayamo, confusos y abismados con la conducta del general Antonio Maceo, tropezamos con una de las avanzadas de su campamento de más de dos mil hombres y fuerza nos fue entrar. El General se disculpó como pudo, nosotros no hicimos caso de las disculpas como lo habíamos hecho del desaire y nuestra amarga decepción de la víspera quedó curada con el entusiasmo y respeto con que fuimos recibidos y vitoriados por aquellas tropas”.
Por encima de divergencias de razonamientos, fantasmas de experiencias individuales o afinidad por métodos organizativos, de La Mejorana los tres líderes salieron dispuestos a mantener una actitud de servicio a la independencia de Cuba.
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