Ningún dirigente latinoamericano dejó una huella tan marcada en la segunda mitad del siglo XX y las primeras dos décadas del XXI como Fidel, quien este 13 de agosto estaría cumpliendo 94 años de edad. Un día en que los cubanos perpetuamos su legado y donde también en muchas partes del mundo se le rinde merecido homenaje.
Inspirador y artífice principal de la primera revolución socialista del hemisferio occidental, a Fidel se le recuerda en la alegría de los niños, en las acciones altruistas del personal de la Salud que lucha de manera tenaz contra la COVID-19, en la laboriosidad de nuestros obreros y campesinos y en la voluntad de cada revolucionario empeñado en cambiar el mundo.
El Che, hombre de su entera confianza, al evaluar el papel desempeñado por Fidel en la Revolución Cubana, afirmó con total justeza: “Fidel es un hombre de tan enorme personalidad que, en cualquier movimiento donde participe, debe llevar la conducción, y así lo ha hecho en el curso de su carrera desde la vida estudiantil hasta el premierato de nuestra patria y de los pueblos oprimidos de América. Tiene las características de gran conductor, que sumadas a sus dotes personales de audacia, fuerza y valor, y a su extraordinario afán de auscultar siempre la voluntad del pueblo, lo han llevado al lugar de honor y de sacrificio que hoy ocupa”.
Tuvo el don de la previsión y la rara cualidad de ir al futuro y luego regresar para contárnoslo, como sentenció el presidente argelino Abdelaziz Bouteflika.
Mientras otro de sus entrañables amigos, el Premio Nobel de Literatura, Gabriel García Márquez, al abundar al respecto, afirmó: “Su más rara virtud de político es esa facultad de vislumbrar la evolución de un hecho hasta sus consecuencias remotas… pero esa facultad no la ejerce por iluminación, sino como resultado de un raciocinio arduo y tenaz”.
Ignacio Ramonet, en la Introducción a Cien horas con Fidel, afirmó: “Pocos hombres han conocido la gloria de entrar vivos en la historia y en la leyenda, Fidel es uno de ellos”.
Nunca abandonó a nadie a su suerte, incluso a riesgo de hacer peligrar empeños mayores, pues, entre sus grandes virtudes, sobresalió su preocupación constante por cada persona.
Para no dejar preso al Che Guevara, en México, demoró la salida del yate Granma, y ante grandes catástrofes naturales, como el ciclón Flora en 1963, que inundó los valles del Oriente de Cuba, no titubeó ni un segundo en encabezar las acciones de salvamento, y subido en un tanque anfibio desafió la crecida desbordante del río Cauto.
Tampoco podrá ser olvidada su lucha en el rescate del niño Elián González. Ni la formidable batalla que libró por el regreso de los Cinco Héroes, con su convicción de que ¡Volverán!, y volvieron.
Martiano de nacimiento, logró imbricar las ideas del “más genial y universal de los políticos cubanos”, y el pensamiento de Simón Bolívar y de otros próceres latinoamericanos a una auténtica Revolución Marxista-Leninista.
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Convencido de que las ideas políticas no valen nada si no hay un sentimiento noble y desinteresado que las respalde, dedicó toda su vida a educar al pueblo en la defensa de la justicia.
Antológicos fueron sus miles de discursos, convertidos en piezas oratorias de altísimo nivel y modelos de educación revolucionaria de las masas. A partir del 28 de marzo de 2007 comenzó a escribir sus Reflexiones; verdaderas clases de análisis valorativo de asuntos complejos de diversa índole y guías certeras para el cauce correcto de la Revolución.
Enemigo del envanecimiento, tuvo su frase más recurrente en el apotegma martiano de que “Toda la gloria del mundo cabe en un grano de maíz”.
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Soñador y batallador incansable, vale recordar lo dicho al comandante sandinista Tomás Borge, en su célebre conversación titulada Un grano de maíz: “Ya no regresaremos a las montañas, pero si confiamos en que, con nuestra fe, las montañas regresarán a nosotros”.
Hoy, cuando celebramos su natalicio 94, Fidel está más vivo y más presente que nunca. Su ejemplo nos marca el camino. Sigue siendo el padre de los excluidos, de los marginados, de los discriminados, de los más pobres del mundo.
Como afirmara Raúl, el 30 de noviembre de 2016, en la Plaza de la Revolución Antonio Maceo, de Santiago de Cuba: “Ese es el Fidel invicto que nos convoca con su ejemplo y con la demostración de que ¡Sí se pudo, sí se puede y sí se podrá!”.
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