A altas horas de la noche del día 25 de noviembre el General de Ejército Raúl Castro comunicaba por televisión nacional la noticia de la muerte a la edad de 90 años de Fidel Castro. El comunicado conmocionó al pueblo cubano. Su pueblo no esperaba su muerte, no quería esperarla porque lo prefería eterno. Fidel creyó en el pueblo cubano, en su valentía, su inteligencia, su abnegación, sus fuertes principios, su fuerza de creación para construir una utopía en nuestra tierra. Con esa fe en su pueblo creó una gran obra en su patria: la revolución cubana.
Hoy el pueblo cubano lo recuerda por toda su labor revolucionaria para por Cuba. Fidel fue un hombre de acción y pensamiento, que se evidencia desde su vida estudiantil en la Universidad de La Habana, desde las filas de la Juventud Ortodoxa y con más fuerza en su lucha contra la dictadura batistiana. Asume una radical postura revolucionaria y antimperialista en la organización del Asalto al Cuartel Moncada y lo expresa en su alegato de autodefensa “La Historia me Absolverá”. De igual manera, su bregar patriótico se reflejó en la preparación de la lucha guerrillera, en su liderazgo en la lucha en la Sierra Maestra y la clandestinidad. Fidel fue un gran estratega político militar que supo encabezar la Huelga General Revolucionaria, la Caravana de la Libertad y dirigir el gobierno revolucionario.
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Desde los primeros años de la Revolución, logró una transformación profunda de la sociedad cubana con la aprobación de la Reforma Agraria, la Ley de Reforma Urbana, la Campaña de Alfabetización, el desarrollo de la industrialización a lo largo del país, el surgimiento de un sistema de salud gratuito para la población y la formación de un prometedor capital humano en diversas profesiones. Lideró la institucionalización del socialismo en Cuba y construyó un sistema de justicia social para su pueblo. Las conquistas de la Revolución hicieron de Cuba una utopía realizable, se fundaba al fin la república de con todos y para el bien de todos.
Fidel fue un importante líder político no solo para Cuba, sino para América Latina y el mundo. Además, es considerado de las figuras más prominentes del siglo XX y trascendió por la defensa de sus ideales y la realización de un proyecto soñado de equidad social.
Después de conocerse la noticia de su muerte, al amanecer, en las calles se respiraba solemnidad y mucho silencio. El pueblo estaba conmocionado y afligido, la canción de Raúl Torres –“Los agradecidos te acompañan”- vino a ser el sentir del duelo que se vivía en nuestras calles de un pueblo agradecido por cuanto Fidel había hecho por la patria y cuanto se iba a extrañar en lo que quedaba por hacer en los días futuros.
En los días posteriores en que se esperaba el recorrido de sus restos mortales, andando el trayecto de la Caravana de la Libertad, emergieron muchas muestras de fidelismo. Los más ancianos declaraban, voz en cuello, que en los momentos históricos más difíciles su guía fue ser fidelistas, creían en la palabra y el accionar de Fidel. En la mañana en que pasó la Caravana por mi ciudad natal Santa Clara, el pueblo lo despidió conmovido, muchos entre la muchedumbre lloraron. Nos despedíamos de un gran cubano, un revolucionario integro que hizo mucho por la patria y por nuestro pueblo.
Han pasado los años y el pueblo cubano sigue siendo fidelista. Como cuando un padre ya no está, en los momentos duros que nos han tocado vivir, lo hemos extrañado, hemos deseado que estuviera aquí para guiarnos, hemos lamentado la vida finita y hemos acudido a sus enseñanzas. En un mundo hoy, inmerso en guerras genocidas y con fuertes desastres naturales, resultados del cambio climático, se nos hacen muy vigentes las palabras del líder histórico en la Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente y desarrollo en Rio de Janeiro en 1992.
Este discurso trasciende nuestras fronteras y alerta a la humanidad de hoy y de las futuras generaciones, comienza advirtiendo: “Una importante especie biológica está en riesgo a desaparecer por la rápida y progresiva liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre”. Además, argumenta que se ha llegado a este punto en la humanidad por la instauración de un orden económico mundial injusto y el estímulo a la sociedad de consumo. Culmina con sabias predicciones de resolución:
“(…) Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre".
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Cuando las supuestas amenazas del comunismo han desaparecido y no quedan ya pretextos para guerras frías, carreras armamentistas y gastos militares, ¿qué es lo que impide dedicar de inmediato esos recursos a promover el desarrollo del Tercer Mundo y combatir la amenaza de destrucción ecológica del planeta?
Cesen los egoísmos, cesen los hegemonismos, cesen la insensibilidad, la irresponsabilidad y el engaño. Mañana será demasiado tarde para hacer lo que debimos haber hecho hace mucho tiempo.”
Hoy, hace siete años desaparecía físicamente Fidel. Hoy hace siete años, un pueblo conmocionado, afligido y agradecido no durmió esa madrugada y lo despidió con las incertidumbres de un futuro sin su presencia. Sin embargo, después de siete años quiero convocar a rememorarlo con la sabiduría y el optimismo de las lecciones que le legó al pueblo cubano. Por ejemplo, una de las lecciones fundamentales de Fidel Castro: la certeza de que es posible la construcción de la utopía de un mundo mejor por nuestro propio esfuerzo y con nuestras propias manos.
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