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lunes, 25 de noviembre de 2024

“Arribamos a una playa de piedras …Dicha grande”

Para el momento en que Martí, Gómez y otros patriotas ponen pie en tierra, en los montes de Cuba se escuchaba nuevamente el sonido del clarín y se respondía con el acero al acero...

José Gilberto Valdés Aguilar en Exclusivo 11/04/2020
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Bandera Cubana
Playita de Cajobabo trascendió a la historia con una expedición anticolonialista el 11 de abril de 1895.

Aquellos que han estado en este paraje de la costa sur, en el extremo oriental de la Isla, o quizás hayan apreciado fotos y hasta la reproducción pictórica de Juan Emilio Hernández Giró. pueden no salir del asombro: ¡Fue por aquí!

Una mirada panorámica aprecia un paisaje agreste de la playa en forma de herradura, abundante de guijarro y hasta grandes rocas donde baten finalmente las olas. Todo protegido por un farallón que se alza unos cincuenta metros de la orilla. Así es la Playita de Cajobabo que trascendió a la historia con una expedición anticolonialista el 11 de abril de 1895.

“Bajan del bote. Llueve grueso al arrancar. Rumbamos mal. Ideas diversas y revueltas en el bote. Más chubascos. El timón se pierde. Fijamos rumbo. Llevo el remo de proa. Salas rema seguido. Paquito Borrero y el General ayudan de popa. Nos ceñimos los revólveres. La luna asoma, roja, bajo una nube. Arribamos a una playa de piedras, la playita al pie del Cajobabo, me quedo en el bote el último vaciándolo. Salto. Dicha grande”.

Han transcurrido 125 años de este acontecimiento histórico del desembarco de José Martí con un grupo de patriotas independentistas, entre ellos Máximo Gómez, dominicano y destacado jefe militar y estratega en la Guerra de los Diez Años (1868-1878).

Para el momento en que ponen pie en tierra, desde el 24 de febrero en los montes de Cuba se escuchaba nuevamente el sonido del clarín y los patriotas respondían con el acero al acero. Pinos nuevos y experimentados mambises se disponían a lograr, de una vez por todas, la independencia del colonialismo español. Había terminado la tregua fecunda.

En la noche, el silencio es roto por las olas del mar. Allí está, satisfecho y útil, el Delegado del Partido Revolucionario Cubano. ¿Pudo haber pensado en el tortuoso camino transitado para difundir la idea de la guerra necesaria, juntar voluntades y recursos por una Patria libre?

¡Semanas previas, se acrecentaban los momentos conspirativos vividos junto a Gómez en la dominicana localidad de Montecristi, donde en el mes de marzo redactaron el programa de acción política y militar que denominan Manifiesto a Cuba del Partido Revolucionario!

Ambos avezados conspiradores rubrican el documento, en cuyo primer párrafo declaran:

“La revolución de independencia, iniciada en Yara después de su preparación gloriosa y cruenta, ha entrado en Cuba en un nuevo período de guerra, en virtud del orden y acuerdos del Partido Revolucionario en el extranjero y en la Isla, y de la ejemplar congregación en él de todos los elementos consagrados al saneamiento y emancipación del país, para bien de América y del mundo...”.

Después del desembarco instalaron varios campamentos hasta que el 15 de abril, en la manigua redentora, Martí fue ascendido a Mayor General del Ejército Libertador —más por sus méritos y sacrificios que por experiencia militar—, por decisión de Máximo Gómez en ese lugar recibió la primera bandera cubana, bordada por Juana Pérez, esposa del General Pedro Agustín Pérez, y el General José Maceo le entregó el caballo “Baconao”, en el cual cabalgó hasta su caída en Dos Ríos, el fatídico 19 de mayo.

El 18 de mayo de 1895, en un lugar conocido como Dos Ríos, en la región oriental de la Isla, José Martí escribió a su amigo Manuel Mercado:

(…) ya estoy todos los días en peligro de dar mi vida por mi país (…)

Narran testigos y consignan historiadores que, para el fechado de la carta, entre árboles y matorrales de una finca ganadera, se había organizado el campamento mambí en medio de un hervidero de patriotismo mientras acrecentaban las fuerzas alzadas contra el colonialismo español.

La misma noche del 18 de mayo, en una columna de 800 soldados españoles que cumplía la misión de abastecimiento a un fortín, se recibe la confidencia acerca de los insurrectos cubanos. Al amanecer del 19 la tropa emprende la marcha en búsqueda del contingente independentista.

El historiador cubano Eduardo Vázquez Pérez refiere en su artículo “Los Enigmas de Dos Ríos”, publicado en Juventud Rebelde (17-9-2011), que, al conocer la presencia del convoy enemigo, Gómez decide organizar el primer combate. Los españoles resisten con fuego de fusilería la embestida de la caballería mambisa, que maniobra desorganizada en terreno nada favorable.

Cuando el jefe militar se percata de la presencia de Martí y le ordena retirarse. Sin dudas, quiere proteger al principal promotor del reinicio de la lucha independentista.

Al calor de los acontecimientos, el hombre que dedicó más de la mitad de su existencia a la labor revolucionaria no se resigna al papel de espectador. Revólver en mano, espolea su caballo al galope, arengando a los suyos. El joven Ángel de La Guardia que esa mañana había escuchado el emotivo discurso de Martí, no dudó en seguir al Delegado.

El Mayor General Máximo Gómez describe la dramática caída en combate de José Martí: “… al pasar entre un dagame seco y un fustete corpulento caído, los disparos de los soldados enemigos emboscados en los herbazales dieron en el cuerpo del Maestro. De su revólver, atado al cuello, no faltaba ni un cartucho”.


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José Gilberto Valdés Aguilar


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