En ocasiones, por coincidencias que nos brinda la vida, hemos tenido la oportunidad de conversar con turistas que prefieren disfrutar sus vacaciones en Cuba. Y cuando le preguntamos por qué, pues la mayoría responden que por el clima, las incomparables playas, el espíritu acogedor de los habitantes, los habanos… y el ron.
Y eso tiene mucho de cierto.
En uno de nuestros paseos por el casco histórico de La Habana Vieja, junto con unas amigas rusas que disfrutaban los encantos tropicales de nuestro país, ellas pidieron visitar el Museo del Ron Havana Club, ubicado en la calle San Pedro (conocida como la Avenida del Puerto).
A pesar de que las nubes tapaban el sol, y amenazaba con llover, aquel lugarcito del corazón de la capital se encontraba colmado de turistas atraídos por conocer la más reconocida bebida espirituosa cubana y riqueza patrimonial, una de las más preferidas en el mercado internacional.
Este complejo cultural y turístico se fundó precisamente por la corporación Havana Club Internacional S.A., empresa cubano-francesa que ha extendido el famoso licor en más de 170 países, con una posición líder en varias naciones europeas y ventas anuales de más de dos millones de cajas de nueve litros.
Conocimos allí que se creó con el objetivo de representar y promocionar el ron, y sirve como vitrina de la marca. Se estima que cientos de turistas, procedentes fundamentalmente de Canadá, Alemania, Francia, Inglaterra, España, Italia, Rusia y Argentina, visitan diariamente la casona.
Dicha instalación se fundó en marzo de 2000, para ofrecer a los huéspedes de todo el mundo una visión de la historia y del estatus del licor, surgido en 1878 y considerado uno de los cien mejores del planeta.
El museo se encuentra situado en el corazón de la capital, en una elegante casa colonial del siglo XVIII, la cual está construida en torno a un espectacular patio; fue decorada en estilo auténtico y clásico, muy bien conservada arquitectónicamente. Y se encuentra abierto para el público todos los días, excepto los feriados nacionales, de 9:00 a.m. a 5:30 p.m.
UN ACERCAMIENTO
Los guías, conocedores del tema, son expertos en idiomas, entre los que se destacan el inglés, español, francés, italiano y alemán. De esta forma, el recorrido describe las distintas etapas en la elaboración, que comienza con la siembra de la caña y va pasando por el ritual del añejamiento en los toneles, por la historia del trapiche (o molino), hasta las fábricas de azúcar, el tren de vapor, y todos los pasos necesarios (fermentación, destilación y filtración) hasta llegar a dar con el ron del que disfruta el público. Como explican los conocedores del tema, allí se muestra la historia desde “el cañaveral al paladar”.
Destacando las manifestaciones de las raíces tradicionales de este archipiélago caribeño, se exponen también varias galerías y se muestra un video que devela su importancia y la del azúcar en la cultura del pueblo cubano.
La mayor atracción del museo consiste en la maqueta, la cual reproduce en detalle un central azucarero, y por donde se desliza un trencito tipo locomotora.
“Les tengo una sorpresa”, nos comentó el joven guía de nuestro grupo. Y en ese momento arrancó, funcionando en óptimas condiciones, la citada locomotora, cuya longevidad se percibía a simple vista.
ANÉCDOTAS Y MÁS…
El área también se utiliza con el fin de ofertar clases de coctelería en una amplia gama de tragos cubanos ganadores de fama en el orbe, una degustación especial del Havana Club y la feliz combinación del licor con el tabaco y el café.
Al final del interesante paseo, en el instante de saborear la deliciosa bebida, el joven que nos atendió contó cómo algunos cubanos le decían que el vaso tenía un huequito y se salió; otros, que estaba salado y por eso debían tomar un poquito más, algunos entran dos y tres veces para repetir el traguito… Y así surgieron otras historias. Nos reímos sin parar con sus graciosos cuentos.
Además de las bases educativas del museo, se incluye una tienda en la cual los visitantes pueden comprar toda la gama Havana Club y materiales de coctelería. Igualmente, la instalación posee un bar-restaurante para su deleite.
Irina Galeeva, una de las amigas que nos acompañó en el tour, remarcó el sabor inigualable de este ron, cuya calidad está avalada por importantes premios internacionales del mundo. Y Olga, su hermana, se deleitaba con la vista arquitectónica que nos rodeaba.
Las ofertas durante la visita al museo incluyen: recorrido por todas las fases de la elaboración del ron; un bar-restaurante con refrescantes cocteles y deliciosos platos de la cocina criolla; para los seguidores de las artes plásticas, se exponen obras de connotados artistas; y en la tienda podrá adquirir todos los rones que conforman la gama Havana Club, incluido el delicioso y exclusivo “Ron Solera San Cristóbal”, así como souvenirs y un amplio surtido de puros Habanos, fieles aliados del ron de Cuba.
“El añejo máximo es conocido por los maestros roneros como ´el siglo´, ya que representa años de tradición, historia, conocimientos llevados de generación a generación; es como si captara la esencia de Cuba”, culminó nuestro guía.
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