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domingo, 17 de noviembre de 2024

¿Y ahora qué pasará en Brasil?

Jair Bolsonaro asume la presidencia de la nación sudamericana salpicado de corrupción...

Clara Lídice Valenzuela García en Exclusivo 01/01/2019
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Bolsonaro
El presidente es un engendro armado por las élites en las circunstancias especiales que vivió Brasil a partir del 2014.

Como es tradicional en Brasil, el 1 de enero asume el presidente electo del país. Este día lo hará, luego de 13 años de gobiernos progresistas, el ultraderechista Jair Bolsonaro, quien dará continuidad —y sin dudas superará— el perfil neoliberal y antidemocrático de la saliente administración de Michel Temer.

Bolsonaro (Sao Paulo, 1956), de ascendencia italiana, llegará al Palacio de Planalto con un invitado peligroso y especial, repudiado por una gran parte de la comunidad mundial por su actuación criminal en Palestina: el primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu, en el primer viaje de un jefe de gobierno a Brasil desde la impuesta creación de esa nación en 1948.

Netanyahu representa en el poder a una poderosa coalición de partidos sionistas fundamentalistas, así como movimientos conservadores liderados por su partido Likud y es investigado por supuesta vinculación con dos causas penales, al igual que su esposa: aceptación de regalos de alto valor y supuesta colusión con el grupo mediático Yedioth Ahronoth en el llamado “Caso 2000”.

Ausentes de la ceremonia Venezuela y Cuba, que desecharon la invitación —después denegada— por la postura beligerante y mentirosa del nuevo mandatario acerca de esos dos países revolucionarios. Apenas electo, el exmilitar de religión evangelista —de la cual saca su cosecha política—, denigró la profesionalidad de los médicos cubanos que prestaban servicios —a través de la Organización Panamericana de Salud— en los municipios más empobrecidos y sitios inhóspitos de la llamada locomotora económica de Suramérica.

Tampoco ninguno de los partidos opositores brasileños asistió a la toma de posesión ante la actitud neofascista de Bolsonaro, quien se autocalificó como defensor de la tortura y las dictaduras militares.

La presencia de Netanyahu, quien lo llamó para felicitarlo por su victoria en octubre pasado, y dijo emocionarse en el momento por el bautismo de Jair Messías en las aguas del río Jordán en 2016, habla de una visión a futuro poco favorecedora para Latinoamérica cuando quede establecido el triángulo ultraderechista con Estados Unidos como líder. Es arriesgado prever hasta donde llegará esa inédita relación con Israel y sus consecuencias para el resto de la región.

Bolsonaro, un oscuro diputado durante siete mandatos consecutivos en el Congreso Nacional llega al Planalto salpicado por la corrupción que, aseguró en campaña, no tolerará en su administración. La presencia del acusado Netanyahu lo desmiente en su supuesta cruzada contra el delito.

El techo de vidrio se le desplomó en la cabeza apenas unos días antes de tomar el timón brasileño.

Un caso de lavado de dinero involucra a su hijo Flávio, senador por Río de Janeiro, y a Fabrício Queiroz, su chofer y guardaespaldas. Michelle, la esposa del mandatario también fue nombrada por el Consejo de Control de Actividades Financieras, que detectó movimientos atípicos por 395 33 dólares en la cuenta del empleado de la familia presidencial.

De acuerdo con el periódico Estado de Sao Paulo, el también exasesor del ahora presidente (según la nómina de Flávio) ganaba 5 878 dólares mensuales, pero hizo varias y altas transacciones. Una de ellas, por 6 142 dólares a una cuenta de Michelle. Además, se descubrió que al menos nueve asesores del senador movieron dinero a nombre de Quéiroz, amigo desde hace más de 20 años de la familia del nuevo gobernante.

Ante la red SBT, Queiroz se negó a detallar por qué recibió esos pagos atípicos del joven Bolsonaro, y evadió su presentación ante la fiscalía de Río de Janeiro por enfermedad.

El Ministerio Público también citó a familiares del acusado y otros asesores del senador a comparecer el próximo día 8. El senador lo hará dos días después.

También Paulo Guedes, el gurú económico del nuevo gobierno, está siendo investigado por la Policía Federal brasileña por un presunto fraude vinculado a fondos de pensiones estatales. Guedes es sospechoso de realizar operaciones tramposas en el manejo de cientos de millones de reales (moneda nacional) de los fondos públicos de pensiones.

El dinero correspondía a Petróleo Brasilero S.A. (de participación estatal), Banco do Brasil, Caixa Económica Federal, y el servicio postal público, y fue invertido en una empresa de la que el designado ministro de Economía es el principal accionista, según se desprende de la acusación de la Fiscalía y un informe preparado por la Superintendencia Nacional de Pensiones Complementarias (PREVIC).

CAMBIOS RADICALES

Bolsonaro prometió cambios radicales y opuestos a los realizados por los gobiernos progresistas del izquierdista Partido de los Trabajadores (PT), pero hay coincidencia en analistas políticos de que en un primer momento no podrá implantar el régimen dictatorial con el que amenaza en sus discursos.

Hay que considerar que aunque el candidato del PT Fernando Haddad perdió las elecciones, un 47 % de los brasileños votaron a su favor, y sumados los votos en blanco y nulos llegó a un 60 % de los sufragios, una cifra importante que frenará, presumiblemente por el momento, la violencia prometida por el evangelista que recibió 40 millones de seguidores de esa Iglesia, en ritmo creciente en América Latina.

Bolsonaro estará acompañado de 22 ministros, varios de ellos encargados de garantizar algunas medidas ya anunciadas, como el ajuste fiscal, la concentración de la renta, las privatizaciones, la flexibilización laboral y la profundización de la globalización del trabajo.

En el equipo están también quienes defienden la legitimización de la deforestación y el extractivismo reclamados por los grandes terratenientes y las empresas mineras, aun cuando lo impiden los acuerdos internacionales.

El nuevo gobierno pretende utilizar a las Fuerzas Armadas —que mantienen ocupado Río de Janeiro para supuestamente reprimir la criminalidad— como un resorte para cohibir las distintas expresiones políticas de oposición, entre ellas las organizaciones sociales de izquierda, pueblos originarios, campesinos sin tierra. Cinco de los ministros son militares, además del ex capitán presidente y su vice, el general retirado Hamilton Mourao.

Suman millones los brasileños que temen por el futuro de una nación codiciada por Estados Unidos por sus recursos naturales, entre ellas la región de la Amazonía, y la incidencia de la política exterior de Bolsonaro (rechazada por un 66 % de los ciudadanos, según encuestas), en la geopolítica regional.

En los últimos 30 años e incluso en la campaña electoral, Bolsonaro ha hecho una apología a la violencia, especialmente contra los llamados “bandidos”, es decir, personas progresistas, con fuertes dosis de misoginia, fobia al grupo social LGTBI, racismo y xenofobia.

En el período de los últimos cinco años, él y sus hijos mayores (dos parlamentarios y uno en su asesoría) usaron abundantemente las redes sociales para difundir mensajes de odio en esa dirección. Militantes de izquierda y de los movimientos sociales son objeto de amenazas de criminalización e incluso eliminación física.

Más recientemente pasó a compartir las pautas conservadoras asociadas a los parlamentarios de las iglesias neo-pentecostales, especialmente aquellas que atacan la educación, bajo argumentos de que un “adoctrinamiento comunista” domina las prácticas docentes y de que el ambiente escolar es responsable por la difusión de una “ideología de género” que enfrenta los valores de la “familia tradicional”.

NO TODO SERÁ COSER Y CANTAR

Decir que el pueblo brasileño es proclive al neofascismo porque un 55 % de la ciudadanía, en su mayoría sin conciencia política e ignorante, le brindó su voto es negar las esencias de las históricas luchas populares. Brasil está polarizado entre el atraso que significa Bolsonaro y el progresismo que resurge desde los movimientos sociales.

El presidente es un engendro armado por las élites en las circunstancias especiales que vivió Brasil a partir del 2014, en las que el izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) perdió sus bases, fue criminalizado por la oligarquía y sus medios de comunicación en complicidad con el sistema judicial, y su líder histórico Luiz Inacio Lula da Silva acusado falsamente y ahora cumpliendo una condena de 12 años por supuesta corrupción.

Bolsonaro no la tendrá muy fácil. Deberá enfrentar las potencialidades de los seguidores de Lula da Silva y del único partido de similar composición ideológica al PT con representación parlamentaria, el Socialismo y Libertad (PSOL) que duplicó su bancada con 10 diputados en el Congreso Nacional, ahora también dominado por la derecha.

En las calles, una articulación espontánea en las redes sociales originó el Movimiento de Mujeres Unidas contra Bolsonaro, al cual adhirieron los movimientos feministas y sus representantes en las organizaciones de izquierda.

Ese poderoso movimiento devino un frente único antifascista de alcance nacional, que puso a millones de personas en las vías el 29 de septiembre y el 20 de octubre pasados (una semana antes del balotaje). La agrupación de féminas en Brasil, a las que humilla públicamente, tendrá un rol central en la reorganización de las nuevas luchas.

Ante la embestida neofascista, días antes de los comicios, millares de personas de distintas tendencias hicieron campaña puerta a puerta en una movilización espontánea que impulsó la disposición militante de hacerle la guerra al neofascismo.

Los estudiantes también protagonizaron movimientos de resistencia en las universidades públicas. Su comunidad será fundamental, pues el núcleo central del gobierno que Bolsonaro armó está repleto de empresarios y defensores de la enseñanza superior privada, la cual tratarán de poner en práctica.

El Movimiento de los Trabajadores Sin Techo, que vertebró un frente de oposición al golpe de 2016 y al gobierno Temer, y el histórico Movimiento de los Trabajadores sin Tierra, junto a los sindicatos, también tendrán un papel importante a cumplir de ahora en adelante en el que se impone la unidad para salvar a Brasil. Basta vivir para saber que sucederá en el gigante del Sur.


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Clara Lídice Valenzuela García

Periodista


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